Mario Rodríguez, comunicador.
Hace unos días, escuchaba una noticia en RTVE en la que expertos explicaban las consecuencias del cambio climático, especialmente en cuanto al aumento de las temperaturas, esto porque en el hemisferio norte se encuentran en verano, lo cual para los europeos es sinónimo de calor intenso y vacaciones.
Recuerdo que, hace 15 años me encontraba en Madrid, y fue impresionante ver en las pantallas de las paradas de buses, donde se marcaban los 40 grados. Si bien, el calor era muy diferente al que percibimos en Liberia, Golfito, o Jicaral, lo cierto es que quemaba la piel.
Pues bien, si usted gusta de ver las noticias de España, podrá percatarse que, cuando se entrevistan a las personas, la gran mayoría se queja en demasía del calor, y exponen que cada año empeora la situación, sobre todo al momento de conciliar el sueño.
Por ende, es indudable, la imperiosa necesidad de poner mucha atención al cambio climático, debido a las múltiples consecuencias negativas que repercuten en todos los seres vivos. Por ejemplo, en Monteverde ya se ha podido establecer que ciertas especies de aves están pernoctando cada vez a mayor altitud. Además, los países del Golfo Pérsico están experimentando lluvias torrenciales, y esto está trayendo el dengue, principalmente a Emiratos Árabes Unidos. Y, un estudio elaborado en Argentina, por parte del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), reveló que: “Las olas de calor son una amenaza para la fertilidad masculina”, o sea, alarmas por doquier para la supervivencia de la vida, tal cual la conocemos.
Ahora bien, retomando el tema inicial, los científicos entrevistados por la cadena de noticias citada, efectivamente, reconocían que cada año el verano se vuelve más caliente, y exponían algunas ideas ejecutadas en las comunidades con la finalidad de atenuar el calor intenso. Por ejemplo, en ciudades tanto de Europa, como en Norteamérica, se está implementando una práctica consistente en remover el asfalto y el concreto de los parques, y en su lugar, están sembrando árboles.
Me llamó tremendamente la atención, el observar en las noticias, como los jóvenes con pico y pala, y ante un sol abrasador quitaban el concreto, y lo sustituían por árboles autóctonos. En el mismo sentido, comentaban los expertos que, aunque sembrar árboles es una buena opción, debe priorizarse no cortar ni eliminar los árboles ya existentes, ya que, estos aportan una sombra inmediata, y se convierten en elementos que disminuyen la sensación térmica.
Y se preguntará ¿por qué pongo este ejemplo? Por dos razones, una muy positiva, y otra, extremadamente preocupante. Informaba La Nación.com, que, un grupo de vecinos de Belén, interpusieron un recurso de amparo, con la finalidad de evitar la tala de un árbol de la especie Copey, con una edad superior a los 70 años, ello ante los deseos del INCOFER, y del SINAC por derribarlo.
De inmediato, se puede concluir que, estos vecinos entendieron completamente la relevancia de un árbol, sobre todo, en una zona tan comercial, y residencial como Belén de Heredia, la cual ha ido perdiendo por el “desarrollo” urbano esa condición de lugar rural, y, sobre todo, la capa boscosa del cantón. Por consiguiente, ese árbol que protegieron de la aniquilación– los 40 vecinos firmantes-, no sólo les brinda sombra, sino es el hogar de aves y diversos animales, embellece el entorno, y reduce el calor en la zona, y, por si fuera poco, ayuda a eliminar el dióxido de carbono que producimos los humanos.
De este modo, el Tribunal Constitucional, en resolución Nº 17568-2024, del 24 de junioanterior, dispuso que, ni SINAC ni INCOFER tienen la competencia para avalar la corta de un árbol, si no, lo correcto es interponer un proceso sumario de derribo, ante el Juzgado Agrario competente en cada caso. Y lo más relevante, es que la Sala IV concluye que“… estas omisiones son contrarias a la obligación del Estado de tomar medidas para conservar y preservar el ambiente, y resalta la necesaria coordinación entre las instituciones para garantizar la protección integral del ambiente” (https://www.nacion.com/el-pais/servicios/arbol-de-copey-con-mas-de-70-anos-se-salvo-de-tala/MC5A6OVKUZGOTMKER32NEZC5ZU/story/).
Lastimosamente, no todo son buenas noticias. Pues en días recientes, los medios de comunicación informaron sobre la deforestación provocada en el caribe sur. Lo anteriormente señalado ha provocado una serie de reacciones, pero, es sumamente triste escuchar la opinión de personas que minimizan dichas acciones, sobre todo cuando deberían ser los más comprometidos en el respeto y protección de los recursos naturales del Estado.
Al respecto, acudo a un pronunciamiento judicial que permite entender este tema que se está abordando en todo el país, veamos:
“Ya se ha dicho que la protección del suelo de los bosques consagrada en las normas de repetida cita, no termina o se suspende cuando por actos de seres humanos (incendios provocados, talas ilegales, etc.) o por hechos de la naturaleza (inundaciones, terremotos, incendios, etc.) el bosque viene a menos; todo lo contrario, esas situaciones imponen al Estado mayor agresividad en la recuperación y conservación del bosque. Pensar que el deber de protección del suelo forestal y de otros elementos del bosque termina por cualquiera de los hechos indicados, estimularía actividades ilícitas lesivas del medio ambiente, para sustituir la ecología por explotaciones agrícolas o de otra naturaleza, con lo que no habría protección verdadera; es decir, el espacio ocupado por los bosques es irreductible por esas, en eso consiste el principio de irreductibilidad del bosque. De este modo, cualquiera que lesione el bosque con tala o incendios con el propósito de cambiar el destino del terreno, o cualquiera que pretenda obtener provecho de desastres naturales que dañen el suelo forestal, debe comprender que no hay forma posible de cambiar el destino del suelo, y que el Estado hará cuanto sea para recuperar el bosque…” (Voto No 2003- 396, Tribunal de Casación Penal de San José).
Para finalizar, un aplauso fuerte para los vecinos de Belén, quienes nos han dado un monumental ejemplo, y, nos demuestran que, hay mecanismos jurídicos en esta democracia costarricense, para hacer valer nuestro derecho a un ambiente sano, tal y como lo indica el artículo 50 de nuestra Carta Magna, debiéndose recordar, tal y como lo expuso el Papa Francisco, nuestra obligación de cuidar nuestra única casa común (“Laudato si”).