César Fernández Rojas, educador jubilado.
Los humanos somos sociales y cooperativos por naturaleza. Gran parte de la historia de la civilización humana se ha fundamentado en el modo de vida de la cohesión de los grupos humanos. La conducta altruista, las costumbres sociales han beneficiado a las sociedades humanas y la moral ha sido el curso y la transición para superar los egoísmos individuales; de igual manera la cultura material e inmaterial están, también, en función del pensamiento, la creatividad y la transformación del accionar colectivo.
A pesar de este accionar colectivo, cuando tenga que decir algo, diga la verdad, pero sea moderado /a al escribir y al hablar. No hiera con palabras a quienes aprecia ni hiera su conciencia con pensamientos indeseables. Abra con prudencia los labios, dialogue, sea atento /a y respetuoso /a; sea alegre y practica la amistad, el compañerismo y la solidaridad.
La cultura contribuye con la educación en el cultivo de los conocimientos humanos y su refinamiento, por medio del ejercicio de las facultades intelectuales y afectivo emocionales. Por medio de la ética se cultivan los valores y florecen las virtudes.
En este sentido la cultura coincide con la educación en la formación de la ética y la moral, porque el ser humano alcanza su plenitud con el fortalecimiento de la vida espiritual, los valores de la familia, la vida democrática y los valores del civismo, los valores del trabajo y la seguridad social, los valores de la sensibilidad por la naturaleza y el arte, los valores del desarrollo científico y tecnológico, los valores de la capacidad técnica para estimar los oficios, los valores del bienestar, la recreación y el tiempo libre.
No hay verdadera libertad sino a través de los valores y las virtudes. Porque actuar libremente es el actuar connatural de la inteligencia y voluntad conjugadas, para hacer el bien, integralmente. Son conductas que requieren, por una parte, el surgir de la intimidad de estas facultades sin coacción; y, por otro, el dirigirse hacia el bien, porque la libertad es una perfección, en armonía con la dignidad, la prudencia, el respeto, la justicia, el amor por la paz y el bien común. Por tanto, no hay libertad verdadera mientras no tenga por fin el bien verdadero.
Las buenas prácticas inclusivas propician el empoderamiento delos equipos de trabajo. No importa en qué o dónde trabaje todas las personas son iguales como parte del equipo, junto al líder o la lideresa, quien da la visión general del proyecto, busca el consenso, la cohesión y la unidad del equipo, en un ambiente de respeto y amistad.
Hay que adaptarse a la apertura con otras organizaciones sociales, ir más allá de la integración de los grupos, derribar barreras de incomprensión, aprender a trabajar donde se puede ser fuente de aprovechamiento para mejorar la calidad de vida. Las relaciones sociales del equipo llevan la sinergia de las tareas asignadas, pero lo que une al equipo es el aprecio, la motivación, el respeto y el compromiso mutuo adquiridos para llevar adelante los procesos y los logros compartidos.
Estimar los oficios. La cultura refiere a costumbres, actividades o comportamientos transmitidos de una generación a otra y somos conscientes de estos comportamientos. La educación y la cultura se asocian con la libertad y la concepción de los valores fundamentales que se entrelazan con los valores fundamentales, ya que son el vehículo para humanizar el conocimiento y las nuevas formas de conciencia que permiten romper las hegemonías. Hay que honrar los oficios para sentirse honrados de tenerlos. Ser competentes para ejercer la responsabilidad que se asigna, para comprender los objetivos de la organización y para que se comprometan con ellos. Para tener una sociedad equitativa hay que crear la base esencial de la sociedad, por medio de los principios, la ética, los valores y virtudes morales.
