Jacques Sagot, pianista y escritor.
Bueno, amigos y amigas, hora de nuestro diario reporte de las papanatadas proferidas por los telenoticieros y diversas personalidades públicas, generalmente asociadas al actual gobierno.
Primera: un ministro de Estado declaró que, de continuar las irregularidades en la rendición de cuentas de una de sus dependencias, el director recibiría un “apercebimiento” escrito. La palabra correcta es “apercibimiento”.
Segunda: después de poner al día a los telespectadores sobre los profusos flujos magmáticos, temblores de tierra y columnas de humo del volcán de La Palma, en las islas Canarias, el periodista aseveró que este era el volcán más violento de Europa. Pero resulta que, aunque las islas Canarias le pertenecen políticamente a España, geográficamente forman parte de África. Sí, de África, tanto como Zimbabue, Tanzania o Zambia. Sé que no es una noción del gusto de los canarios, pero no podemos ahora embarcarnos en el verneano proyecto consistente en remolcarlas unas mil millas al norte, así que resígnense a aceptarlo: las islas Canarias son parte del continente africano.
Tercera: de conformidad con una nefasta moda (¡una más!) de las que se desatan sin saber por qué en Costa Rica y son imitadas por todo el mundo, un diputado dijo que su partido “ocupa” más insumos y más recursos para llevar a cabo las metas políticas que se había fijado a sí mismo. La pandemia idiomática consistente en usar el verbo “ocupar” como sinónimo de “necesitar” es virulenta y no parece tener vacuna posible. “El presidente ocupa llevar a tres asistentes a su próximo viaje a París”. “El equipo ocupa un mejor portero y una línea defensiva más sólida si no quiere bajar a segunda división”. “El cuerpo humano ocupa una balanceada cantidad de nutrientes a fin de conservar la salud”.
Todo esto es incorrecto. El verbo “ocupar” se usa para expresar la ocupación física de un espacio por alguien o algo, verbigracia: “Los nuevos vecinos por fin vinieron a ocupar su nueva residencia”. “Las fuerzas de ocupación invadieron y tomaron posesión de todos los territorios aledaños”. “En la Anschluss Austria no se unió voluntariamente al Tercer Reich: Hitler la ocupó militarmente y la anexó a la fuerza”. Como verbo pronominal, ofrece dos significados, a los que corresponden estructuras distintas: A) Cuando significa “dedicarse a un trabajo, ejercicio o tarea”, se construye con un complemento encabezado por las preposiciones “en” o “de”: “Sara se ocupa en tender las camas”. B) Cuando significa “prestar atención o cuidados a alguien o algo”, se construye con un complemento introducido por la preposición “de”: “Tengo que ocuparme de las rosas del jardín antes de que se marchiten”.
Cuarta: un excandidato a la presidencia de la república eliminado en la primera ronda, ofreció un discurso en el que pronunció en nueve ocasiones la palabra “exigimiento”, en lugar de “exigencia”. Cosas como “Los partidos políticos deben subir el nivel de exigimiento para sus miembros más importantes”. Nueve veces, ni una menos. La etimología de este término procede del verbo activo transitivo “exigir” y del sufijo “miento” que indica acto, estado y efecto de. Análogo caso lo constituiría la palabra “sufrimiento”. Pero sucede que “exigimiento” es un anacronismo, un vocablo muerto y sepulto confortado por los santos sacramentos desde hace muchos siglos. Se usaba en tiempos del Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo, y del anónimo poema épico El Cantar del Mío Cid. Resulta ridículo usarlo en el año 2025. Soy de los que creen que algunos anacronismos pueden ser retrotraídos del olvido, y puestos nuevamente en boga, sobre todo para crear ciertos efectos estilísticos específicos. Pero los nueve “exigimientos” de nuestro excandidato no califican como tales.
Quinta: por enésima vez, un periodista hizo alusión a la “problemática” del impuesto sobre el valor agregado (IVA). Este tipo de reporteros usan la palabra “problemática” porque les suena más “chic”, más sofisticada, más intelectual que “problema”. Es el eterno pecado de la cursilería, del querer a toda costa lucir elegante, cuando sus criterios estéticos y su grado de refinamiento son a todas luces los de un zafio. El término “problemática” podría ser usado de manera genuina cuando se alude a toda una red de problemas sistémicamente vinculados, a una urdimbre que, con sus miles de nudos, constituye un sistema, más que un problema aislado. Pero el IVA no representa tal cosa. Es, de manera monda y lironda, un problema. Así de simple: un problema. No intenten magnificarlo con el término “problemática” que, a su manera es un aumentativo, y desvirtúa el sentido de la información. Idéntica situación cuando se habla de “temática” en lugar de “tema”.
Sexta: el periodista que ayer declaró que las Islas Canarias pertenecían a Europa en lugar de a África, pidió disculpas por su error y corrigió su aserto de esta forma: “De modo, amigos y amigas, que las islas Malvinas quedan efectivamente en África y no en Europa”. ¡Vaya enmienda, vaya corrección! A fin de cuentas, ya nadie sabe de qué islas estaba hablando, dónde es la erupción volcánica, y si las Canarias-Malvinas pertenecen a Europa, África o América.
Seguiremos reportando, para su solaz, cualquier nueva barrabasada que haga vibrar los micrófonos de nuestros excelsos telenoticieros. Es preciso tomar nota de cada balido, cacareo, relincho, bufido o rebuzno proferido por nuestros periodistas y hombres y mujeres públicos. Es una empresa que puede llegar a consumir cientos de páginas.