José Luis Valverde, periodista.
Sin decir “¡agua va!”, el secretario general del Partido Liberación Nacional, Miguel Guillén Salazar, suscribe y adhiere la propuesta de Frente Amplio, de conjuntar fuerzas políticas de cara a las elecciones del 2026.
Pareciera el deja vu (lo ya vivido) con la partida de Ottón Solís Fallas, para fundar el Partido Acción Ciudadana (PAC), la posterior filiación de Mariano Figueres Olsen y Luis Guillermo Solís Rivera.
De esa rama desgajada de Liberación Nacional, nacieron las presidencias del propio Luis Guillermo, posteriormente Carlos Alvarado Quesada y el Hijo del Chofer de don Pepe, (José Figueres Ferrer) como se autodenominó el actual gobernante Rodrigo Chaves Robles.
VERSIÓN 3.0
De lograrse la fusión propuesta por el Frente Amplio, estaríamos ante la versión 3.0 del liberacionismo.
Liberación Nacional, no sale de una para meterse en otra, la otrora gloriosa divisa electoral, hace tiempo secuestrada por los Figueres Olsen, Araya Monge, Álvarez Desanti, quienes la convirtieron en su feudo particular.
Guillén Salazar se mandó sin paracaídas, acoge la tesis de Toño Álvarez, el tránsfuga que va y viene, según la conveniencia, para preservar la cuota de poder, seguir medrando de la política.
En Liberación hay un cisma interno, varios jugando a los dados la túnica del redentor.
SIN RUMBO.
Al frente, el panorama no es distinto, en la Unidad Socialcristiana, algunos procuran rescatar el legado histórico, otros vendidos por dádivas de puestos en bancos, organismos internacionales y embajadas.
El denominado chavismo es un monstruo al que cada día parece brotarle una nueva cabeza.
Es inimaginable pensar quién ocupará la silla presidencial en menos de dos años.
Guillén Salazar, como el número nueve en el fútbol, busca colocarse en el área para meter el gol (posiblemente la diputación).
Lo cierto, a esta altura del encuentro, nadie conoce el resultado de la mejenga.