Federico Paredes, analista agroambiental, Revista Visión CR.
Con sobrada razón existe una alarma generalizada acerca una posible sobrepoblación de cocodrilos (Crocodylus niloticus) en Costa Rica. La vertiente del Pacífico es la que muestra más eventos de la incursión de estos saurios en playas, dejando su entorno de aguas fluviales e incursionando en bandas arenosas y aguas de los océanos.
Estos reptiles nos vienen acompañando desde la época de los dinosaurios, es decir, mucho antes de la aparición de la especie humana y por ello han sobrevivido a toda clase de cambios en el Planeta.
Aunque los expertos aseguran que no hay sobrepoblación, lo cierto es que cualquiera se asusta al verse ante las fauces de estos lagartos y más aún cuando por las redes sociales circulan videos de la captura de un perro por parte de uno de estos reptiles en una de las playas del sur costarricense, que fue primero ahogado y luego digerido ante la mirada y gritos de sus dueños. Pudo haber sido mucho peor, si en vez del can, la víctima hubiera sido un niño, por ejemplo.
“Allá por las décadas de los años 60 y 70, en el mundo se dio una explotación de las pieles de cocodrilo para satisfacer la industria de la moda, así como de la carne para consumo humano, según un Informe de 2019 del Estado de los Cocodrilos y Caimanes en el país.
La población de estos saurios se vio diezmada en Costa Rica, especialmente por comerciantes de Nicaragua que venían para capturarlos, sacrificarlos y vender sus pieles y carne en el país pinolero, según se describe en el mismo Informe”.
Esta situación empezó a cambiar a partir de 1992, cuando entró en vigencia en Costa Rica la Ley de Conservación de la Vida Silvestre N° 7317 que prohibió la captura, procesamiento y venta de su piel y carne. A partir de ese momento la población empezó su lenta recuperación. Paralelamente es necesario recordar que esta especie prácticamente no tiene -en Costa Rica-, enemigos naturales o depredadores que atenten contra su existencia.
En el momento actual, lo que procede de inmediato, es la captura de estos especímenes por parte de funcionarios del SINAC, específicamente por la sección de Vida Silvestre y su correcta reubicación en parques nacionales o en reservas biológicas. Se supone que idealmente los encargados de estas áreas protegidas tienen un censo actualizado de cuántos cocodrilos existen en sus reservas, para poder “asignar” equis cantidad de estos reptiles. Es preciso tener un mapa y un censo de las áreas silvestres del país con potencialidad de recibir a estos nuevos huéspedes.
La otra acción que puede ser una muy buena alternativa es el impulso para el establecimiento de granjas de cocodrilos, por parte del Servicio Nacional de Salud Animal (SENASA) del MAG con el apoyo técnico y científico del SINAC y de las universidades estatales. Por ejemplo, la UTN con su sede en Balsa de Atenas, ha acumulado suficiente experiencia en el desarrollo de zoocriaderos que ha incluido la experiencia con cocodrilos.
Los zoocriaderos o granjas de cocodrilos, como opción comercial, resultan ser una muy buena alternativa para productores rurales y para la generación de nuevos empleos, tan requeridos en zonas económicamente deprimidas.
Mediante acuerdos de cooperación binacional con México, EUA o con Perú, Costa Rica podría establecer excelentes contactos para recibir capacitación in situ sobre las técnicas y los procedimientos sobre cómo manejar una finca o una granja de cocodrilos. Estos países tienen una experiencia de larga data acerca de cómo criar estos reptiles, respetando sus ciclos de vida, la cantidad de especímenes por pileta o estanque, las dietas recomendadas, las medidas sanitarias y posteriormente el procesamiento de la piel y de la carne para el consumo humano.
Obviamente habría que revisar el contenido de la Ley de Conservación de la Vida Silvestre para no contravenir lo ahí estipulado y de ser necesario, hacer las modificaciones legales del caso en el Congreso, con el objetivo de no entrar en contradicciones o inconsistencias.
La ley está para cumplirla y, en este caso, el interés primordial es salvaguardar el patrimonio natural de la flora y la fauna costarricense, sin que esto implique la no posibilidad de buscar alternativas sostenibles para la explotación de estas especies.
No olvidemos que la piel de cocodrilo es muy cotizada en el mercado internacional para la elaboración de toda suerte de productos de cuero: bolsos, botas, fajas, mochilas, maletines, porta-documentos, sombreros y otros similares y que, con la ayuda de graduados de la carrera de Diseño de Producto y de COMEX-PROCOMER, se podría colocar a Costa Rica en el radar global de esta lucrativa actividad. Además esto seria un muy ejemplo de sostenibilidad.
La tarea no es sencilla, pero tampoco imposible; si hay deseo del Estado en ayudar en proyectos de desarrollo rural, esta es una formidable alternativa que no se debe dejar pasar. Dejaremos atrás los temores de bañarnos en las playas del Pacífico y toparnos con estos vecinos de la vida silvestre.
Magnífico artículo Federico. En 1980, como viceministro de OFIPLAN, planteé granjas de lagartos como las que mencionás a don Alpheus Buchanan, preaidente de CoopeTalamanca, cuando la monilia acabo con el cacao. Hasta fuí a ver la granja de Ed Froelich en La Florida. Como 3000 lagartos en una hectarea. Hay un montón y trabajar con lagartos es como trabajar con ganado. Mucha legislación en CR es absurda. El mercado de piel de lagarto se ubica en Milán. En Louisiana he comido carne de lagarto. En CR todo se vuelve un problema. No debería ser.
Efectivamente así es, Carlos Manuel.
No estaríamos inventando nada nuevo, simplemente replicando exitosas experiencias de otros países.
“Querer es poder”, dice el refrán. Ya es hora de pasar de la etapa del susto y el asombro, a la de la productividad y acceso a los mercados internacionales. Se requiere apoyo político y decisión empresarial para arrancar.
Gracias por tus comentarios sobre el tema.