Abu Simbel: la magnificencia del Antiguo Egipto

Abu Simbel: la magnificencia del Antiguo Egipto

Fernando Fernández, Revista Visión CR.

Como todos los jueves, hoy viajaremos a un destino monumental: Abu Simbel.

Esta es, sin duda, una de las construcciones más espectaculares del país y una de las que mejor ejemplifica la magnificencia del Antiguo Egipto. Por ello, miles de personas llegan hasta Egipto a diario para visitar Abu Simbel, dispuestos a descubrir en persona uno de los atractivos turísticos más fotografiados del país.

Abu Simbel se encuentra en el extremo sur de Egipto, en la orilla occidental del Lago Nasser, a solo unos kilómetros de la frontera con Sudán.

Guía de Abu Simbel
Abu Simbel.

Por lo que respecta a la situación meteorológica, el turista, al visitar Abu Simbel, debe tener en cuenta que le espera un clima desértico puro. En los meses cálidos de verano, las máximas superan fácilmente los 40ºC, mientras que en los meses de invierno las máximas no bajan de 23ºC.

Por el contrario, cuando cae el sol las mínimas experimentan un gran descenso. Eso no significa que se produzcan heladas, ni mucho menos, pero la oscilación térmica supera en ocasiones los 15ºC entre el día y la noche: en verano, las mínimas rondan los 25ºC, mientras que en invierno se sitúan en torno a los 10ºC. Lo que sí se mantiene invariable durante todo el año son las precipitaciones: 0 mm. Ni una gota de agua.

Por todo ello, a la hora de visitar Abu Simbel se recomienda que se extreme la protección contra los principales riesgos de este clima: la deshidratación, la insolación y la radiación solar, que puede afectar principalmente los ojos.

Su historia

Esta construcción ha quedado para siempre ligada a la figura de Ramsés II, uno de los faraones más poderosos y famosos del Antiguo Egipto. Lo erigió en pleno esplendor del Imperio Nuevo y de la dinastía ramésida (Dinastía XIX).
Aunque está dedicado a varias divinidades (Ra-Horakhti, Amón y Ptah), el verdadero motivo de su construcción fue la exaltación de su poder frente a los enemigos del sur: los nubios. Cabe recordar acá que los faraones eran venerados como dioses y visitar Abu Simbel es la mejor manera de darse cuenta de ello.

Abu Simbel marcaba la frontera entre los nubios y el reino de los antiguos egipcios. Todo un ‘aviso a navegantes’ en forma de monumento, en el que las esculturas a tamaño colosal de Ramsés II y su esposa favorita, Nefertari, son sus elementos más destacados.

Ramsés II: La Grandeza y Legado del Faraón Egipcio
Ramsés II: La Grandeza y Legado del Faraón Egipcio.

Se comenzó a construir en los primeros años de su reinado, uno de los más longevos de la historia del Antiguo Egipto, por cierto. Y se prolongó durante unas dos décadas, dadas las dimensiones de la empresa.

El acontecimiento que verdaderamente motivó el proyecto fue la batalla de Qadesh (1274 a.C), una de las más importantes de aquella época y librada en Canaán (actual Siria). En ella, se enfrentaron las tropas del Imperio hitita y las del Imperio Nuevo egipcio, que movilizó los mayores recursos militares conocidos hasta la fecha.

El resultado de aquella batalla aún hoy es objeto de discusión y, aunque Ramsés II se atribuyó la victoria con proyectos propagandísticos como Abu Simbel, lo cierto es que sería más propio hablar de empate. De hecho, lo verdaderamente relevante de aquel enfrentamiento es que no se resolvió hasta que tiempo después se firmaron las tablas en un tratado de paz, el primero documentado de la Historia, entre este faraón y el rey hitita Hattusili III.

Abu Simbel en tiempos modernos

Además del momento de la construcción, hay otros dos momentos que se deben conocer antes de visitar Abu Simbel: el redescubrimiento y su traslado. Y es que, con el paso de los sucesivos faraones, el mantenimiento de estos templos pasó a un segundo plano y, más tarde cayó en el olvido, sin aparecer mencionado ni siquiera por griegos o romanos. Sobre estas construcciones comenzó a caer el inexorable paso del tiempo, en forma de arena depositada del desierto, hasta que quedaron prácticamente sepultados al cabo de los siglos.

