Federico Paredes, analista agroambiental.
Sin duda, la producción de alimentos en el mundo es el mayor desafío que tenemos, para alcanzar la sustentabilidad alimentaria; para este fin se destina un 70 % del consumo de agua y un 40 % de la superficie terrestre, pero las consecuencias por el gasto de estos recursos no son evidentes, aunque sí muy determinantes.
La agricultura y la ganadería son los sectores que producen el mayor impacto ambiental; pero al mismo tiempo tenemos que la alimentación es un derecho básico de cualquier persona. Pareciera a primera vista, que la seguridad alimentaria y la sustentabilidad no pueden complementarse.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define la seguridad alimentaria como la disponibilidad y acceso de alimentos en todo momento, en cantidad y calidad nutricional suficiente para tener una vida activa y sana. La sustentabilidad se refiere a satisfacer las necesidades actuales de la población sin comprometer las de las futuras generaciones.
En el mundo, el 80 por ciento de la población es urbana, esto implica que vamos al supermercado y ahí encontramos los alimentos, pero no todos los clientes tienen tan claro de dónde provienen. Detrás existe una industria fuerte y compleja, que incluye la producción agrícola y ganadera, el procesamiento, el transporte, el almacenamiento y la distribución de los productos en los diferentes puntos de venta, entre otros factores.
Claramente en todo esto se da un impacto ambiental. La agricultura intensiva se relaciona con el consumo de energía, la contaminación, las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) y el desgaste de acuíferos. Por su parte, la agricultura extensiva, la de pequeños productores que no usan maquinaria, con una producción insuficiente y la necesidad de grandes extensiones de tierra, causan deforestación, erosión y pérdida de fertilidad en los suelos.
En general, nuestros países latinoamericanos enfrentan un problema más, un gran porcentaje de la población rural tiene desnutrición y en muchos de ellos se registra una epidemia de sobrepeso y obesidad, con un 70 por ciento de adultos y un 30 por ciento de los niños. Esto ya ha sido definido por la OMS como un problema de salud pública.
Ese es el punto de unión entre producción alimentaria y malos hábitos de alimentación.
La producción de alimentos incluye una serie de variables que no es posible soslayar y que van desde el clima, hasta los suelos, la tenencia de la tierra, el acceso a insumos agrícolas, maquinaria e inclusive, hasta cuestiones culturales de los productores.
“No hay almuerzo gratis” y más tratándose de este tema, el consumo de productos animales, incluidos los lácteos, son los que provocan un mayor impacto ambiental. Por ejemplo, para producir un kilogramo de bananos son necesarios, en promedio, 800 litros de agua; de papas, 287; de maíz, 1000, y de carne, 15 mil. Nos cuesta entender esta relación, pero lo cierto es que, al comernos ese bistec, ese puré de papas o esos bananos, no pensamos en todo lo que ha implicado tenerlos en nuestra mesa.
En Mesoamérica, en el último medio siglo, el consumo por persona de productos animales se duplicó, y la producción de esas mercancías creció, pero no sólo por el aumento del consumo per cápita, sino por el crecimiento de la población y de las exportaciones. La producción de bovinos se elevó cinco veces y la de pollo 20.
Lo ideal es hacer un manejo integrado de las fincas o de las unidades de producción. Por ejemplo, tenemos que vincular la cantidad de tierra que se utiliza para obtener estos productos animales, que incluya las granjas, los pastizales y la tierra de cultivo, para producir el alimento del ganado (forraje).
Un buen cálculo que se debe hacer es conocer la cantidad de tierra que ocupa (o necesita) una vaca, un pollo o un cerdo, y cuánto tiempo viven. Estas variables nos permitirán determinar esta información para poder entender y afrontar el cada vez más creciente problema de la producción de alimentos.
El próximo cuarto de siglo será crucial en la historia de la agricultura ya que se tratará de poder alimentar a 2.000 millones de seres humanos. Los expertos afirman que una ciudad de 10 millones de habitantes va a requerir unas 6.000 toneladas de alimentos por día. Estamos hablando de cantidad y de calidad de suministros alimentarios.
Y paralelamente, el reto es producir estos alimentos sin seguir sacrificando más tierras con bosques, marismas, humedales o zonas protegidas en general, o sea, tenemos que maximizar el uso de las tierras existentes, independientemente de las técnicas de hidroponía, los invernaderos o la misma producción de suelos y abonos orgánicos.
El crecimiento de la población mundial sigue en aumento y es gente que requiere de los alimentos para subsistir; esto es exponencial, la producción alimentaria, no.