El cultus ánima (el cultivo del espíritu humano, cultivar el alma), es para la ética como para la cultura la visión integral de la formación de la personalidad (lo que los griegos llamaron paideia); la cultura entendida como todo lo que los seres humanos realizamos para saber utilizar beneficiosamente la naturaleza, mejorar el ambiente natural y adaptarlo a nuestras necesidades, fines y valores. En este sentido, la educación, la cultura, la ética y la moral se empeñan en armonizar la naturaleza humana con el entorno natural, el medio ambiente y la naturaleza física, los organismos, la biodiversidad y la vida silvestre.
Al internalizar y practicar la educación activa orientada al bienestar general de la nación y el ecosistema, las personas llegan a desarrollar un mayor sentido de humanidad y comprender mejor las experiencias y sentimientos de los demás, y el respeto a nuestro planeta. Así, los valores esenciales guían nuestras acciones y decisiones, también ayudan a conectarnos profundamente con nuestra propia humanidad con la de los demás, así como por la protección del ambiente, el uso racional de los recursos naturales y el fomento de las fuentes energéticas limpias.
Estar conscientes de los valores esenciales para una sociedad del futuro: La humildad, la prudencia, la gratitud, la convicción, el respeto, el bien común, el compromiso y la vocación de servicio. Es el microcosmos del ser interior, insondable, íntimo, lo que se siente en profundidad, ese êthos: fuente, origen, morada interior desde la cual se origina la predisposición del ser humano para hacer el bien.
La raíz de la que brotan todos los actos humanos, nuestra consciencia, esa dimensión de la existencia que hay que educar y cultivar para desarrollar el proceso de crecimiento; el camino para llegar a ser humano maduro, completo, integral y humanizado.(Imagen con fines ilustrativos tomada de Internet).
Para García López, cada persona es una subjetividad irrepetible, irremplazable. Es sustancia de naturaleza corpórea, viviente, sensitiva, racional, [social, cultural] y espiritual. Cada quien vale por sí mismo. Dueño de sus actos. Forjador de su propio destino. Lo verdaderamente humano es ser tratado como persona. Pese a mudar su apariencia y su mundo interior se sigue reconociendo lo mismo. Por ser persona no tiene fronteras. Su entendimiento busca la verdad, el bien común, ser sin restricción e ideal en su conciencia. Cuando está abierto a todo, se es de alguna manera todo. Posee atributos comunes (universales). (Jesús García López. Libro: El sistema de las virtudes humanas. 1986).
Aristóteles menciona: el alma (el espíritu humano) es en cierto modo todas las cosas. Según García López: El alma humana, alma racional o espiritual […] el alma del hombre [y la mujer] es espiritual, en tanto, no agota su cometido al ser alma en la forma vivificante de un cuerpo, ya que, al trascender esa función suya, es capaz de subsistir por sí misma en la medida en que el alma humana espiritual es también inmortal.
Dice san Agustín: El alma humana, a la que llamamos principio intelectivo, es incorruptible […]; menciona García: pero el espíritu no es realmente distinto del alma en el seno del compuesto humano. Se trata solo de dos aspectos conceptualmente distintos de la misma y única realidad. Porque el alma humana es a la vez alma y espíritu; alma en cuanto anima al cuerpo y lo organiza o estructura, y espíritu en cuanto trasciende el ámbito de lo corporal. (Ibíd. Jesús García López).
Si conceptuamos los valores como las virtudes adquiridas al calor del modelado de los actos humanos y a la manifestación de los hábitos operativos buenos, como lo mencionó David Isaacs se considera la virtud (areté): como un fin, principio, actitud, hábito o acción positiva. Valores y virtudes son cualidades personales, fuerzas internas, convicciones, disposiciones estables y firmes para actuar bien. Del latín valere que significa robustez, fortaleza y es el conjunto de cualidades por las que un objeto, idea o persona es apreciado.(Cfr. Jesús García López, El Sistema de las Virtudes Humanas, 1998).
