César G. Fernández Rojas, educador jubilado.
Debemos vivir agradecidos con la vida, porque una persona agradecida siempre será bendecida. Ve por la vida con paso firme, brilla con luz propia, cree en sus propias ideas, y sigue su propio camino.
Al brillar no apague la luz de otras personas. No importa el lugar que ocupa dentro de la sociedad. Lo importante se encuentra en la trascendencia de sus actuaciones: tal es la disposición al ejercer su libertad.
Al elegir la manera de convivir socialmente, hay que comprender que nuestros actos trascienden, afectan a otros y, por ello, se debe ser consciente de los efectos y las consecuencias de la conducta personal. En todos los instantes de la vida se requiere de una moral pensada, a todo nivel, en todas las instancias y en todas las personas.
Toda persona tiene una vida moral porque es responsable de sus acciones.
Para Adela Cortina y Emilio Martínez la moral no es solo un saber, ni un deber, sino sobre todo una actitud y un carácter, una disposición de la persona entera que abarca lo cognitivo y lo emotivo, las creencias y los sentimientos, la razón y la pasión, en definitiva, una disposición de ánimo (individual o comunitaria) que surge del carácter que se haya forjado previamente.
Esta caracterización de la vida moralconduce a considerar que la moral es una actitud, una disposición de buen ánimo, paratener fuerzas, coraje o arrestos suficientes para hacer frente – con altura humana- a los retos que plantea la vida. A esta moral de códigos socialmente establecidos o al enfoque personal que cada persona posee de la moral Aranguren lo llama la moral vivida.
La ciencia del bien general, al decir de Cortina y Martínez no existe; hay una variedad de doctrinas morales y una disciplina filosóficao teoría moral única, la ética, a las cuales Aranguren denomina la moral pensada.

De este modo nos estaremos refiriendo a una dimensión de la vida humana: la dimensión moral, es decir, esa faceta compartida por todos que consiste en la necesidad inevitable de tomar decisiones y llevar a cabo acciones de las que tenemos que responder ante nosotros mismos y ante los demás, necesidad que nos impulsa a buscar orientación en los principios,los valores, las virtudes y preceptos que constituyen la moral en el sentido que se ha expuesto anteriormente.(Cfr. Adela Cortina, Emilio Martínez. Ética. 3ª. Ed. Akal Ediciones. Madrid. Documento digital.2001).
Aunque somos seres sociales y vivimos en comunidad, cada persona brilla con luz propia y ello exalta la unicidad e individualidad inherente a cada ser humano. Esa luz pone de manifiesto la disposición personal, los talentos y facultades, habilidades y destrezas, características físicas, morales y espirituales, principios, valores, virtudes y preceptos que determinan, entre otros factores, la esencia única de la individualidad como riqueza que contribuye con una sociedad más diversa y enriquecedora.
Esa luz no siempre es visible para todos, pero existe en cada persona. A menudo, se necesita autoexploración o apoyo de los demás para que esa luz brille más intensamente.
Hay una interconexión luminosa en donde cada persona tiene su propia luz y todas se complementan. Así como un cielo estrellado es más bello con muchas estrellas, una sociedad brilla más cuando cada individuo comparte su luz sin eclipsar a los demás.(Imagen ilustrativa tomada de Internet).
Cuento de la India. LA PEQUEÑA LUCIÉRNAGA
“Había una vez una comunidad de luciérnagas que vivía en el interior del tronco de un altísimo lampati, uno de los árboles más majestuosos y antiguos de la India.
Cada noche, cuando todo se volvía oscuro y apenas se escuchaba el leve murmurar de un cercano río, todas las luciérnagas salían del árbol para mostrar al mundo sus maravillosos destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces, bailando al son de una música inventada para crear un sinfín de centelleos luminosos más resplandeciente que cualquier espectáculo de fuegos artificiales.
Pero entre todas las luciérnagas del lampati había una muy pequeñita a la que no le gustaba salir a volar. – No, hoy tampoco quiero salir a volar -decía todos los días la pequeña luciérnaga-. Id vosotros que yo estoy muy bien aquí en casita. Tanto sus padres como sus abuelos, hermanos y amigos esperaban con ilusión la llegada del anochecer para salir de casa y brillar en la oscuridad. Se divertían tanto que no comprendían por qué la pequeña luciérnaga no les quería acompañar. Le insistían una y otra vez, pero no había manera de convencerla. La pequeña luciérnaga siempre se negaba.
