Federico Paredes, analista agroambiental, Revista Visión CR.
Acariciada por la suave brisa del Mar Caspio, Bakú es la capital de Azerbaiyán, una de las ex repúblicas de la antigua URSS, ubicada en Asia Central y sede de la 29ava Convención de la Partes (COP) del Convenio de las Naciones Unidas del Cambio Climático, que se realizó desde el lunes 11 y hasta el viernes 22 de noviembre de 2024.
Estas reuniones se hacen anualmente para revisar los avances de los diferentes convenios impulsados por Naciones Unidas, en este caso sobre el desastre climático, que cada vez se hace más evidente en nuestro Planeta.
El principal objetivo de esta COP era llegar a un acuerdo sobre el punto del financiamiento de esta lucha contra la crisis climática, denominado en inglés “New Collective Quantified Goal”, para hacerle frente a una serie de compromisos (reuniones, investigaciones, asistencia técnica, proyectos de desarrollo), que se derivan de la COP de París del 2015.
En medio de estas inquietudes, surge la preocupación por la reciente segunda elección de Donald Trump para la Presidencia de EUA, que ya ha sido llamada el “tercer default” climático. De todos es sabido que Trump privilegia más el desarrollo económico de su país y de consolidarlo como la potencia mundial que es, antes que prestar oídos a lo que reiteradamente han dicho los científicos sobre los efectos del riesgo climático.
En la esquina opuesta, la Unión Europea tiene la gran oportunidad de liderar las iniciativas de cooperación y desarrollo en las regiones del Mediterráneo y de América Latina, dada la gran necesidad de apoyar económicamente estos esfuerzos en países y regiones con menos posibilidades técnicas y financieras, para realizarlas.
La anterior reunión de esta serie, la COP 28, se celebró en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, a finales del 2023 y fue ahí donde se propuso la reducción equilibrada del consumo de combustibles fósiles, al tiempo que se sugirió triplicar el uso de energías renovables, comúnmente llamadas “energías verdes” (solar, geotérmica, biomásica, eólica, mareomotriz).
Es fácil comprender que el gran despegue económico de Qatar, Arabia Saudita o de los EAU, se basa en las enormes reservas de petróleo que hay en sus subsuelos y es muy entendible que no quieren que sus “gallinitas de los huevos de oro” dejen de funcionar.
El gran objetivo global es llegar al 2030 aumentando la eficiencia energética echando mano de las energías blandas y del transporte eléctrico, por ejemplo.
Los climatólogos estiman que este 2024 será probablemente el año más caluroso registrado por segunda vez consecutiva, y de esto hemos sido testigos por los desórdenes climáticos como la DANA en Valencia y Cataluña(España), y con las lluvias más devastadoras de los últimos 20 años en Costa Rica y en buena parte de América Central.
Estos desórdenes del clima han provocado, además, incendios forestales en la cuenca amazónica, así como olas de calor y sequías en otras partes de la geografía mundial.
Bjorn Lomborg, presidente del Copenhague Consensus Center de Dinamarca, en su artículo Redistribuir la riqueza de Occidente no resolverá el cambio climático, cree que este gran objetivo de la COP 29 no será logrado, inclusive considerando que él todavía no sabía quién ganaría las elecciones presidenciales de los EUA, al momento de hacer este escrito.
Según Lomborg, estamos ante un gran dilema; los países ricos quieren reducir la producción de CO² y otros gases, mientras que los países pobres quieren erradicar la pobreza, pero seguir dependiendo en buena medida, de los combustibles fósiles.
Por su parte Ottman Edenhofer, miembro del Panel Mundial de Cambio Climático ha dicho que, “Hay que liberarse de la ilusión de que la política climática internacional es política medioambiental” y hace la siguiente sentencia: “Estamos de facto distribuyendo la riqueza mundial a través de la política climática”.
Este gran tema, para entenderlo mejor, debemos verlo en 5 estadios.
El primero es el de la investigación que da como resultado la evidencia científica tan necesaria para sostener posiciones.
El segundo, es el activismo ambiental que se da mediante las diferentes ONG o grupos colectivos que desean difundir de la mejor forma estas ideas.
El tercero corresponde a las acciones de los gobiernos, los que, por medio de políticas públicas se comprometen a luchar contra este cambio del clima.
El cuarto es la posición de la empresa privada y de las grandes corporaciones que velan por sus intereses económicos o lucrativos y subvalorizan, la mayoría de las veces, la realidad de este gran problema.
Y, en quinto lugar, el impacto social en comunidades rurales, pesqueras, aborígenes y en general en todas aquellas que están económicamente deprimidas.
La verdad es que nuestros países de Latinoaméricatienen un orden de prioridades en sus agendas nacionales por resolver como son: salud, vivienda, transporte público, educación, seguridad y empleo, por ejemplo, soslayando las medidas de reducción y mitigación del desorden climático. Haití quizás sea el caso más caótico en nuestro Continente, pero habrá muchos países en África y otros en Asia, que requieren atender con urgencia varios de los puntos enlistados anteriormente, antes de pensar en contrarrestar lo del clima.
Tanto Lomborg como Edenhofer coinciden en que el gran reto en este momento es poner a todos los países en sintonía con las energías verdes, lo cual ayudaría mucho en la paulatina independencia de los recursos fósiles o el carbón mineral.
Costa Rica se hizo presente en este cónclave, con una delegación encabezada por el Ministro del Ambiente, Franz Tattenbach, quien fue designado co-facilitador de las negociaciones sobre adaptación al cambio climático. Tattenbach recibió la invitación de parte de su colega del Ambiente de Azerbaiyán, Mukhtar Babayev.
La esperanza es que los países puedan presentar a comienzos de 2025, sus planes nacionales de acción climática debidamente actualizados.
Dentro de los logros que nuestro país presentó en esta COP, figuran los siguientes: Informe Bienal de Transparencia, Programa País de Agro-paisajes Sostenibles, Acciones de Transición Energética (pérdidas y daños, adaptación y conservación)y algunos casos exitosos como el Centro de Control y Vigilancia de la Isla del Coco, así como el Plan de Adaptación de las Áreas de Conservación La Amistad-Pacifico.
Lo anterior demuestra que un pequeño país centroamericano como Costa Rica, cuando se propone, puede lograr acciones muy productivas no solo en su propio beneficio, sino para la dinámica ambiental global.