Zatopek revolucionó el atletismo

Zatopek revolucionó el atletismo

Fernando Fernández, Revista Visión CR.

En los Juegos Olímpicos de Río, en el 2016, los atletas que representaban a la República Checa llevaban un pequeño dibujo en suuniforme. Era un autorretrato en forma de dibujo animado que solía formar parte del autógrafo de Emil Zatopek, el gran héroe deportivo del país.

Pero Zatopek fue mucho más que eso: al inicio de los años 50 era una megaestrella mundial. No solo por sus cinco oros olímpicos y 18 récords mundiales; también por la forma en la que corría. Imbatido en los 10.000 metros durante seis años, dominó y revolucionó su deporte. Sus tres oros en fondo en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 (incluido su debut victorioso en maratón) es una hazaña que seguramente no se repita en la historia. Su sistema de entrenamiento, desarrollado por el mismo, de un alto volumen de entrenamientos de intervalos fue ridiculizado al principio e imitado por todos después, y desde luego transformó la forma en la que los atletas de larga distancia se preparan.

Emil Zatopek: la locomotora humana - Grandes leyendas del atletismo

Y después estaba su personalidad: ingenioso, encantador, amable. A los aficionados les encantaba su estilo visiblemente agónico, lo que convertía en dramática la experiencia de verle. Los rivales le amaban por su humor y deportividad. Transcendía el deporte. Era el Muhammad Ali de su día.

Más adelante, su fama se evaporó. Solo una década después de su retirada, cayó víctima del régimen comunista de Checoslovaquia. Un valiente campeón del ‘socialismo con rostro humano’ fue expulsado de la vida pública después de que la invasión soviética aplastara la Primavera de Praga en agosto en 1968. Durante años trabajó de forma itinerante, viviendo en una caravana, lejos de su casa y de su adorada esposa. Después de una serie de arrepentimientos públicos, llegó a ser rehabilitado, pero su reputación nunca volvió a ser la misma. El hombre que una vez había sido el deportista más famoso del mundo se convirtió en una figura con sombras, con una historia envuelta en mitos y rumores, y cada vez más, olvidada.

El trabajo ético

El hombre nombrado por Runner’s World en 2013 como el mejor corredor de todos los tiempos no era el más dotado por la naturaleza. Su mejor marca en 800m fue de 1:58.7; y en los 1.500m, de 3:52.8. Incluso comparado con sus rivales en la larga distancia, él carecía claramente de pura velocidad: el belga Gaston Reiff y el británico Christopher Chatawey eran respectivamente siete y nueve segundos más rápidos en los 1.500m. El pulso en reposo de Zatopek estaba en sus 50; su presión en sangre, cuando empezó su carrera, era relativamente alta. En resumen, era un tipo relativamente normal. Los genes no le hicieron excepcional. Fue su dedicación al entrenamiento: su voluntad para perseverar.

Emil Zatopek: el hombre que cambió el running

Ni en circunstancias ni en genética nació con ventaja. En contraste con los tipos privilegiados que habían dominado la competición olímpica, Zatopek creció en la pobreza. Se hizo grande a través del trabajo. En palabras del entrenador australiano Percy Cerutty, «se ganó por sí mismo cada centímetro de un camino muy duro».

Zatopek creía que lo que un hombre quiere, lo consigue. Eso le llevó al esfuerzo, la persistencia, una alegre indiferencia a la incomodidad. «El dolor es algo misericordioso», explica, «si dura sin interrupción, se opaca». Si quieres llegar a algo como corredor, es un pensamiento que vale la pena, como esta otra perla de la sabiduría zatopekiana: «La fuerza de la voluntad aumenta con cada tarea cumplida».

Sigue adelante

Zatopek no inventó, como muchas veces se cuenta, el entrenamiento por intervalos, pero lo usó para transformar su deporte. Convencido de que el secreto del running era aprender a correr rápido («Ya sé cómo correr lento»), desarrolló un riguroso sistema de rápidas repeticiones, con trotes de recuperación despiadadamente cortos. No había que esperar a que el pulso y la recuperación volvieran a la normalidad. Todo tendría que ir rápido.

