María Isabel Solís Ramírez, periodista y salubrista.
Cada 14 de noviembre, Día Mundial contra la Diabetes, es una oportunidad inigualable para reflexionar sobre esta enfermedad que es escasamente comprendida por el personal de salud y menos por los y las pacientes que son sus víctimas.
Lamentablemente, esta enfermedad crónica que afecta a cerca de un 15% de la población costarricense, según la Encuesta de Factores de Riesgo Cardiovascular de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), va en aumento y como país estamos haciendo muy poco para detener su avance. Se trata de un mal que, si no se controla adecuadamente, se va a convertir en un serio flagelo porque sus consecuencias en distintos sistemas y órganos son muy severas.
La diabetes es una importante causa de amputación, especialmente de extremidades inferiores, en el mes de marzo de este año, en este mismo espacio, señalamos que en el año 2022, en los diferentes hospitales de la CCSS se realizaron 783 amputaciones a causa de este mal.
Pero el problema no acaba allí. La diabetes es la responsable de otra enfermedad conocida como retinopatía diabética una importante causa de ceguera en Costa Rica y en el mundo solo superada por las cataratas. Adicionalmente, la diabetes daña considerablemente el corazón provocando cardiopatías y los riñones al punto de provocar insuficiencia renal.
Pero aún hay más. La diabetes es responsable de favorecer la presentación de demencias en las personas que la padecen y que no se controlan en forma óptima. Las demencias vasculares son frecuentes en nuestro medio, solo superadas por las de tipo Alzhéimer. La diabetes, sin duda, es causante de morbilidad, discapacidad y muerte en el territorio nacional.
Pero me atrevo a decir que son muy pocas las personas que se preocupan verdaderamente por esta enfermedad y he escuchado a muchos pacientes que han sido diagnosticados con este mal decir: “afortunadamente yo tengo la diabetes buena”, refiriéndose a que padecen la diabetes tipo 2 y no la 1. En esta última el organismo de las personas que la padecen no producen insulina y se detectan a corta edad, en estos casos se dice que son insulinodependientes, en la 2, los pacientes pueden ser que produzcan insulina, pero no en las cantidades que el organismo la necesita.
También me he encontrado con pacientes que al preguntárseles si se miden frecuentemente los niveles de azúcar en sangre, dicen que no, que únicamente lo hacen cuando van donde el médico. ¿Entonces, cómo saben cuándo sus niveles de azúcar en sangre están alterados?
Otras de las preguntas que suelo hacer a quienes se hacen mediciones con cierta frecuencia es sobre los valores y un día de estos un amigo me contestó: siempre la tengo en ayunas en 220. Esa cifra es normal para mí. Me pregunto: ¿Quién le dio esa información errónea?
Se me crispa el pelo cuando veo a una persona diabética que no ha comprendido que la clave del tratamiento contra esta enfermedad crónica está basada en una triada: una adecuada alimentación, disciplina farmacológica y el ejercicio diario sin que ninguno de los tres sea opcional.
¿No entiendo tampoco el por qué, las mediciones de azúcar en sangre por micrométodo no forman parte del protocolo que se usa en los diferentes servicios de salud públicos o privados como se hace con la presión arterial, el peso o la talla?
Sin duda falta mucha que hacer contra la diabetes. Se requiere una adecuada educación al paciente para que comprenda lo dañina que es la enfermedad y el por qué es urgente cuidarse y mantenerla bajo control, pues solo así podremos reducir las descompensaciones que produce este mal, la morbilidad, la discapacidad y la muerte.
El Día Mundial contra la Diabetes debe servir para estas reflexiones y no simplemente como un día comercial en el que pululan los diferentes productos existentes en el mercado.