Otto Silesky, fundador del Instituto de Educación Integral y presidente de la Fundación Omar Dengo.
En la actualidad, la inclusión digital representa un pilar fundamental en la configuración del sistema educativo costarricense. La transformación tecnológica ha dejado de ser una opción y se ha convertido en una exigencia imperativa para el desarrollo de competencias y habilidades que el siglo XXI demanda.
En este sentido, la inclusión digital no solo implica proveer dispositivos electrónicos, sino también crear un ecosistema de aprendizaje que potencie el desarrollo integral de la población estudiantil.
Desde la perspectiva de la Fundación Omar Dengo, se plantea que el acceso a la tecnología debe concebirse como un derecho inherente, especialmente en el ámbito educativo. Numerosos estudios han demostrado que, cuando se utiliza de manera adecuada y estratégica, la tecnología contribuye significativamente a la potenciación de capacidades críticas, creativas y colaborativas en los estudiantes. Sin embargo, es fundamental recalcar que la tecnología debe complementar, y no sustituir, la labor docente. Los dispositivos electrónicos son herramientas que, bajo una orientación pedagógica adecuada, pueden transformar la experiencia de aprendizaje.
Uno de los desafíos más relevantes en este contexto es el cambio de paradigma respecto al uso de los teléfonos móviles en las aulas. A pesar de los prejuicios que aún persisten sobre su potencial distracción, investigaciones recientes, incluso de la Universidad de Costa Rica, destacan que con un enfoque pedagógico bien fundamentado, los dispositivos móviles pueden facilitar el acceso a una diversidad de recursos educativos, fomentar la colaboración entre pares y permitir la realización de investigaciones en tiempo real.
Estos aspectos, sin duda, fortalecen las competencias digitales que se requieren para desenvolverse en un mundo caracterizado por su alto grado de interconexión.
Sin embargo, a la luz de los hallazgos en neurociencias, es preciso ser cautelosos sobre el uso excesivo de los dispositivos móviles, especialmente entre estudiantes en etapas formativas. El uso desmedido de celulares puede tener efectos adversos a nivel neuronal y comportamental, como una mayor dificultad para concentrarse, alteraciones en los patrones de sueño y cambios en la estructura y funcionamiento del cerebro, especialmente en áreas relacionadas con la atención y el control de impulsos. Por ello, resulta fundamental no solo fomentar el acceso, sino también establecer límites y directrices claras que permitan a los estudiantes beneficiarse de la tecnología de manera equilibrada y saludable.
Para lograr una inclusión digital efectiva, es imperativo adoptar una visión integral que no solo distribuya dispositivos, sino que también considere la capacitación continua de los docentes, la actualización de los contenidos curriculares y el establecimiento de políticas públicas que regulen y promuevan el uso responsable y seguro de la tecnología en el ámbito educativo. Aunque Costa Rica ha avanzado en el acceso a las TIC, persisten brechas significativas que limitan las oportunidades de muchos estudiantes para acceder a estos recursos y, por ende, a la innovación.
En conclusión, el fomento de la inclusión digital debe ser entendido como un componente clave en la preparación de las nuevas generaciones para el futuro. Solo mediante la eliminación de las barreras al uso de la tecnología en la educación se podrá avanzar hacia un modelo educativo inclusivo que no solo imparte conocimientos, sino que también forma ciudadanos capaces de enfrentar los desafíos de una sociedad cada vez más globalizada y equitativa.
Al mismo tiempo, se debe reconocer la importancia de un uso equilibrado de estas herramientas, que tome en cuenta el bienestar integral de los estudiantes en un mundo donde la tecnología y la salud mental están cada vez más entrelazadas.