Por Carlos Fernández Mora, escritor y periodista.
El expresidente de la República, don Braulio Carrillo, uno de los gobernantes de carácter fuerte que tuvo Costa Rica, tenía por costumbre visitar a sus amigos en sus propias casas.
Muy temprano de un día de Corpus Christi, don Braulio llegó a visitar a su gran amigo don Rafael Rodríguez, acaudalado finquero del Pacífico. Abre la puerta y sube las escaleras. Arriba estaba limpiando los pisos una sirvienta, y al notar la presencia del visitante, a quien no conocía y que había dejado las huellas de sus zapatos en los peldaños relucientes de la escalera, le dice:
—“Haga el favor de bajar señor, y mostrándole con el dedo índice de su mano derecha la aldaba de la puerta de entrada, le expresa: ¿Usted sabe señor para qué sirve eso?”.
El señor Carrillo, visiblemente sorprendido pero causándole gracia la ingenuidad de la sirvienta, baja las escaleras y toca la aldaba.
La muchacha, sintiéndose triunfadora de un deber doméstico bien cumplido, baja también y le dice a don Braulio:
—“¿Qué se le ofrece al señor?”.
— “Diga a don Rafael, que el señor Presidente de la República desea verlo”!…
*caricatura Noé Solano.