Ni culpas ni barro
José Luis Valverde, periodista
La revocatoria de la visa de los Estados Unidos, al dos veces presidente de la república y premio Nobel de la Paz, sacudió en mundo político nacional e internacional. Esa es la estatura de Oscar Arias Sánchez, posiblemente el más universal de los gobernantes en la historia patria.
MAGNÁNIMO
Con la madurez y sabiduría de los años, su paso por las grandes ligas de la política mundial, se plantó frente a la prensa inquisidora, deseosa de escucharlo repartir culpas y agravios, en su defecto, apareció el hombre afable, tranquilo, magnánimo, aceptó con profunda vocación democrática, la decisión soberana de los gobernantes de la primera potencia universal.
Oscar Arias recogió la antorcha de manos de otro costarricense excepcional José Figueres Ferrer, quien muy joven lo designó su ministro de Planificación, en adelante, nunca renunció a su vocación Política (con letra mayúscula).
VIRTUDES Y DEFECTOS.
Humano al fin, como el árbol generoso en sus frutos, a veces apaleado, este reconocimiento a Oscar Arias Sánchez, lo escribo consciente, a sabiendas de saberme atacado desde lugares tan diversos como Vietnam, Afganistán, Rusia, los distintos lugares del orbe donde brotan seres imaginarios, inexistentes por tanto en la vida real.
La revocatoria del permiso de ingreso a los Estados Unidos de América, al exgobernante y Nobel de la Paz, no es asunto menor, sólo una figura de su talla, como cuando le fue conferido en Suecia el prestigioso honor, volverá a colocar a la diminuta Costa Rica, en los titulares noticiosos de mundo.
Cuando las personas han dejado sus cargos, tan sólo queda la estela, con espíritu magnánimo, agradecido, resta únicamente decirle: ¡Gracias don Oscar, su paso por la existencia no ha sido en vano!
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