Habiendo refinado su método, lo aplicó en volúmenes cada vez más alucinantes. A mediados de los años 50, daba hasta 100 vueltas rápidas de 400 metros al día, con descansos de 150m entre medias.

Cuando desarrolló por primera vez este régimen de intervalos de alto volumen en sus entrenamientos, sus compañeros se horrorizaban. «Todo el mundo decía, ‘Emil, eres tonto’. Pero cuando gané el Europeo, dijeron ‘Emil, eres un genio'», recuerda.

«Antes de Zatopek, nadie se había dado cuenta de que era humanamente posible entrenar tan duro», escribió Fred Wilt, el campeón de Estados Unidos de 10.000m y gurú del entrenamiento. Otros rivales como Chataway, el olímpico que ejerció de liebre el día que Roger Bannister bajó de cuatro minutos en la milla, tenía otra forma de verlo: «Para mi y para muchos otros, simplemente era más de lo que podíamos soportar».

El tiempo ha demostrado que Zatopek estaba en lo cierto. Sus métodos han sido modificados y refinados, pero resulta complicado encontrar un atleta de élite en fondo cuyo régimen de entrenamientos no muestre la influencia del checo.

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Innovación

Zatopek no tenía secreto. Era demasiado generoso y hablador para guardarlo. Pero tenía una mente científica. Estudió química de joven, y desde el momento en el que empezó a correr en serio, exploró maneras hasta entonces no probadas de mejorar su rendimiento. Los primeros incluyeron contener la respiración hasta el desmayo, comer hojas jóvenes de abedul (como los ciervos que corren rápido, explicó), probar dientes de león y ajo, beber una mezcla de zumo de limón y tiza para elevar sus niveles de vitamina C y calcio.

Los últimos experimentos incluían carreras con carga. Su viuda, Dana Zatopkova, cuestiona la leyenda de que la llevaba habitualmente en su espalda mientras entrenaba. Solo lo hizo una vez, insiste, después de que le rompiera accidentalmente una pierna al lanzar a Dana al Río. Pero sí hizo al menos una sesión de entrenamiento con un niño sobre sus hombros, y acabó lesionándose por este tipo de prácticas al inicio de 1956. Cuando llegó 6º en el maratón olímpico de Melbourne todavía se estaba recuperando de la habitación de hernia.

Ninguno de estos específicos experimentos puede decirse que hayan tenido un fuerte impacto entre los fondistas de élite. Pero esa mentalidad, la idea de que el reto de correr más rápido deba abordarse con ingenio y ciencia empírica, y de que ninguna ganancia es demasiado marginal para ser inútil, está en el corazón de la ciencia deportiva contemporánea.

Dana a Emil Zátopkovi | příběh velké lásky
Emil Zátopkovi con Dana, su esposa, finalmente viuda.

Fuerza interior

La filosofía de entrenamiento de Zatopek no era solo física. También enseñaba a su mente a lidiar con el dolor y la incomodidad. Su contemporáneos le recuerdan entrenando al aire libre cual fuera el tiempo, a veces llevando tres chándales para soportar el gélido invierno checo. Zatopek creía que los beneficios psicológicos eran tan importantes como los kilómetros de más hechos aquellos días. «Hay una gran ventaja en entrenar bajo condiciones no favorables, porque la diferencia entonces es un tremendo alivio en carrera».

Cuanto más hacía, cree, más dureza desarrollaba. «Cuando una persona entrena una vez, no ocurre nada. Cuando se fuerza a hacer una cosa cientos o miles de veces, entonces desarrolla algo más que físico. ¿Está lloviendo? No importa. ¿Estoy cansado? Tampoco importa. La fuerza de voluntad no debe ser nunca un problema.

