“La voz tiene poder, la gente escucha cuando hablamos; no se trata de combatir el terrorismo con la violencia sino con las palabras”. (Malala Yousafzai. Activista y Premio Nobel de la Paz en 2014)
“Si nos quitan la libertad de expresión nos quedamos mudos y silenciosos y nos pueden guiar como ovejas al matadero”. (George Washington, primer presidente de los Estados Unidos)
(Foto de portada: momento en que Donald J. Trump se juramenta como nuevo presidente de los Estados Unidos)
Adriana Núñez, periodista Visión CR
De acuerdo con los artículos de varias publicaciones digitales, movimientos religiosos y otras instituciones que promueven la libertad y la paz, la famosa cultura “Woke” (vocablo asociado con el concepto de “despertar”) de la que muchos hacen gala y que sin embargo, ha sido rechazada por amplias mayorías incluso a nivel político, describe “a un sector particularmente activo de los estudiantes norteamericanos, convencidos de ser unos cruzados de la justicia social, movilizados particularmente por las cuestiones de “raza” y “género” y dispuestos -a cualquier precio- a emprender un juicio definitivo contra el mundo occidental y en particular, contra el hombre blanco, que lo encarnaría en toda su abyección”.
Así lo refirió el sociólogo, filósofo, escritor e intelectual canadiense, Mathieu Bock-Côté en una columna de opinión publicada ya hace más de 3 años- en la cual afirmó que dicho movimiento es conocido “por su extremismo e incluso por su fanatismo” pues quienes lo integran están convencidos de ser los dueños de la verdad, la justicia y el bien. Y es que una cosa es el «despertar» de la conciencia, que conduce a relaciones más éticas y consideradas con el prójimo, el medio ambiente, etc. y otra muy diferente es la manipulación del concepto para violentar el orden social o simplemente justificar cualquier tipo de conducta.
Tal ha sido el extremismo de esta corriente que en 2019, Barack Obama -siendo aún presidente de los Estados Unidos- advirtió a los estudiantes que sus pretensiones de ser los únicos “despiertos” o los “iluminados” en medio de una “masa dormida” o anclada en el pasado, no harían más que “multiplicar las tensiones en una sociedad ya muy polarizada”.
De acuerdo con el sociólogo canadiense Bock-Coté, todo el poder de esa ideología que se entronizó en un amplio segmento social en diversas naciones, además de la norteamericana, “proviene de su manipulación “orwelliana” del lenguaje: sus teóricos y militantes se inventan una neo lengua de la diversidad, que funciona a modo de trampa ideológica”, al mejor estilo de un sistema político opresivo y autoritario, similar al de la novela “1984” de George Orwell.
En realidad el término “Woke” que ya se utilizaba en 1940, resurgió con fuerza en la última década, según lo revela la BBC, “con el nacimiento del movimiento Black Lives Matter, que se originó en el rechazo a la brutalidad policial hacia personas afrodescendientes. Pero su uso se generalizó más allá de la comunidad negra y empezó a emplearse para significar algo más amplio.”
Hasta el diccionario Merriam-Webster, indica que el vocablo, “se usa con desaprobación para referirse a alguien políticamente liberal (como en asuntos de justicia racial y social) que actúa especialmente de una manera que se considera irrazonable o extrema”.
¿Y por qué -a pesar de su pretensión de justicia social- el calificativo de “Woke” ha llegado a usarse para designar ideas y conductas prácticamente absurdas, insensatas e incluso impositivas y violentas?
Según algunos políticos, incluidos el presidente argentino Javier Milei, entre otros aspectos porque “el gran yunque que aparece como denominador común de los países que están fracasando es el virus mental de esa ideología. Esta es la gran epidemia que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar; colonizó las instituciones más importantes del mundo”. Durante un discurso reciente ante el Foro Económico Mundial, Milei agregó que quienes forman parte de ese movimiento procuran siempre “penalizar el disenso”. Es decir, paradójicamente, repelen a cualquiera que piense diferente. Exigen respeto para sus posiciones pero no aceptan a quienes mantienen posturas distintas.
Características de la ideología Woke:
Aunque de boca hacia afuera propugnan la inclusión, el respeto y la diversidad, lo cierto es que además de introducir en distintas organizaciones e instituciones sus criterios a toda costa, quienes conforman el movimiento son frecuentemente percibidos como extremistas y fanáticos, porque definitivamente no persiguen consensos y tal y como lo narró en televisión internacional la política estadounidense Tammy Bruce, si no comulgas con ellos “te pueden tirar cosas. Puedes ser agredido físicamente -como efectivamente le ocurrió al escritor Salman Rushdie, novelista indio-británico – e incluso, “te pueden apuñalar en la maldita garganta si no les caes bien».
Ciertamente, la nueva corriente “Woke” abarca incluso tanto lo público como el ámbito de lo privado incluso en nuestro país, donde nos llegó de rebote, ya que en muchas oficinas y empresas, mientras lo ideal -tal y como lo indica la Constitución Política- es no hacer distinciones por sexo, raza o condición social, sino centrarse en las aptitudes y conocimientos de los aspirantes, se imponen en nuestros días cuotas al contratar empleados, que en muchos casos, no cumplen con las expectativas profesionales de los contratantes. Pero se les incluye a dedo porque representan algún segmento en particular.
Muchos indican que esa ideología radica en mantener e intentar imponer puntos de vista asociados a la izquierda y al “progresismo”, relacionándolos con la “defensa” de minorías étnicas y sociales, de los grupos LGTBQ, feminismo extremo, etc. En ese camino, atacan las normas legales establecidas, los valores sociales, los programas educativos y hasta la religión ajena. Y por supuesto, provocan caos mientras luchan por ganar adeptos entre personas jóvenes y “rebeldes”.
Según la periodista Rebeca Argudo, del diario español La Razón, en 2021 se filtró “un documento interno de la ONU, una guía sobre lenguaje inclusivo, en el que se instaba a evitar felicitar la Navidad deseando solamente “felices fiestas” para no citar el hecho que da pie a la celebración: el nacimiento de Jesucristo; según la propuesta, decir “Feliz Navidad” podría afectar la sensibilidad de personas con “tradiciones religiosas diferentes».
Lo curioso de ese fenómeno, es que -al menos en el ámbito electoral-en los Estados Unidos, donde surgió el movimiento “Woke,” ante el desorden e inestabilidad que ha sembrado, consecuentemente ha tenido que enfrentar una sensible pérdida de apoyo ciudadano, reacción que se vio claramente reflejada en el triunfo por mayoría arrolladora de Donald J. Trump, quien recientemente asumió su mandato como 47 Presidente de esa nación tras recibir 77. 302 ,580 votos.
¿Error de los millones de votantes? ¿Consecuencia de tantas imposiciones, degradación moral y caos? No lo sabemos. El caso es que a pesar de los berreos de algunos “dioses” de Hollywood, con plena libertad para emitir su criterio, los electores le han dado un giro de 360 grados al rumbo ideológico, religioso y político de ese país.