Por Nicholas Dale Leal*- El País, América.
No se puede ganar la presidencia sin el voto latino. Pasada la Convención del Partido Demócrata y camino del clímax de una campaña a la vez eterna y que todavía está por empezar, esa idea se repite a diario. Sin embargo, no existe una definición clara para ese bloque electoral.
Hay numerosos estereotipos existentes: el anticomunista cubano-americano del sur de Florida, el chicano más progresista de California o el mexicano-americano de Texas, contrapeso urbano del ranchero republicano de toda la vida. En la vida real todos estos existen, pero reducir el conjunto de casi 36 millones de personas latinas con derecho a voto en las elecciones de noviembre a cualquiera de estas produce una imagen contradictoria e incompleta.
Los demócratas y los republicanos lo saben, y a partir de ahí están desplegando estrategias muy diferentes para apelar a una población cuyos votos tienen el potencial de decidir quién ocupará la Casa Blanca durante los próximos cuatro años.
Esto último se puede decir sobre muchos grupos diferentes, desde las mujeres suburbanas hasta las poblaciones musulmanas de Michigan, pero la crucial presencia latina en varios Estados bisagra obligan a ambos partidos a cosechar buenos resultados entre los votantes hispanos. En Arizona y Nevada, dos de estos Estados clave, Joe Biden ganó las elecciones en 2020 por poco más de 10.000 votos, y en cada uno hay 1,3 millones y 450.000 latinos con derecho; lo que representa el 25 y 22% del electorado, respectivamente.
Lograr una mayoría clara entre los latinos de cada Estado significa una victoria asegurada, pero los márgenes son tan estrechos que incluso en Pensilvania, donde la población latina representa solo el 6% de los potenciales votantes, los latinos también pueden decidir la balanza.
Si la población hispana es una población variada por su distribución geográfica, nivel socioeconómico y país de origen -indicios relativamente claros de la posición política-, a nivel demográfico y electoral, los latinos presentan un par de características determinantes. En primer lugar, son un electorado más joven.
Solo un tercio es mayor de 50 años, mientras que en la población general es la mitad. Y, por otro lado, históricamente votan menos que la media: la participación nacional en las pasadas elecciones fue casi del 67%, mientras que entre los latinos fue del 54%. Teniendo en cuenta que se han sumado unos cuatro millones de nuevos votantes latinos desde los últimos comicios, si este año se igualara la participación con el resto de la población significarían casi siete millones de votos más.
Sin embargo, a nivel individual, comparado con el votante promedio, las diferencias prácticamente desaparecen. Rodrigo Domínguez-Villegas, director de investigación del Latino Policy & Politics Institute de UCLA, señala que las primeras tres preocupaciones de los latinos coinciden con el del electorado en general. “En las encuestas que se han hecho en los primeros tres temas que los encuestados latinos ponen como prioridad son los mismos que el resto: la inflación, tener un buen empleo y el acceso a viviendas asequibles.
Después vienen temas que cambian mucho dependiendo del contexto”. Por ejemplo, en Texas después de las matanzas de El Paso y Uvalde, la regulación de las armas era una prioridad mucho mayor que en otras partes del país.
Ambos partidos, conscientes de ello, han desarrollado tácticas muy diferentes para atraer esos votantes. Los demócratas están apostando principalmente a aumentar la participación. Confían en la aritmética y en su histórica ventaja entre el electorado latino; en las últimas dos elecciones se han llevado alrededor del 65% de los votos latinos. Voto Latino, la operación de registro de latinos más grande del país, ha dicho que su equipo puede inscribir a hasta 800.000 personas.
Desde finales de julio han registrado a mil personas diarias en promedio, principalmente en Florida, Texas y Estados clave como Arizona, Georgia, Carlina del Norte o Pensilvania. La mayoría han sido menores de 30 años y mujeres, dos subgrupos que son claramente favorables al partido de Kamala Harris. Y como esta organización, hay otros grupos dedicados a tiempo completo a buscar electores invisibles para registrarlos y motivarlos a votar a los demócratas.
La estrategia se basa en la preconcepción de que los latinos son naturalmente parte de la coalición Demócrata por sus posiciones frente a temas como la inmigración —mucho más a favor de una reforma integral que ofrezca más vías legales para trabajar en el país y eventualmente conseguir la ciudadanía—, las armas o los sindicatos.
Para los republicanos, en cambio, hay cada vez más evidencia de que el electorado latino es inherentemente conservador: les importan los valores familiares, son emprendedores y quieren un Estado que no se entrometa en sus negocios y supuestamente tienen una aversión congénita a la izquierda por el ejemplo de Cuba, Venezuela o Nicaragua.
Hay datos que apoyan esta lectura. Desde las elecciones de 2012 el Partido Republicano ha aumentado de manera estable su porcentaje de votación entre los latinos: 27% en 2012, 29% en 2016 y 32% en 2020. Y las más recientes encuestas públicas apuntan a que Trump se llevará el 38% del voto latino este año. Domínguez-Villegas señala que la mayoría de la evidencia muestra que hay dos segmentos del electorado latino que han impulsado ese cambio. Latinos evangélicos, por afinidad conservadora, y la clase trabajadora latina, que ha reflejado los movimientos del resto de la población.
Basándose en esto, y en el hecho de que las preocupaciones principales de los latinos son las mismas que las de la población general, la estrategia de los republicanos es precisamente abordar al electorado hispano con prácticamente los mismos mensajes que al resto. Con un énfasis especial en contrastar las políticas económicas y menos en la idea de deportar a millones de personas —una política que los latinos republicanos no apoyan y consideran irrealizable de todas maneras— la campaña de Trump confía en la inercia de los últimos años.
Pero aún hay ciertas diferencias entre los hispanos republicanos y el resto. Mientras que alrededor de la mitad de los latino republicanos consideran que es más relevante proteger el derecho a portar armas que regularlo, el 83% de los republicanos en general opinan lo mismo.
De manera similar, en inmigración los latinos del partido son mucho menos proclives a decir que es muy importante reforzar la frontera —55 frente a 74%— y aumentar las deportaciones —32 frente a 52%—, o facilitar la legalización de inmigrantes sin papeles —33 frente a 14%—.
A poco más de dos meses de la votación, todo está en juego. La luna de miel de Harris tras irrumpir como candidata le ha dado un impulso que puede terminar siendo determinante si efectivamente logra aumentar sustancialmente la participación de este electorado tradicionalmente apático. Mientras que Trump aspira a que el entusiasmo por su contrincante se desinfle pronto y que sus ataques económicos, especialmente llamándola “comunista”, calen entre los latinos.
* Periodista colombo-británico en EL PAÍS América desde 2022.