Si Zatopek no tenía un especial talento físico, sí poseía una habilidad excepcional para recuperarse del esfuerzo. Su pulso volvía a la normalidad muy rápido tras una carrera dura o una sesión de entrenamiento y, lo que es más importante, sus músculos se recomponían a gran velocidad, especialmente a medida que se acumulaban los años de kilometraje (se estimó que en total en su carrera corrió más de 80.000 kilómetros, el equivalente a dar dos veces la vuelta a la Tierra por la línea ecuatorial en 18 años).

Hoy nació Emil Zátopek la Locomotora Humana - Viviendo Praga

Este poder significó que podía machacarse hasta la extenuación en una sesión de entrenamiento monstruosa y completar otra al día siguiente. Quizá había un componente genético, pero también está claro que desarrolló estos poderes al incrementar su carga de trabajo a través de los años.

Valentía

El entrenador húngaro Klement Kerssenbrock fue el primero que descubrió la capacidad de Zatopek para responder a la fatiga acelerando. «Si Zatopek se siente cansado y tiene la idea de que la velocidad está bajando, inmediatamente intenta incrementar el ritmo», escribió en 1949. El propio atleta lo resumió en una de sus frases motivacionales. «Si no puedes seguir, ve más rápido». No tiene ningún sentido, pero es una de esas sentencias que le hacen grande.

Para los escépticos, solo cabe revisar la grabación de su victoria en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952. Durante cuatro años, tras su derrota con Reiff en Londres 1948, había practicado su final. Toda su estrategia se basó en el supuesto de poder ganar a sus rivales con un devastador sprint final de 400 metros. Y eso que en solo 100 metros cayó de la primera posición a la cuarta. Su mundo se desmoronaba, parecía que sufría una tortura. Pero en lugar de sucumbir, se recupera y acorta la distancia que le separa de Chataway, del alemán Hebert Schade y el francés Alain Mimoun. En la última curva, los cuatro van juntos. Entonces Zatopek convoca lo que otro cronista llamó «la fuerza de los ángeles». En un frenesí de autoconfianza y determinación, se va a por una victoria dramática. Los expertos podrán discutir sobre si la genética o los hábitos de entrenamiento le dieron ventaja. Para cualquiera que esté mirando, la respuesta es obvia: fue valiente.

Autoconocimiento

«Muchas veces corría como un perro loco», admitió Zatopek al final de su vida. «Pero era muy simple, estaba fuera de mi». «El atleta atleta moderno, en cambio, no es un atleta, sino el centro de un equipo que incluye médicos, entrenadores, científicos, fisios», observaba. Eso no es algo que pueda cambiarse, al menos al nivel de élite, pero se se puede aprender algo de Zatopek.

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Su entrenamiento se elaboró de modo cuidadoso y preciso para calcular el ritmo y los horarios de carreras, pero de modo interno, porque raramente usaba el cronómetro. Muchas de sus sesiones de entrenamiento fueron sobre distancias no muy claras, e incluso en el estadio a menudo corría en el césped fuera de la pista para no interferir con el resto de atletas. Se guiaba sobre todo por sensaciones que le marcaban lo cerca o lejos que estaba de su límite. Él lo explicó: «Debes escuchar a tu cuerpo, sentirte duro y fácil».

Se requiere una gran honestidad para hacer de esta filosofía la base de casi una década de éxito mundial, pero Zatopek consiguió así una autoconfianza de hierro y un juicio impecable del ritmo en cualquier circunstancia. Sabía que se sentía «en las fronteras del dolor y del sufrimiento, donde los hombres están separados de los niños».

Emil Zátopek, conocido también como la locomotora checa, el más grande corredor de todos los tiempos, consiguió batir 18 récords mundiales y obtuvo un total de 4 medallas de oro.

El legendario atleta checo falleció  en Praga a los 78 años de edad. La «Locomotora Humana», como lo apodaba la afición deportiva mundial, había sido ingresado en la unidad de tratamientos intensivos del hospital militar de Praga, víctima de un derrame cerebral.

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