Pedro Soto Sánchez.
Según el presidente durante las últimas siete décadas, una élite corrupta engañó a la sociedad y la saqueó. Se trata de una simplificación absurda que le sirve para justificar su deseo de gobernar sin contrapesos, sin controles y sin oposición.
El desarrollo costarricense promovido por el bipartidismo desde los años 40 del siglo pasado, no distribuyó bienestar para todas las personas. Aumentaron las fuentes de trabajo, pero no se estableció una política de salarios crecientes, no se diseñaron alternativas de distribución de la riqueza; no se estableció un sistema tributario progresivo ni eficiente, la mayoría de los programas de responsabilidad social fueron programas de imagen y relaciones públicas.
El proceso de urbanización trajo consigo mayores y complejos problemas de empleo, productividad, acceso a la vivienda, a la salud y educación, limitaciones en el transporte público, aumento de la criminalidad y la delincuencia e inseguridad, afectaciones de la salud mental, aumento de la violencia contra la niñez, las mujeres y los adultos mayores, y más recientemente, incremento de los crímenes asociados a la “economía” del tráfico y consumo de drogas.

La inversión se centralizó en el GAM y no llegó a todas las regiones del país, se abandonó la producción agrícola y a miles de pequeñas y medianas empresas en el campo y la ciudad. Las instituciones de bienestar deambularon entre la burocratización, el tráfico de influencias y el clientelismo político, las instituciones públicas se divorciaron de sus objetivos fundacionales y se convirtieron en fines en sí mismos. Crecieron las desigualdades y los privilegios de unos pocos.
La organización sindical o asociativa de los trabajadores se limitó a la burocracia estatal y prácticamente no existió en el sector privado. Los partidos políticos pasaron a ser máquinas electorales y medios para que muchos de sus representantes hicieran negocios cuestionables en el ejercicio de sus funciones.
Pero es claro que la historia de Costa Rica no puede reducirse a la simplificación absurda que el presidente intenta imponer. Su crítica “a los mismos de siempre” aborda solo uno de los múltiples desafíos que enfrenta el país (corrupción), y ni siquiera en ello ha mostrado coherencia, pues otorga inmunidad a su incondicional Marta Esquivel y abundan las denuncias contra su administración.

Chaves representó «el candidato del cambio». Pero ese cambio apunta a fortalecer el mismo sistema, solo que ahora respaldado con autoritarismo.
Frente a los profundos vacíos y desafíos aún sin resolver en nuestra sociedad, se hace urgente una alianza democrática capaz de contrarrestar la tendencia autoritaria que lidera el presidente.
Es imprescindible alcanzar acuerdos y pactos que garanticen que el bienestar llegue a todas y todos los costarricenses.
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