“La paz real no es solo la ausencia de conflictos, sino la presencia de justicia”
“El poder no da derecho. Da responsabilidad”
(Aung San Suu Kyi)
Adriana Núñez, periodista Visión CR
Ante el más terrible oleaje, el coraje femenino es el ancla a la cual asirse. Y de ello dan cuenta las vidas de mujeres que han realizado ingentes sacrificios personales en su lucha por sociedades más justas, democráticas y pacíficas con el propósito de que en ellas, se desarrollen a plenitud las nuevas generaciones.
Vivimos actualmente en una nación que pareciera navegar a la deriva por las aguas de “un río revuelto” en el que solamente unos pocos “pescadores” salen gananciosos. Y no son precisamente “pescadores de almas” como los discípulos de Jesús. Al contrario, con sus acciones -abiertamente despóticas- solamente causan desazón, frustración y violencia en miles de ciudadanos que -estupefactos y boquiabiertos- no encuentran respuestas coherentes a lo que está sucediendo en Costa Rica en materia de libertades, desarrollo, educación, salud o seguridad, por mencionar solamente los aspectos más relevantes para la vida social de un país.

Siempre he pensado que ante circunstancias así, las mujeres están llamadas a levantar sus voces serenas pero firmes. Algunas lo están haciendo. Lo vimos con el documento suscrito recientemente por decenas de féminas y de organizaciones sociales, demandando al poder ejecutivo, un “alto a las hostilidades”.
El camino para instaurar o recuperar la paz en una nación, suele ser espinoso y a veces muy largo. Pero el espíritu femenino, si se lo propone, es capaz de lograr las más significativas transformaciones.
Es por eso que, a pocos días de que la líder birmana Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de Paz 1991, cumpla 80 años -los cuales si Dios se lo permite, alcanzará el próximo 19 de junio- hemos querido presentarles esta reseña sobre su vida, múltiples sacrificios y sobre todo, acerca del ejemplo de constancia, dignidad y defensa de la paz, que le ha brindado tanto a varias generaciones de su país -denominado en nuestros días Myanmar- como a ciudadanos del mundo entero.
La “lucha sin fin” de una “orquídea de hierro”
Nacida en Birmania el 19 de junio de 1945, Aung San Suu Kyi es descendiente de una familia que jugó un papel muy importante en su nación de origen. Su padre fue el general Aung San, un líder nato, defensor de la democracia, que fundó el ejército birmano moderno y en 1947 negoció la independencia de su país del Imperio Británico.
Pero ese mismo año, mientras impulsaba la transición hacia la democracia, fue asesinado junto a media docena de sus partidarios por orden de uno de sus rivales. Pese a tan terrible acontecimiento, las conquistas que había logrado fueron fundamentales para el proceso de emancipación que se alcanzó en 1948.

Muchos ideales quedaron truncados, tras la muerte del padre. No obstante, su madre, Khin Kyi, ganó popularidad como figura política en el nuevo gobierno de Birmania y en 1960 fue nombrada embajadora en la India y Nepal, sitios a los que su hija la acompañó.
Más adelante, en 1969, Aung San Suu Kyi, se trasladó a Inglaterra, para estudiar en la Universidad de Oxford, donde conoció a su esposo, Michael Aris, con quien se casó en 1972. Juntos se instalaron en Londres y tuvieron dos hijos: Alexander y Kim, antes de que ella se viera en la necesidad de volver a Birmania en 1988, para cuidar a su madre enferma.
De regreso en su ciudad natal -donde los comunistas hacían y deshacían a su antojo-impelida por los sangrientos acontecimientos y represión militar contra estudiantes y civiles en general, Aung San Suu Kyi sintió la necesidad de involucrarse. Se incorporó a la política con un mensaje pacifista y fundó La Liga Nacional para la Democracia (LND), agrupación con la cual, según se afirmó en su momento, alcanzó una mayoría de escaños en las elecciones parlamentarias que se efectuaron en 1990, a pesar de que -con breves períodos de libertad- la líder birmana había permanecido en arresto domiciliario desde 1989. Esta condición se extendió hasta el año 2010. Por supuesto, la cúpula militar desconoció los resultados.
No obstante, un cuarto de siglo más tarde, en 2015, la LND volvió a ganar las elecciones, esta vez de manera más amplia y finalmente, asumió el gobierno.
Los esfuerzos de Aung San Suu Kyi por la democratización de Birmania han sido reconocidos internacionalmente a través de numerosos galardones; entre ellos: el Premio Sájarov por la libertad de pensamiento y el Nobel de la Paz en 1991. En el 92 recibió el Jawaharlal Nehru para el entendimiento internacional, otorgado por la India y el Simón Bolívar, por el Gobierno de Venezuela. En 2012, el gobierno de Pakistán le dio el Shaheed Benazir Bhutto por la democracia. En 2007, Canadá la hizo su ciudadana honoraria. En 2011, fue premiada con la medalla Wallenberg y en 2012, fue distinguida con la Medalla de Oro del Congreso, que es, junto con la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil de los Estados Unidos.

A pesar de dichos estímulos, los sacrificios y sufrimientos de Aung San Suu Kyi a lo largo de su vida adulta han sido enormes. Además de la separación de sus hijos durante varios años, el más grande de todos, fue no volver a ver a su esposo, quien falleció de cáncer en 1999. Se abrazaron por última vez en 1995, que fue la última ocasión en que le permitieron visitarla, estando ella aún bajo arresto, en la casa familiar. Su marido siempre la apoyó y según ella misma lo ha dicho, el dolor, primero por la imposibilidad de reunirse de nuevo y posteriormente, por su desaparición física, permanece en su interior hasta nuestros días.
Aung San Suu Kyi está presa de nuevo, La arrestaron durante el golpe de estado en Myanmar en enero de 2021, a pesar de haber sido Consejera de Estado y líder de la Liga Nacional para la Democracia en Myanmar.
No sin antes invitarles a quienes gustan de las películas biográficas, buscar en la plataforma de YouTube la cinta titulada “The Lady” (La Dama), protagonizada por la laureada actriz Michelle Yeoh, en el papel de Aung San Suu Kyi, recupero una de sus frases más significativas y oportunas: “La paz en el mundo comienza en el corazón de cada individuo”
La vida de Aung San Suu Kyi es un horror y una muestra de entereza, valentía y sacrifico. Sé don Oscar Arias Sácnhez la ayudó en un momento clave. Morirá algún día, como cualquiera de nosotros, pero no será derrotada. ¡Bravo Adriana!