Mario Rodríguez, abogado y comunicador.
La violencia en casi todas sus manifestaciones suele tener una naturaleza de carácter cíclico, pues, se repite de forma continua, así pasa, por ejemplo, con la violencia de género, la cual emerge con pequeños micromachismos, luego se dan fases de tensión (agresiones verbales, violencia económica, etc.), hasta que se suele alcanzar el clímax con agresiones físicas, para posteriormente encontrar una tensa calma con la etapa de la “luna de miel” (“arrepentimiento), iniciando nuevamente.
Asimismo, la violencia en el fútbol tico se da de la misma forma, torneo tras torneo, con algunas sutiles diferencias, pero casi siempre con resultados bochornosos, y posteriores lágrimas de cocodrilo, en donde los protagonistas dicen estar arrepentidos.
El tema de la violencia en los partidos de fútbol no es cosa menor; por el contrario, hay que recordar sucesos acaecidos en otros lares, con la finalidad de evitar replicarlos.
Por ejemplo, la tragedia de Heysel, en Bélgica, en donde previo a la final de la Copa de Europa de Clubes (1985), entre Juventus y Liverpool, fallecieron 39 aficionados; también, la desgracia del “Mateo Flores”, con 84 fallecidos, y más de 200 heridos, previo a un encuentro entre Guatemala y Costa Rica; y recientemente, en Guinea- Conakri (2024), en donde, luego de una polémica decisión arbitral, se iniciaron disputas entre aficionados, con un saldo de 56 personas sin vida, ¿Queremos esto en Costa Rica?
Recientemente, a raíz de las series finales del fútbol criollo, observamos episodios vergonzosos, tanto en el Saprissa- CSH, como en el Liga- CSH. En el caso del primero, se circunscribió a agresiones que involucraron a algunos jugadores “morados”, y rápidamente se solucionó el conato de pelea, con sanciones importantes para los locales. Con relación al segundo evento, este fue realmente complejo, pues desde días previos se anticipaba que se iban a dar contratiempos si el equipo local no lograba el cetro nacional.
Probablemente, el origen de todo esto, proviene de la tensión acumulada, debido a los deseos de la afición, y los resultados no correspondidos durante los últimos 11 años.
Los aficionados rojinegros casi siempre llenan el “Morera Soto”, con las ilusiones intactas, y por ello una amplia mayoría cree tener el derecho de realizar reproches a sus dirigentes/ jugadores, lo cual hace crecer la tensión, la presión, y esto da al traste año tras año con los objetivos de la institución.
La historia no miente. Por ejemplo, el Cartaginés estuvo 80 años sin conseguir un título nacional, el “Team” se mantuvo 19 años sin obtener un campeonato nacional; en el béisbol estadounidense, son famosas las rachas que tuvieron los Medias Rojas (86 años), y los Cubs de Chicago con 108 años. No debe ser nada fácil manejar ese tipo de apretujamiento, en donde se pone a prueba la fidelidad de los seguidores, y la resiliencia de los jugadores/ dirigentes, pero en ningún caso se justifica la violencia.
Volviendo al país, previo a la final, fue notable la falta de sentido común dirigencial, pues a pesar de toda la presión se permitió que miembros de la barra organizada llegasen hasta el hotel de concentración del equipo, supuestamente, con la finalidad de externar su apoyo, lo cual considero fue totalmente inoportuno, ya que, los jugadores profesionales claramente, conocen sus obligaciones; por ello, este tipo de acciones lo que hacen es acrecentar esa angustia que se cierne sobre los protagonistas, incluidas sus familias.
Y, para muestra un botón, pues, luego de la derrota en el primer partido de la final, en horas de la madrugada, algunos aficionados llegaron a increpar a los jugadores a su propio estadio, también, cerca del CAR manudo apareció en uno de los puentes de la ruta 27 lo siguiente: “HDP GANEN O MUERAN. LA LIGA SE RESPETA”, y todo esto generó una reacción preventiva de parte de la Fuerza Pública, con la intención de evitar todo lo que finalmente sucedió en el cierre del campeonato.
En igual sentido, la policía administrativa se equivocó, dando espacio para el diálogo con la barra oficial del equipo local, lo cual considero era innecesario, pues ni la “12”, ni la “Garra”, ni la “Ultra” deben tener estos espacios, siendo su única obligación el comportarse de forma adecuada dentro y fuera de los estadios. Así de simple.
Eso sí, hay que ser claros en el sentido de que la histeria colectiva luego de la victoria florense estuvo en varias secciones del estadio, y en las afueras también, no involucrando exclusivamente a la barra de la “12”.
Con relación a lo sucedido dentro y fuera del estadio, no es necesario exponer cada una de las acciones bochornosas, pero, ya es hora de dejar de lado el romanticismo de la FIFA, y volver a colocar vallas altas, incluso, con alambrado que impida el acceso de los aficionados a la cancha, pues, en reiteradas ocasiones ha quedado demostrado que no tenemos la educación suficiente para respetar que los rivales celebren en campo ajeno.
También, los dirigentes deben entender que a ellos se les debe exigir “cabeza fría”, por ende, es inadmisible que se pretenda coartar el ejercicio de la libertad de expresión y de prensa, tal y como lo dejó plasmado un reconocido periodista radial.
Sanciones
Finalmente, se anunciaron sanciones ejemplares, pero estas se quedaron muy cortas, producto de una posición acomodada de todos los clubes de fútbol. Por ende, es el momento de reformar las normas disciplinarias, y establecer sanciones que abarquen partidos a puerta cerrada, tal y como sucede en otras latitudes.
En cuanto a los aficionados, si usted es padre de familia, debe tomarse muy en serio las advertencias que se hagan por parte de las autoridades, por ello, no se debería acudir con hijos menores de edad, ni con adultos mayores a los estadios. Lo sucedido, no constituye un buen ejemplo para los niños, y -como buenos padres de familia- debemos velar por el interés superior de nuestros hijos, empezando por evitar su asistencia a dichos recintos, los cuales parecen estar sacando lo peor del ser costarricense, con violencia verbal, física, manifestaciones homofóbicas, xenófobas, etc.
Muy importante, absolutamente nada justifica la violencia en contra del prójimo, y menos en perjuicio de la autoridad policial, por eso, hagamos un acto de contrición colectivo, gestemos una cultura de paz/ legalidad, educando con el ejemplo a los niños, para así volver con tranquilidad a los estadios, convirtiendo a estos en lugares seguros para la familia.