Carlos Cortés, escritor y periodista.
Construir una democracia toma décadas, si no siglos, pero puede perderse en instantes, a veces con un solo acto. En estos tres últimos años hemos visto el sistemático esfuerzo por acabar con nuestro Estado social y, si hace falta para lograrlo, destruir el Estado de derecho.
Como la memoria es corta hago un breve recuento de hechos: en el 2012, Edgar Espinoza, esposo de la diputada chavista Pilar Cisneros, pidió la destitución de la presidenta Laura Chinchilla y llamó a una revolución. En el 2020, el Movimiento Rescate Nacional exploró la posibilidad de un golpe de Estado y estuvo a punto de derivar en una tentativa de sedición infiltrado por el narcotráfico y otros violentos grupos de presión.
En los últimos años ha habido pequeños atentados contra diputados y medios de comunicación, actos de violencia e intentos por organizar grupos armados. Un «movimiento de apoyo» a Chaves, entre expolicías, reservistas -muchos ligados al narco-, oportunistas y otros representantes de la derecha recalcitrante, en un momento en que el narcotráfico, la narcopolítica y sectores extremistas están interesados en crear un caos que permita eliminar la institucionalidad democrática, desencadenaría una situación explosiva.

Eso equivaldría a echar a la hoguera de la historia 200 años de construcción democrática, en una hoguera alimentada por el narcotráfico y por sectores que temen la cárcel y que han financiado la inestabilidad, la ingobernabilidad, los discursos de odio, la impunidad y la demolición democrática para hacer negocios. Esto suena al argumento de una novela política, lamentablemente no lo es. Estamos a un paso de que sea realidad. Reflexionemos muy bien sobre el momento crucial que estamos viviendo y actuemos en conformidad.