Helena María Fonseca Ospina, publica en Foro de La Nación el artículo: Cerebro y Educación. “La comprensión de la realidad necesita de un “dualismo cognitivo”, afirma el filósofo británico Roger Scruton. Dos modos de conocimiento distintos pero paralelos. Ello me lleva a reflexionar sobre la importancia que tiene el complementar las distintas formas de pensar, sentir y comunicar. La percepción de la realidad puede tener versiones alternas. Lentes distintos.
Si queremos generar certidumbre en un ambiente incierto necesitamos competitividad y colaboración. Resolución y comunicación. Vigorosidad y asertividad. Necesitamos ser sistemáticos, pero también empáticos. Independientes e interdependientes. Racionales e intuitivos. Son precisamente las diferencias las que nos complementan y enriquecen. Nos dotan de un sano equilibrio para un desarrollo justo e integral.
A modo de ejemplo, en una mesa de negociación podemos encontrar a una persona que tiene un enfoque preciso y analítico. Goza de una visión lineal. Puede carecer de matices, generalizar y llegar a conclusiones rápidas y definitivas. Para llegar a acuerdos, a resoluciones necesitaremos una persona que sea flexible, abierta y sin prejuicios. Que no busque controlar una situación sino comprenderla. Que sepa matizar y ser consciente del contexto.
El psiquiatra británico Iain McGilchrist distingue cuatro portales principales de acceso al conocimiento: la atención, la percepción, la inteligencia -cognitiva, social y emocional- y la creatividad. Propone un nuevo paradigma cultural basado en lo que se puede aprender por medio de la ciencia y la razón en combinación con la intuición y la imaginación. Señala que ambas perspectivas, la del hemisferio izquierdo y derecho del cerebro, son vitales para nuestra supervivencia. Por su parte, la genética afirma que hombres y mujeres nacemos con el cerebro programado de modo diferente.
En palabras de Louann Brizendine, neuropsiquiatra de la Universidad de Columbia: “No existe un cerebro unisex. Si en nombre de la corrección política intentamos refutar la influencia de la biología en el cerebro, empezaremos a combatir nuestra propia naturaleza”. Estudios e investigaciones recientes demuestran la existencia de un diformismo sexual cerebral generado incluso antes del nacimiento.
Hombres y mujeres conocemos, pensamos y amamos de forma distinta. Tenemos ritmos de madurez distintos. El cerebro masculino está organizado de manera más compacta y eficiente para el procesamiento de información visual y espacial.
Predomina en él el conocimiento abstracto. Lo masculino genera muchas alternativas que lo femenino logra evaluar muy bien por el predominio en la mujer del conocimiento experimental.
La mente de una mujer está dotada para un tipo de pensamiento holístico e integral. El del hombre es más lineal o consecutivo. Lo femenino tiende a la determinación de políticas. Lo masculino a la fijación de objetivos. A la hora de tomar decisiones, los hombres son analíticos y suelen basarse en procesos de cálculos, fórmula y deducción. La resolución femenina suele ser más elaborada, larga y equilibrada. La mujer puede pensar en media docena de cosas a un tiempo y planificarlas de forma coherente. Es muy organizada y eficaz porque, al ser madre muchas veces, sabe lo que es planificar cada instante. La creatividad, el detalle, la imaginación y la diferenciación son valores altamente cotizados y muy femeninos.
Un gran desafío para este siglo XXI es promover nuevos escenarios desde la educación para atender esta triada de igualdad, diferencia y complementariedad. La antropología, la psicología del desarrollo, la sociología y la neurociencia confirman este fundamento. El fracaso escolar es una preocupación de nuestro sistema educativo. Existe un fuerte componente sexual en dicho fracaso. Se manejan variables como edad, raza, nivel económico pero las diferencias entre el sexo masculino y femenino no se toman en cuenta.
Diferencia según género. La variable ´sexo´ es relevante en el ámbito educativo. Determinante, básica y esencial. Si la ignoramos no solucionaremos las altas cifras de fracaso y abandono escolar. Existen diferencias innatas en los cerebros femenino y masculino que les dotan de habilidades cognitivas diferentes. Ignorarlas en el aprendizaje de los niños y las niñas provocará frustración, incomprensión y fracaso escolar en último término de muchos jóvenes.
