Y ahora, Palmares

Y ahora, Palmares

Jacques Sagot, pianista y escritor.

 

Sí, soy muy necio.  El amor es necio, y yo amo a mi país.  Si la crítica no es, fundamentalmente, un acto de amor, entonces no sirve para nada.  Por eso voy a hablar hoy de otra (¡hay tantas!) saturnal del encanallamiento, ya sólidamente institucionalizada en nuestro país.

Cantón de Palmares - Guías Costa Rica
Ciudad de Palmares.

Originaria de Francia, mi familia es oriunda de Palmares, de ahí quizás la intensidad con la que he reaccionado ante la situación que me apresto a describir.  Hace un año mi gran amigo Gaetano Pandolfo me mandó un editorial de su autoría, publicado en La República, y titulado “Terremoto en Palmares”.  En él describía el desmoralizante paisaje humano de estas fiestas, más concurridas ya que las de Zapote.  Borrachos por todas partes, gente yaciendo en el suelo entre la inmundicia y el caminar indiferente de los pasantes.  Y aquí seré sexista: la borrachera es siempre un espectáculo deplorable, pero me perturba mucho más, no sé por qué, ver a una mujer intoxicada, que a un hombre en idéntica situación.  Y era precisamente a las muchachas -muchas de ellas jovencísimas- a las que se refería Gaetano.

Ya al salir de San José, los buses y busetas van atiborrados de gente.  Hay personas en total estado de enajenación etílica, vomitando, desmadejadas sobre sus asientos.  Mujeres que dejan colgar sus senos desnudos por las ventanas del vehículo.  Y no es el clarín del pánico moral el que quiero aquí hacer sonar.  Nadie se ha muerto nunca por ver un par de senos.  Es lo que eso dice de tales mujeres: la necesidad de estallar, la desesperada ansia de libertad, de ser ellas mismas: esos senos al viento son un manifiesto: queremos (como diría Pascal) “convertirnos en lo que somos”, que nos dejen enloquecer si nos da la gana, que nos quiten esta camisola de fuerza, que nos liberen de este sistema represivo y asfixiante, que la sociedad sustituya el “deber” por el “querer”… ¡basta de alienación laboral, identitaria, cultural!

Fiestas Palmares | Palmares

Tengo en mi mano las estadísticas: ¿sabía usted que Palmares es –después de Oktoberfest-, el lugar en el mundo en el que más cerveza se consume?  No se lo esperaban, ¿verdad?  A mí también me costó creerlo.  Pero esa es la realidad.  Lo certifica el National Center on  Alcohol Abuse and Alcoholism (NCAAA).

Ya a partir de Grecia, el tránsito a Palmares es tan denso que a los conductores les toma de tres a cuatro horas llegar a “la tierra prometida” (lo que duraría un vuelo San José –Dallas).  Y una vez ahí, es la claustrofobia: las dos salidas posibles, por Atenas o por Naranjo, están llenas de carros que avanzan lentos, pegados unos a otros, como un pesado flujo de magma volcánica.

El vómito, la hediondez, el olor a comida insalubremente preparada, la gente se apretuja, nadie respeta el perímetro físico de nadie, la promiscuidad de la turbamulta.

Llamé a una de las secretarias del hospital de San Ramón para verificar si la violencia era tal cual me la describían.  Este fue su testimonio: “Aquí a la gente que viene herida durante las fiestas -y eso es todas las noches- les decimos “los palmareados”.  Viene gente con fracturas, con excoriaciones, con heridas profundas, borrachos al borde de la muerte.  Hace unos años, una muchacha se perdió entre la muchedumbre: tres hombres se ofrecieron a ayudarla a encontrar a sus papás.  Lo que hicieron fue conducirla a un rincón oscuro: ahí la violaron, y asesinaron.  Nunca fueron encontrados.  Los heridos de toros son cosa de todos los días.  A veces los entrevistan: “¿Y qué le pasó a usted?”  “No, no, yo estoy bien: sólo se me fracturó el fémur, se me quebraron dos costillas, se me luxó la clavícula y se me “zafó” el tobillo; nada serio”.  Nada serio, sí, nada serio.  Tal vez más serio sea el caso del muchacho al que un toro mató el año pasado.  El circo romano: “¡Salud, César: los que van a morir os saludan!”.

De Palmares y sus cosas! – Hola es Lola
Palmares es –después de Oktoberfest-, el lugar en el mundo en el que más cerveza se consume.

Y la señora siguió: “Aquí se han dado casos de unas cinco o seis violaciones, eso en el hospital ya no escandaliza a nadie.  Hace unos años un vendedor ambulante golpeó sin querer a una persona que por ahí pasaba (un golpe ligero: no fue una agresión).  Se armó un pleito, uno de ellos sacó un puñal y se lo clavó al otro en la entraña hasta la empuñadura.  Llegó al hospital muerto”.

¡Y los toros!  Electrocutar a un pobre animal para que salga pegando brincos, persiguiendo a veinte forajidos que atizan a la infortunada bestia, desconcertada, extenuada, babeante.  Versión “charraleada” de las aberrantes masacres taurinas de España y México.

¡Y eso es lo que llaman “cultura popular”!  ¿Eso es lo que debemos “rescatar”, “defender”, “preservar”, “atesorar”?  ¿Es esa nuestra identidad cultural?  ¿No habrá otra por ahí, más noble y valiosa, que estamos descuidando?  Por favor, señores, señoras: tratando de apologizarlo, no insulten a “ese que llaman pueblo” (Fabián Dobles).  Decir que esa es nuestra “cultura popular” es decir que nuestro pueblo es un hervidero de pachucos en tremolina, de seres primitivos, de ruindad, vulgaridad, criminalidad, violencia, alcoholismo.  ¿Ese es nuestro pueblo?  ¿De veras?  ¿Están seguros?  ¿Esas violaciones?  ¿Esas puñaladas?  ¿Esos pobres diablos destripados entre la boñiga de una plaza de toros?  ¿Esas fracturas y excoriaciones?  ¿Esa bacanal de borrachos?  ¿Esas vomitadas?  ¿Esas mujeres con los senos colgando por las ventanas del bus?  ¿Ese es nuestro pueblo?  ¿Están seguros de estar seguros?

Toros!, ¡Toros! Conozca cuánto costará la entrada a las corridas de Palmares | La Teja
Versión “charraleada” de las aberrantes masacres taurinas de España y México.

Porque si así es, aquí no hay nada que “rescatar” y sí mucho que corregir.  ¡Qué curiosa inversión de valores, que quienes imputan estos vicios sean tildados de elitistas, y que quienes los defienden sean ungidos paladines del pueblo!  Ahhh… nuestros sofistas de cafetín, la demagogia populacherista (no es lo mismo que populista): ¡qué fácil y qué vil, hacerse aplaudir adulando a un pueblo que necesita desesperadamente educación, no estiércol, vómito y sangre!

    

 

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