Armando Vargas Araya, periodista.
Entre los centenares de artículos de prensa sobre el deceso del presidente Jimmy Carter, me ha estimulado este aparecido hoy en “The New York Times”. Lo he traducido para compartirlo aquí, ojalá para ser leído con criterio costarricense. ¿No es, acaso, como un espejo que refleja perplejidades de la coyuntura nacional?
Por Thomas L. Friedman, columnista de opinión sobre Relaciones Exteriores. Ganador de tres premios Pulitzer, es autor de siete libros, entre ellos “De Beirut a Jerusalén”, galardonado con el Premio Nacional del Libro.
Al reflexionar sobre la muerte de Jimmy Carter, mi mente saltó a la serie de Apple TV+ “For All Mankind”, un drama de realidad alternativa que imagina cómo habría sido el mundo si hubiesen sido los soviéticos, y no los estadounidenses, quienes caminaran de primero sobre la luna, durante la carrera espacial de la Guerra Fría.
La realidad alternativa que me gustaría escribir es en honor a Carter: ¿Cómo habría sido diferente el mundo si el presidente Ronald Reagan no hubiese retirado los paneles solares que Carter había instalado en el techo de la Casa Blanca con el propósito de impulsar la industria solar e inspirar a los estadounidenses a adoptar energías limpias tras la crisis del petróleo y las interminables colas en las gasolineras de los años de 1970?
Carter y su familia utilizaron personalmente esos paneles solares tan básicos. De aproximadamente tres metros de largo y uno de ancho, absorbían los rayos del sol y alimentaban un calentador de agua para sus habitaciones y la cafetería de la Casa Blanca.
Sí, Carter tuvo algunos errores, pero se adelantó mucho a su tiempo en materia de energía limpia. El hombre tenía una imaginación mucho más rica en lo que respecta a la energía de lo que se le atribuye. Se trataba de mucho más que bajar el termostato e insinuar que los estadounidenses deberían ponerse un suéter.
En mi realidad alternativa – llamémosla “Persiguiendo el sol para toda la humanidad” – Reagan, en lugar de ordenar que se retiraran los toscos paneles solares de Carter en 1986, habría duplicado su apuesta por la energía solar. Habría ordenado a todos los edificios del gobierno estadounidense que instalaran celdas solares fotovoltaicas avanzadas en los techos, porque las celdas solares fotovoltaicas eran cada vez más viables comercialmente en los años de 1980 y podían convertir los rayos del sol en corriente eléctrica. Como resultado, Estados Unidos se habría convertido en la Arabia Saudita de los paneles solares.
Dios mío, ¡qué diferente podría haber sido el mundo!
Hubiéramos podido mejorar la tecnología fotovoltaica más pronto y haber reducido más rápidamente el precio de los paneles de celdas solares en la curva costo-volumen, de modo que hoy casi todos los edificios y hogares en Estados Unidos podrían funcionar con energía solar, todos los países pobres habrían podido utilizar la energía solar. Nunca hubiéramos librado otra guerra por el petróleo, el cambio climático se habría frenado, y Carter y Reagan habrían sido cincelados en el Monte Rushmore como los padres de la independencia energética estadounidense.
No sucedió así, mas no porque Carter no lo intentara. En un fascinante ensayo de 2010 en la revista “Scientific American”, David Biello escribió un cálido recuerdo de Carter, el pionero de la energía solar:
“El 20 de junio de 1979, la administración Carter instaló 32 paneles diseñados para captar los rayos del sol y utilizar la energía resultante para calentar agua. Esto es lo que Carter predijo en la ceremonia de inauguración: ´En el año 2000, este calentador de agua solar que hoy se inaugura, seguirá aquí suministrando energía barata y eficiente… Dentro de una generación, este calentador solar podrá ser una curiosidad, una pieza de museo, un ejemplo de un camino no recorrido o quizá solo una pequeña parte de una de las mayores y más emocionantes aventuras jamás emprendidas por el pueblo estadounidense”.
Las predicciones de Carter fueron acertadas y erróneas. La próxima generación de innovación solar basada en celdas solares fotovoltaicas se ha convertido de hecho en una de las formas más baratas de producir energía limpia, pero se necesitaron unos 40 años, no 20, para llegar allí. Podríamos haber alcanzado ese hito antes si los sucesores de Carter hubieran compartido su visión y perseverancia. Por desgracia, no lo hicieron. Los paneles solares de la Casa Blanca de Carter también son un símbolo: no tanto del camino abandonado sino del camino que no se tomó lo suficientemente rápido en Estados Unidos.
Por cierto, Carter también tenía razón en que sus paneles podrían terminar algún día en un museo. Pero nunca hubiera podido anticipar que uno de esos chunches estaría en un museo en China, que sí tomó con prontitud el camino solar.
