Federico Paredes, analista agroambiental, Revista Visión CR.
El litoral caribeño costarricense se divide geográficamente en dos; al Norte de Puerto Limón, se da el escenario de una línea costera que roza con el Parque Nacional Tortuguero y sus canales de agua dulce que discurren paralelamente al Caribe. Hacia el Sur, la banda costera se topa con el Parque Nacional Cahuita, Puerto Vargas, la comunidad de Puerto Viejo y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca- Manzanillo (REGAMA) y Punta Cocles.
Punta Uva.Es allá en Punta Cocles y Punta Uva, donde los amantes de la triada sol-mar-playa, encuentran su paraíso. Esa esquina del país se volvió en un singular crisol de culturas y de etnias, como pocos en el resto de Costa Rica. Los pueblos originarios de la región de Talamanca llegaron de primero hace miles de años, luego aparecieron los mestizos de españoles con indígenas y finalmente los negros provenientes de África, vía Jamaica.
Mucho más recientemente arribaron representantes de cultura europeas, como españoles, italianos, franceses, así como estadounidenses y canadienses, para darle el brillo y color que ahora tiene el Caribe Sur costarricense.
Amubre, Shiroles, Bri Bri, Sepecue, Boca Urén y Cerere están entre las comunidades aborígenes más sobresalientes de la Costa Rica primigenia. Y aunque sus bosques son exuberantes y llenos de una gran riqueza biológica, es la costa con su Mar Caribe, la que actúa de imán para atraer foráneos que aprenden a degustar el rice and beans, los patis, el plantintá, el agua de sapo o el pescado con yuca. Pero igualmente cualquiera puede encontrar deliciosas pizzas italianas, paellas españolas o tacos mexicanos, amén de especialidades de otras latitudes.
Sin embargo, los primeros cinco meses de este año, han sido particularmente devastadores para esa hermosa parte del Caribe nuestro, debido a que se perdieron cuatro hectáreas de bosque tropical, merced a una mezcla de presiones políticas, corrupción estatal y por la ambición de personas y empresas que únicamente tienen mentalidad extractiva y el signo de dólares en sus mentes.
El antiguo Instituto de Desarrollo Agrario (IDA) y actual INDER (Instituto de Desarrollo Rural), trasladó en 1991 a manos privadas, 135 fincas, en lo que hoy es territorio del Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo y que por orden de la Procuraduría General de la República deben regresar a poder del Estado, es decir, al Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC).
El lío de la posesión de tierras, la deforestación de las casi cuatro ha y las malas decisiones y gestiones de las entidades del Estado, han puesto en el tapete de la discusión nacional, cuán ecologistas y país-verde somos, al permitir que este desorden socioambiental se dé.
En medio de este teatro está la inconsistencia del país, al ser firmante y miembro del Convenio Ramsar sobre Humedales, ya que varias de las zonas afectadas son ciénagas, marismas y terrenos pantanosos; de hecho, al sur de Punta Mona hay un pantano de unas 400 ha de extensión.
La tecnología de imágenes de satélite, diseñada en Noruega y conocida por su sigla NICFI (Norway´s International Climate and Forest Initiative), ha permitido identificar la pérdida de cobertura boscosa en el REGAMA.
En esta investigación se usaron, además, varios índices espectrales, uno de ellos, el SAVI (Soil Adjusted Vegetation Index), que permitió justamente detectar el nivel de extracción de la masa boscosa, específicamente en fincas de un influyente empresario capitalino.
Fue la mezcla y comparación de imágenes espectrales de estos indicadores, hechas con drones del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la que ha permitido determinar que hubo un daño en unas 8.5 ha. El peritaje judicial realizado en el terreno arrojó, además, la información de que la zona afectada tiene un 85% de humedales y que por lo menos 4.6 ha son zonas de bosque húmedo tropical.
Los procesos judiciales han seguido y para inicios de septiembre de 2024, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, notificó al Ministro de Ambiente y Energía que se debe de delimitar correctamente la zona y arborizar con especies nativas el área que fue deforestada, es decir, una especie de remedio ambiental.
Mientras todo esto se resuelve, el Refugio de Gandoca-Manzanillo seguirá protegiendo los arrecifes que le acompañan en el mar, las palmas “yolillo”(Raphia taedigera), las dantas en peligro de extinción (Tapirus bairdii), el tucán“gran curré negro” (Ramphastos swainsonii) así como árboles de cativo (Prioria copaifera)y deore y (Campnosperma panamensis).
La naturaleza seguirá siempre su curso, en el tanto no haya mano criminal que rompa el balance perfecto de sus ciclos, de lo contrario, los que pagaremos los platos rotos al final, seremos todos nosotros.