Claudio Alpízar Otoya, politólogo.
Cada inicio de año abrigamos la esperanza de que el año venidero será mejor, más próspero que los anteriores. En muchos casos sustentamos esa esperanza más en una ilusión que en datos, proyectos o actitudes personales o de la sociedad que abriguen dicha expectativa.
En el caso de nuestro país, el 2025 coincide con el año preelectoral que culminará el domingo 01 de febrero del 2026 con las elecciones nacionales para escoger al nuevo Presidente de la República, a dos nuevos Vicepresidentes y a 57 nuevos diputados. Y escribo nuevos, porque en el caso de nuestro país, dichosamente, no existe la posibilidad de reelección continua en esos puestos, una sabia decisión de nuestros diputados constituyentes en 1949.
Ahora bien, ya son muchos los gobiernos que se han sucedido en años pasados y que se han alejado de una meta fundamental en un gobernante: la búsqueda de la unión para un sueño común de nación para los costarricenses.
Lo común de los políticos hoy en día es dividirnos, separarnos, evitar que pensemos juntos en un futuro promisorio. Algo que en otros momentos de nuestra historia fue fundamental para lograr los grandes éxitos que nos han diferenciado de muchas naciones de nuestro continente y más allá. Que nos permitió, aun en la actualidad, ser una de las democracias plenas del mundo (solo existen 21 de 167 países), que en forma conjunta esos 21 solamente representan el 6,5% de la población mundial.
No existe la democracia perfecta, pero sí las plenas, y los 5 millones y medio de costarricenses somos parte de ese escaso 6,5%. Un privilegio, ¿pero hasta cuando, si no volvemos de nuevo a pensar juntos por un futuro mejor para todos?
No es menospreciando lo que hemos alcanzado, reconocido a nivel mundial, y tratar de echarlo al cesto de la basura como vamos a enrumbarnos a una nación con mayor progreso y desarrollo humano. No es con la rabia y las posiciones “higadosas” que vamos a lograr salir de lodazal en que hemos estado en las últimas décadas. No es con el mensaje tosco, grosero o vulgar con el que podremos ponernos de acuerdo en un proyecto en común. No es alimentando la rabia y la violencia ciudadana con lo que los políticos lograrán retomar una sociedad optimista de su futuro, no lo es. La rabia y el miedo al futuro promueven la inercia en las personas. La esperanza nos moviliza.
Es con la esperanza con la que podremos lograr empatía, ilusión y expectativa alrededor de que exista la posibilidad de una mejor vida para todos y en comunidad. Las diferencias son propias de una sociedad libre y democrática, son propias y necesarias para la discusión madura y la búsqueda de acuerdos comunes. La esperanza es un estado de animo que nos pone activos y seguros de que es posible un mundo mejor, un país mejor.
En el caso de Costa Rica no sería una nueva experiencia porque por décadas caminamos de la mano de la esperanza, la fe y la prosperidad de ser cada día un mejor país. Es solamente retomar un camino que conocemos y que es necesario recuperar en un año que será de mucha discusión política, de propuestas para mejorar y de la búsqueda del poder por diversos actores de cara a las elecciones de Febrero 2026.
Es por lo anterior, que se vuelve urgente e impostergable levantar el ánimo de los costarricenses para su participación política, no solamente para emitir el voto, que ya de por sí ha caído a cifras de abstención que superan el 40% en el 2022, sino a una disposición de proponer y escuchar propuestas que vengan en beneficio de todos, especialmente de los más humildes y excluidos de los beneficios de las decisiones políticas y económicas.
Tengo años, década y media, de decir que la Política sí importa, de acentuar en la necesidad de hacer Política con P mayúscula en los diversos espacios de la sociedad. En ocasiones como el salmón nadando contra corriente, pero no podemos detenernos en buscar mejor calidad para la política, una disciplina indispensable en una nación que se precia de ser una democracia plena y que debemos cuidar para no perder ese privilegio de los costarricenses de vivir con las libertades y los derechos que el 93,5% de la población del mundo no tiene.
El 2025 se nos presenta como la gran oportunidad para generar esperanza a nivel nacional, es la esperanza lo que nos hace hacer posible aquello que añoramos. Es un estado de anticipación a mejores momentos y oportunidades, que no llega por casualidad, sino porque hemos puesto de nuestra parte.
No pueden pretender gobernar aquellos, y jamás lo harán bien, que hacen todo lo contrario a plantearle a los gobernados un panorama de desesperanza y frustraciones. Porque quien cultive y gobierne con esperanza no solamente estará generando fe en un mejor porvenir, sino, que además, se colmará de caridad para aquellos que la pasan mal.
Bien lo dijo Martin Luther King (1929-1968):“Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”.
Feliz y próspero año nuevo 2025
Excelente, creo que si abrimos los ojos y escuchamos, tendremos esperanza. Quizás un buen líder puede cambiar el rumbo que llevamos. Yo creo en mi patria, se merece algo mejor de lo que hemos tenido.