– ¡Que no quiero salir afuera! -repetía una y otra vez-. ¡Mira que sois pesados! Toda la colonia de luciérnagas estaba muy preocupada por su pequeña compañera. -Tenemos que hacer algo -se quejaba su madre-. No puede ser que siempre se quede sola en casa sin salir con nosotros. -No te preocupes, mujer -la consolaba el padre-. Ya verás como cualquier día de estos sale a volar con nosotros. Pero los días pasaban y pasaban y la pequeña luciérnaga seguía encerrada en su cuarto.
Una noche, cuando todas las luciérnagas habían salido a volar, la abuela de la pequeña se le acercó y le preguntó con mucha delicadeza: – ¿Qué es lo que ocurre, mi pequeña? ¿Por qué no quieres venir nunca con nosotros a brillar en la oscuridad? -Es que no me gusta volar-, respondió la pequeña luciérnaga. -Pero, ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu maravillosa luz? -insistió la abuela luciérnaga. -Pues… -explicó al fin la pequeña luciérnaga-. Es que para qué voy a salir si nunca podré brillar tanto como la luna. La luna es grande, y muy brillante, y yo a su lado no soy nada. Soy tan diminuta que en comparación parezco una simple chispita. Por eso siempre me quedo en casa, porque nunca podré brillar tanto como la luna.
La abuela había escuchado con atención las razones de su nieta, y le contestó: – ¡Ay, mi niña! hay una cosa de la luna que debería saber y, visto lo visto, desconoces. Si al menos salieras de vez en cuando, lo habrías descubierto, pero como siempre te quedas en el árbol, pues no lo sabes. – ¿Qué es lo que he de saber y no sé? -preguntó con impaciencia la pequeña luciérnaga. -Tienes que saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches -le contestó la abuela- La luna es tan variable que cada día es diferente. Hay días en los que es grande y majestuosa como una pelota, y brilla sin cesar en el cielo. Pero hay otros días en los que se esconde, su brillo desaparece y el mundo se queda completamente a oscuras.
– ¿De veras hay noches en las que la luna no sale? -preguntó sorprendida la pequeña luciérnaga. -Así es -le confirmó la abuela. La luna es muy cambiante. A veces crece y a veces se hace pequeñita. Hay noches en las que es grande y roja y otras en las que desaparece detrás de las nubes. En cambio, tú, mi niña, siempre brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz.
La pequeña luciérnaga estaba asombrada ante tal descubrimiento. Nunca se había imaginado que la luna pudiese cambiar y que brillase o se escondiese según los días. Y a partir de aquel día, la pequeña luciérnaga decidió salir a volar y a bailar con su familia y sus amigos. Así fue como nuestra pequeña amiguita aprendió que cada uno tiene sus cualidades y, por tanto, cada uno debe brillar con su propia luz”.(Cfr.yoga-shakti.net. https://yoga-shakti.net › categoría › cuentos-e-historias.Cuentos e historias de la India – Yoga Shakti).
Frente a las circunstancias difíciles que presenta la vida habrá quienes intentan opacar la luz ajena, que pertenece a otro; pero al ser fieles a nosotros mismos y seguir adelante, nuestra luz propia se intensifica y guía el camino seguro.
Al brillar con intensidad anima a otras personas a valorar la autenticidad de su personalidad, a que reconozca y desarrolle su propia luz, contribuyendo a una cohesión humana de luminosidad. Son personas brillando como una constelación de luz humana, como una aurora colectiva que representa la convergencia, de cada uno, de brillar con luz propia.
En un mundo lleno de luces, la verdadera belleza radica en aprender a asir el brillo único, el contenido, de cada ser humano que se atreve a iluminar su vida. Entonces, el universo enterose convierte en un espectáculo de luminiscencia infinita, donde cada chispa tiene un propósito.
Imagina un evento comunitario donde muchas personas trabajan juntas para iluminar una causa: cada individuo aporta su luz única, sus talentos y su energía. El resultado podría describirse como una constelación de esperanza que brilla con un propósito común, como las estrellas en el cielo que forman figuras y guían a quienes las observan.
Nuestra misión no es solo brillar y ser parte de la historia inmaterial, lo importante es encender a otros, para que brillen y sean parte de este patrimonio intangible de nuestra sociedad y de las organizaciones a las que pertenecemos.
Aunque cada llama es pequeña, juntas iluminan la oscuridad con una calidez colectiva que trasciende lo individual.Así juntos, formamos un cielo eterno de estrellas que inspiran, guían y transforman al espíritu humano. Que cada paso en esta vida sea una celebración de cada persona al tenor de la disciplina filosófica de la ética que permite brillarcon luz propia entre todos los demás.