“A la deriva en la playa, una rocola que suena, veo a mis amigos cantando, todos aquí en Puntarenas” … (Canción Puntarenas, letra de Ricardo Padilla)
Adriana Núñez, periodista Visión CR
Con el respaldo de un grupo económico de origen nicaragüense el antiguo Colonial de Puntarenas, se ha transformado en el Hotel y Club Náutico Puerto Azul, sitio al que -según pudimos apreciar- además de los visitantes locales y sobre todo en fines de semana, llegan innumerables turistas extranjeros, procedentes en su mayoría de México, Centroamérica y Estados Unidos.
Evidentemente las instalaciones se han beneficiado con cambios estéticos y mejoras sustanciales pues incluso se sumó al módulo central, una nueva torre de alojamientos y una alberca; las viejas habitaciones, baños, comedor y bar se han modernizado; el estacionamiento es amplio, los alimentos y bebidas son de calidad, los precios accesibles y la vista del mar desde los jardines, balcones y alrededores de la piscina principal, realmente hermosa: adornada con celajes, vegetación, lanchas y pequeños yates anclados allí temporalmente.
En apariencia es también un sitio seguro, donde incluso está por inaugurarse formalmente, una pequeña pero atractiva tienda de suministros básicos, juguetes, textiles y otros productos.
No obstante, a los ingentes esfuerzos y confianza depositados por los inversionistas en el resurgimiento de la actividad hotelera y turística del Puerto de Puntarenas, deben también adherirse los aportes de las autoridades municipales y de los individuos que allí encuentran un nicho de trabajo que les permite el sustento digno. La queja frecuente de propios y extranjeros en estos tiempos tan difíciles y confusos por los que atraviesa el país, es que hay gente relativamente joven en diversos puestos de atención al cliente, que definitivamente no tiene buena disposición para tratar con el prójimo ni para suministrar datos correctos o resolver pequeñas dificultades, a pesar de la tecnología a su alcance.
De nada sirven los sueños de una sociedad, si las acciones de todos los que deben hacerlos realidad no son coherentes con las metas que pretenden alcanzar. “A Dios rogando y con el mazo dando”, dice el refrán. Y es muy cierto. Las comunidades deben trabajar duro, aportar esfuerzos y apoyar iniciativas que le traen prosperidad a su colectividad.
En principio, Puerto Azul tiene el impulso económico y la infraestructura necesarios para aumentar el caudal de visitantes tanto a sus instalaciones como a la región porteña en general. Para ello, se requiere principalmente del compromiso real de la nueva gerencia y de los empleados, con el fin de que la interacción con el público -que comienza desde la recepción del hotel- y los servicios, sean afables y competitivos como los de otras latitudes donde el personal hotelero, se desvive por atender los requerimientos del turismo, venga de donde venga.
Sin embargo, a veces pareciera que son los mismos porteños los que no quieren que su ciudad vuelva a convertirse en “la Perta del Pacífico costarricense”.
Superación y excelencia
Por las razones mencionadas, con afán constructivo y gracias a las experiencias adquiridas como viajera incansable y a unos provechosos años laborados en el Instituto Costarricense de Turismo, deseo respetuosamente exponer en esta nota algunos aspectos básicos que -de enmendarse- podrían contribuir a apuntalar con más fuerza, proyectos de esa índole.
Lo primero, es el trato preferencial que se debe brindar a las familias con niños pequeños y muy especialmente, a los adultos mayores. Tras varias horas en carretera o después de largos viajes aéreos, lo menos que se puede esperar de los recepcionistas de un hotel, es que le faciliten al visitante una rápida atención, ayuda para trasladar sus valijas hacia los aposentos e información clara en referencia a las horas de servicio de restaurante, la posibilidad de mantener una tarjeta de crédito abierta para consumo interno y alguno que otro panfleto sobre amenidades, paseos locales y trasporte seguro, especialmente si no llegaron ahí en vehículo propio.
Lo segundo, es cerciorarse de que en las habitaciones no haya ningún artículo dañado, llámense sillas, duchas, controles de aire acondicionado o de televisor., etc. etc. Y jamás cobrar por la minúscula bolsita de café colocada al lado de la cafetera. Más bien, lo ideal es estimular que de forma gratuita los recién llegados prueben la calidad del grano de oro tico, para que luego adquieran -ahora sí, pagando- una bolsa más grande.
Páginas de reservaciones -como por ejemplo Booking.com donde el hotel Puerto Azul está calificado con 7,9 puntos- recalcan su ubicación cerca del mar e inclusive señalan que tiene una porción de playa “privada”. Aunque esto último no es así, efectivamente está localizado justo frente a lo que conocemos como playa Cocal, un espacio público pero prácticamente desértico durante la semana, del cual podría beneficiarse el negocio, si se restauran los techos de palma de los dos ranchos rústicos -muy deteriorados- que sin embargo, son prácticamente la única sombra en varios kilómetros; y además, si se mejora el acceso a pie.