Como señaló Biello, después de que Reagan retirara los paneles en 1986, uno de los 32 se salvó y ahora está en el Museo Nacional de Historia Smithsonian, Washington DC, otro en la Biblioteca-museo Carter, Atlanta, y otro – ¡increíble! – “está en la colección del Museo de Ciencia y Tecnología Solar en Dezhou, China. Huang Ming, presidente de Himin Solar Energy Group Co., el mayor fabricante de calentadores de agua solares del mundo, aceptó la donación para su exhibición permanente allí el 5 de agosto”.
Puede que Reagan no le pusiera atención a Carter, pero Beijing sí. Los paneles solares fotovoltaicos fabricados en China son cualquier cosa menos piezas de museo en la China actual. China controla un 80 por ciento de la cadena de suministro de paneles solares fotovoltaicos del mundo, está en proceso de construcción de casi el doble de capacidad solar que la Unión Europea y más del triple que Estados Unidos.
A diferencia de Estados Unidos, China dispuso financiación estatal durante décadas con tal de dominar la industria solar. China no padeció una política de energía renovable que cambiase cada cuatro u ocho años, como sucedió con las transiciones de Carter a Reagan y del presidente Barack Obama al presidente Donald Trump, y ahora del presidente Joe Biden al presidente electo Trump. ¡Qué tontería!
Carter había fijado en 1979 el objetivo visionario de que Estados Unidos obtuviera el 20 por ciento de sus necesidades energéticas de fuentes renovables para el año 2000. Después de aproximadamente el doble de ese tiempo, las energías renovables representan ahora el 20 por ciento de la generación de electricidad estadounidense, pero gran parte es eólica e hidroeléctrica. La energía solar representa aproximadamente el cuatro por ciento de la generación eléctrica total de Estados Unidos.
Una razón es que Reagan se alejó de la energía solar y en su lugar favoreció la explotación de nuestros combustibles fósiles baratos. “Para 1986”, señaló Biello, “la administración Reagan había anulado los presupuestos de investigación y desarrollo de energías renovables del entonces incipiente Ministerio de Energía y eliminado las exenciones fiscales para el despliegue de turbinas eólicas y tecnologías solares, condenando al país a depender de combustibles fósiles baratos pero contaminantes, a menudo de proveedores extranjeros”. Una vez más, fue ese año cuando el equipo de Reagan desmontó discretamente los paneles solares de Carter mientras se daba mantenimiento al techo de la Casa Blanca.
Siempre se requiere paciencia para visibilizar el verdadero legado de un presidente. Durante los 20 años posteriores a la presidencia de Carter, muchos vieron sus paneles solares en la Casa Blanca como elefantes blancos, símbolos de un presidente ingenuo, excesivamente liberal y soñador. Pero 20 años después de esos primeros 20 años, la visión de Carter de un Estados Unidos fuerte con energía renovable propia parece increíblemente progresista: la base necesaria para un Estados Unidos más seguro económica, ambiental y geopolíticamente.
Resulta que el legado energético de Reagan también es complejo en retrospectiva. Al duplicar su apuesta por los combustibles fósiles (y al mismo tiempo estimular a Arabia Saudita a bombear más petróleo), Reagan ayudó a reducir el precio mundial del petróleo crudo a alrededor de 20 dólares el barril a finales de los años de 1980.
Fue parte de una estrategia deliberada y exitosa para llevar a la quiebra a la Unión Soviética, que vivía de las exportaciones de petróleo y gas. Eso ayudó a derribar el Muro de Berlín y liberar a Europa del Este. Y allanó el camino para la consolidación y expansión de la Unión Europea, que hoy es un gran impulsor de la energía limpia y la mitigación del cambio climático.
Quería escribir sobre los paneles solares de Carter como recordatorio de que los símbolos (como los paneles solares en el techo de la Casa Blanca) son un aspecto subestimado del liderazgo. Mi amigo Andy Karsner, que fue viceministro de Energía para Eficiencia Energética y Energías Renovables durante la presidencia de George W. Bush, y ayudó a persuadir a Bush para que fuese el primer presidente en iluminar el árbol de Navidad de la Casa Blanca con bombillas LED súper eficientes, me comentó una vez: “El simbolismo cuenta en política. Se trata de convertir la imaginación en demostración, para que la gente pueda comprender de manera tangible lo que puede ser un futuro mejor”.
Eso es lo que inspira la “persistencia”, añadió, y la persistencia es lo que te lleva a cruzar la línea de meta.
Puede ser que Carter tuviese sus tropiezos como presidente, pero su visión y persistencia en la energía solar – al igual que su visión y persistencia en la paz en Oriente Medio – merecen ser iluminadas brillantemente hoy, de preferencia con bombillas LED alimentadas por energía solar.
Ilustración. El presidente Carter anuncia en 1979 su política pública de energía solar, frente al techo del costado oeste de la Casa Blanca.
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