Expertos afirman que se debe buscar una interacción entre educadores y científicos cerebrales. En países desarrollados estas experiencias dan excelentes resultados prácticos. Como afirman Sarah Jayne Blakemore y Uta Firth, autoras del libro Cómo aprende el Cerebro, las claves para la Educación: “El conocimiento de cómo aprende el cerebro tendrá un gran impacto en la educación. Comprender los mecanismos cerebrales que subyacen al aprendizaje podría transformar las estrategias educativas y permitirnos idear programas que optimizaran el aprendizaje”.
Vivimos en una sociedad donde cada vez la esfera privada está más cerca de la esfera pública. Hombres y mujeres debemos conciliar asuntos de gran calibre en nuestros proyectos vitales. Debemos incidir en la educación de nuestros hijos y en políticas públicas que fortalezcan a la familia. A nuestra cultura plural. Pienso que un asunto de gran calibre es el alarmante invierno demográfico por el que atraviesa nuestro país. Definitivamente la educación tiene muchos asuntos que repensar”.(Cfr. Helena María Fonseca Ospina: Cerebro y Educación. Foro periódico La Nación. 20 diciembre 2024).
Estas reflexiones me llevan a replantear una renovación educativa, nueva y vigorosa: La educación costarricense requiere un sustrato epistemológico académico, humanista y socio constructivista, con enfoque holístico e integral, fundamentado en un proceso curricular general centrado el currículum de las humanidades clásicas para enfatizar el estudio de obras literarias, filosóficas y artísticas históricamente esenciales.
Además, el curriculum para disfrutar la sabiduría universal con la inclusión de obras que han marcado el pensamiento y la cultura a nivel global; un currículum de competencias del Siglo XXI para enfatizar habilidades como el pensamiento crítico, la creatividad, la colaboración y la comunicación; currículum de las ciencias, la investigación, la innovación y la tecnología sustentado en la importancia de la alfabetización digital, la programación, la robótica, las competencias tecnológicas y la IA; currículum de la sostenibilidad y la ciudadanía global, centrado en temas como el cambio climático, la biodiversidad, la sostenibilidad, la armonización de la naturaleza humana con el entorno natural, el medio ambiente, la naturaleza física, los organismos, la biodiversidad y la vida silvestre; currículum de habilidades para la vida: incluye habilidades prácticas y emocionales como la gestión financiera, la salud mental, el bienestar, la resolución de conflictos, la justicia social y la ciudadanía global; currículum del emprendimiento y el liderazgo: focalizado en el desarrollo de habilidades blandas, empresariales y el trabajo en equipo; currículum de la salud y el bienestar para destacar la importancia de la sensibilidad ante la naturaleza y el arte, la educación física, la nutrición, la salud mental y el bienestar emocional.
Todo ello, transversado, por medio de un aprendizaje holístico de relaciones e interconexiones, con un currículum centrado en la ética y la formación de valores, como herramienta poderosa para desarrollar individuos íntegros y responsables. Currículum de los principios éticos y la moralidad para enfatizar el desarrollo de los principios, las virtudes y valores fundamentales para la vida. Currículum para la preparación de ciudadanos conscientes y comprometidos con los valores del civismo, el trabajo y la seguridad social, la capacidad técnica de los oficios, su comunidad y su nación. Currículum de la integridad, la dignidad, la prudencia, el respeto y el compromiso, para vivir estos principios en uno mismo y con los demás. Currículum del desarrollo ético y humano: enfocado, en los Derechos Humanos, los Fines de la Educación Costarricense, la igualdad de género, la alteridad, para el crecimiento personal por medio del entendimiento y la práctica de valores éticos. (Cfr. Auxilium a IA).