Luis Paulino Vargas Solís
Hablemos del proyecto “jaguar 2.0”. Olvidemos, por un instante, la resolución que la Sala Constitucional dio a conocer apenas el día de ayer. Hagámonos como que nos devolvemos al momento en que el proyecto fue presentado, allá en un triste lugar de Zapote. Supongamos, además, que somos un grupo de personas pensantes, a quienes no les da pereza ni miedo usar su inteligencia.
Hay dos conclusiones a las que, entonces, arribaremos sin darle mucha vuelta al asunto:
1) es un proyecto inconstitucional;
2) es un proyecto que favorece la arbitrariedad en el uso de los recursos públicos, y que, por lo tanto, constituye una especie de permiso, sin límite de suma, para la corrupción.
Todavía podríamos hacernos otra pregunta: ¿a qué tipo de persona se le podría ocurrir tal esperpento? Pues evidentemente a alguien que tiene una mentalidad corrupta y que, muy posiblemente, gusta de actuar en forma corrupta. En resumidas cuentas: a un corrupto de padre y señor.
Ustedes saben a quién me refiero. Innecesario decirlo.
Si esa persona, que propone algo tan corrompido y maloliente, lo justifica aduciendo que es porque la Contraloría “le atraviesa el caballo”, tendremos entonces un cuadro más completo: se trata de un sujeto que, aparte lo corrupto, es un vago de marca mayor, al cual le da tanta, pero tanta pereza ponerse a trabajar para resolver las cosas, que no tiene empacho en proponer cochinadas corruptas con tal de facilitarse su trabajo.
Hace dos días, un grupito de seguidores de tan siniestro personaje desfiló por calles josefinas, para expresar su apoyo a una señora que ha hecho de la institución más importante de la seguridad social de Costa Rica –la Caja– un antro de corrupción. Nada más vean la foto adjunta. En el círculo amarillo la señora “apoyada”.
Tal es el mayor “logro” que ese tipo puede exhibir: que haya gente dispuesta a vitorear la corrupción.
Un fenómeno inédito en la historia de Costa Rica.
