Una isla donde se permite soñar

Una isla donde se permite soñar

Erwin Wino Knohr*, Revista Visión CR.

La Terceira del Archipiélago Dos Açores, perteneciente a Portugal, es una isla rodeada por el Océano Atlántico, dejando una ilusión de convencer a las personas lejanas que vale la pena venir a visitarla .

Al llegar al aeropuerto, después de un vuelo de un poco más de dos horas, los trámites de migración son expeditos, a pesar de los vuelos que llegan a la misma hora.

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Panorámica de la ciudad.

Justo a la salida de la terminal en un pequeño rótulo fosforescente sostenido por un amigable isleño se leía: “Adosinda Rodrígues”, nombre de mi prima y parte del grupo compuesto por mi esposa Sandra, mi hijo Cristian y Adérito, esposo de Adosinda.

Afuera nos esperaba un microbús, conducido por el mismo portador del rótulo luminoso, que desde que nos vio no paró de hablar en un portugués difícil de entender.

Durante el trayecto al hotel nos contó la historia, las costumbres, las comidas, las atracciones, y quizás hasta la vida sexual de los habitantes. Al menos creo esa fue la parte que entendí. Era un tipo de esos que desde el inicio le cae bien al más amargado turista.

Habíamos alquilado un carro Mercedes Benz , que durante cuatro días nos serviría para recorrer la Isla. Al llegar al hotel le preguntamos al portador del rótulo luminoso que donde podíamos recoger el carro. Levantó los brazos en exclamación de asombro y nos dijo: “¿El carro?…, el carro hay que recogerlo a la salida del aeropuerto”.

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El nombre de Terceira hace referencia a que fue la tercera isla del archipiélago en ser descubierta en 1430 después de Santa María y la de San Miguel.

Tiene 18 km de ancho por 29 de largo y una superficie de unos 400 km cuadrados. El punto más alto está a 1022 mts en la Sierra de Santa Bárbara, zona oeste, y su capital es Angra do Heroismo. Tiene aproximadamente 56 mil habitantes.

Terceira invita a disfrutar la vida en esta isla. Es un lugar deseado para vivir una vida distinta. Podría decir que es uno de los lugares más relajantes que había sentido en el mundo. Nunca había visto unos pastizales tan verdes. Un verde tan profundo como el verde compuesto para una pintura al óleo.

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Es un lugar como pocos.

No conozco un lugar con tanto cielo. Terceira es cielo y mar. Es un lugar como hay pocos. Al ser una Isla en medio del Océano, el clima durante todo el año es estable con temperaturas que se mantienen por los 15 grados celsius durante el día y por la noche baja en invierno hasta los seis o siete grados. Llueve y la neblina se apodera de las partes altas en la Sierra Santa Bárbara.

Los coches traídos del continente invadieron la isla, pero nadie ordena el tránsito aunque cada familia tiene al menos un automóvil para transportarse. Las calles pavimentadas y las más viejillas de adoquines están en perfecto estado.

Cuando se transita por los diferentes lugares primero es difícil creer que sea una ciudad. Segundo que sea parte de Portugal pero conforme se camina y llega a los restaurantes, los miradores y sitios históricos de a poco escuchas y te convences que es una extensión del continente. Tercero que sea tan igual. Desde el que tiene una o dos vacas, un pequeño bote para la pesca y una casita y el que maneja cientos de vacas, produce leche, queso y carne y tiene una casa de dos pisos.

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Isla Terceira ,Donde la fiesta continúa

El que tiene dinero no lo pavonea o al menos no parece que lo presume, porque lo mismo da verlo montado en su carro que manejando un tractor y arreando las vacas en las parcelas llenas de pasto. Parece que todo está bajo control, o al menos eso parece ser para que todo funcione.

Es lunes 30 de diciembre en las afueras del centro de la ciudad en un restaurante esperando el almuerzo, hay familias, parejas, gente alegre. Se acerca el año nuevo y muchos ya están de vacaciones.

La especialidad es la carne y los mariscos. La carne es gustosa, muy suave y preparada de muchas maneras. Quizás la más apetitosa es la que en la mesa se cocina sobre una piedra candescente, que al llevarla a la boca se deshace como un pedazo de papa cocida.

Todos esperan que llegue el 31, último día del 2024, para celebrar el año nuevo en el parque de la ciudad y luego caminar por las calles hacia la orilla del mar para ver los fuegos artificiales que le darán la bienvenida al nuevo año junto a un brindis con champán.

En la cena no podía faltar la Alcatra, un guiso de ternera cocido lentamente en una olla de barro con vino, ajo, laurel y especias. Su sabor es intenso y la ternura el resultado de las largas horas de cocción.

El primer día del nuevo año fue de resaca, especial para recorrer la costa preñada de aguas azules que reventaban, hasta llegar a un restaurante atendido por el dueño y sus dos hijas.

La comida espectacular: atún ahumado, arroz con pulpo, sopa, lapas greliadas, vino blanco, sin faltar la sobremesa y el café.

Mientras el sol se llevaba la tarde, señal de que era tiempo de regresar, las olas seguían reventando sobre las rocas, produciendo un sonido de sirenas invitando a regresar a una isla, donde lo único que no estaba permitido era no soñar

* El autor tiene una Maestría en Comunicación. Licenciatura en Periodismo y Educación Física. Además es entrenador de Futbol y Baloncesto.

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