A miles nos gustan esas arenas cobrizas, nostálgicas y a la vez misteriosas que evocan recuerdos, risas, guitarras, suspiros… Más aún si encontramos dónde sentarnos a leer o simplemente, a divagar.
Coordinación institucional
Para cosas así es importante gestar alianzas estratégicas. Y es que el gobierno local debería ser el más interesado en aumentar el flujo de turistas a Puntarenas. En este caso, un semáforo y zona peatonal frente al hotel, contribuirían a que se pueda cruzar la peligrosa calle y la vieja línea férrea con mayor tranquilidad; algún vendedor de jugos y granizados más unas pocas sombrillas y sillas de playa de alquiler, no les vendrían nada mal a aquellos a quienes les gusta sentir el oleaje y tomar el sol respirando la curativa salinidad del entorno. Y a ciertas horas -como la del majestuoso espectáculo del ocaso- una ronda de vigilancia nunca sobra.
Adicionalmente, como Puerto Azul también admite animales domésticos y cuenta con jardines externos amplios y arbolados, nada costaría -por un módico precio- ofrecer un espacio cercado para que los dueños de perros puedan dejar a sus mascotas a cargo de personal capacitado, mientras se bañan en la piscina. Seguramente algunas protectoras de animales podrían enviar colaboradores y ganarse unos colones adicionales para reinvertir en su loable labor.
Nada más abrumador que llegar a un sitio donde te indican -al momento de presentarse al hotel y no de previo- que si dejas a tu amado perro en la habitación, aunque sea por un corto lapso de tiempo, se lo llevarán “a otro sitio” -sin especificar- del cual solo podrá salir si se cancelan 75 dólares adicionales.
Nadie objeta que se implementen reglas básicas de convivencia entre huéspedes y mascotas e incluso que se reserven el derecho de rechazar a aquellas que por tamaño o agresividad, puedan causar daños a las instalaciones. Pero ninguna de dichas condiciones puede violentar propiedad privada o amenazar la salud física y mental de personas o animales que se han registrado en el lugar para desestresarse, atendiendo su oferta “amigable” (Pet friendly).
El manejo del tema en hoteles de playa o montaña que admiten animales, debe ser revisado en Costa Rica pues si así se anuncian algunos negocios, obviamente tienen que estar preparados no solo para facilitar limpieza y suficientes basureros donde depositar los desechos de las mascotas, sino también para ofrecer lugares en los que éstas puedan resguardarse de temperaturas y condiciones extremas.
Detalles que marcan la diferencia
Como dice el dicho: el asunto “está en los detalles” aunque claramente, ello no exima a los visitantes de atender las necesidades de sus perros con responsabilidad.
Por otra parte, siendo el hotel un sitio “familiar” y de sano esparcimiento, vendría bien tener una variedad de géneros musicales alegres que entonen la jornada, pero sin caer -como lo hacen muchos lugares de recreo- en contaminación sónica por abuso del volumen o en la propagación excesiva del reguetón con sus letras vulgares, degradantes, dirigidas sobre todo contra el género femenino.
Mucha música de la buena corre por las venas de los latinoamericanos; suficiente para complacer múltiples gustos.
En cuanto a la situación de la provincia, como lo hemos hecho por décadas, esperamos que Puntarenas vuelva a resurgir de sus cenizas, que aún están calientes; que lo haga así, como el bello sol que aún ilumina el recuerdo de sus temporadas veraniegas y que sigue elevándose cada mañana, instándonos a levantar el ánimo, la cabeza y el afán de superación que por generaciones ha caracterizado a los costarricenses.
No podemos obviar la dura realidad que envuelve a las provincias de Puntarenas y Limón: de conformidad con la encuesta de INEC, a julio de 2024, en Costa Rica la tasa de pobreza entre la población ha sido mayor en las regiones Brunca y Caribe Huetar -a las cuales pertenecen respectivamente- con alrededor del 30 por ciento de las personas experimentando pobreza. Razón de más para apuntalar las fuentes de trabajo y capacitar adecuadamente al recurso humano disponible.
En virtud de lo anterior y porque es un lugar lindo, con mucho potencial, deseamos de corazón que Puerto Azul siga generando empleos, que aumente la calidad de sus servicios, seleccione personal debidamente capacitado, encabece las listas de popularidad entre los negocios de la zona y sea pionero en romper las barreras y obstáculos que han impedido que Puntarenas brille nuevamente como uno de los mejores destinos turísticos del país y del istmo. Ojalá así sea.
El Artículo de “Puerto Azul” como tantas cosas en estos tiempos, dejan sabor agridulce entre la desazón y la esperanza.
Puntarenas Centro, es un punto cercano, lleno de nostalgia para varias generaciones, el abandono de la inversión social, tiene ahí un ejemplo a enmendar.
Como la autora, acojo la esperanza, a sabiendas, su partida del punto de anclaje, posiblemente marque el no retorno.