Qué ver en Abu Simbel

Pero en plena fiebre egiptóloga del siglo XIX, fue redescubierto, casi de manera casual por parte del explorador suizo Lewis Burkhardt, quien en 1813 descubrió unas grandes cabezas y tocados que sobresalían de la tierra. Y se iniciaron los trabajos para desenterrar el monumento, aunque inicialmente con medios escasos. De hecho, lo máximo que pudo conseguir poco después el italiano Giovanni Belzoni, al servicio del cónsul británico, fue abrir una vía de entrada.

En esa primera inspección se certificó que el interior de los templos ya no contenían las riquezas de antaño y con las que tanto soñaban los cazatesoros de la época. Durante todo el siglo XIX se prosiguió con la difícil tarea de excavar meticulosamente la zona para desenterrar al completo Abu Simbel. Y no se concluyó hasta 1909.

Burckhardt : les aventures d'un Suisse en Orient
Lewis Burkhardt.

Sin embargo, pocos fueron los afortunados que pudieron visitar Abu Simbel en su ubicación original, a orillas del río Nilo. O mejor dicho: los afortunados lo pudieron hacer durante poco tiempo. En los años 50 del pasado siglo, sobre estos monumentos pesaba la mayor amenaza para su integridad: la construcción de la presa de Aswan, unos kilómetros aguas abajo del río Nilo, que provocaría la crecida de su caudal, formando el Lago Nasser y anegando los templos por completo.

Pero por suerte, se puso en marcha una gran campaña internacional para salvarlos de tal destino, auspiciada y coordinada por la Unesco. El proyecto consistía en la titánica tarea de construir dos montañas artificiales en una cota más alta, seccionar los monumentos originales en grandes bloques de piedra y reinstalarlos en su nueva ubicación. Se trató de uno de los mayores proyectos de conservación del patrimonio realizados hasta la fecha, que requirió de numerosos equipos de arqueólogos e ingenieros de diferentes países. Egipto, en señal de agradecimiento a los respectivos gobiernos, regaló algunos de los templos de la zona, que también fueron desmontados, numerados y trasladados a otros países.

El Gran Templo de Abu Simbel o Templo de Ramsés II

Abu Simbel: dos templos colosales para Ramsés y Nefertari, los dueños del mundo

Como su propio nombre indica, es el más grande de los dos templos y el gran protagonista es el faraón Ramsés II. Como apuntábamos atrás, en realidad está dedicado a los dioses Ra-Horakhti, Amón y Ptah, que están entre las deidades creadoras y supremas de la compleja religión del Antiguo Egipto. Pero también el propio faraón aparece divinizado, tanto en el exterior como en el interior.

En el exterior, Ramsés II es el personaje de las cuatro estatuas colosales sedentes, de unos 21 metros de altura, lo que las convierte en las más grandes que se conservan del Antiguo Egipto. Entre sus piernas, a menor tamaño pero más grandes que un cuerpo humano, se encuentran otros personajes de su familia, como su madre Tiyi, su esposa favorita Nefertari y algunos de sus muchos hijos. Y sobre la entrada, un gran relieve de Ra-Horakhti, dios del sol con cabeza de Halcón.

El interior presenta una planta más sencilla que otros templos egipcios. Al inicio, está su gran sala hipóstila, en la que vuelve a aparecer el omnipresente Ramsés II, en este caso representado como Osiris en estatuas de 9 metros adosadas a pilares. Tras ella, otra sala más pequeña, donde también aparece su esposa Nefetari en barcas sagradas y junto a otras divinidades, para llegar al santuario interior, con estatuas sedentes de Ptah, Amón, Ra-Horakhti y, cómo no, Ramsés II.

Templo de abu simbel
Templo de abu simbel.

Templo de Hathor o Nefertari

Ubicado junto al Templo de Ramsés II, este templo está dedicado a la diosa Hathor, asociada precisamente a las reinas del Antiguo Egipto, aunque recibe el nombre de la reina Nefertari porque ella sería la inspiradora última del monumento. Es bien sabido que era la esposa favorita de Ramsés y se considera que el Templo de Hathor sería una de esas muestras de amor y respeto.

Ya desde la entrada se aprecia un hecho prácticamente insólito en aquel período del Antiguo Egipto: Nefertari aparece a igual tamaño que Ramsés II, en este caso de pie y de 10 metros de altura. Son seis estatuas colosales, de las que cuatro representan al faraón y dos, a la reina.

Un templo construido por amor
Un templo construido por amor.

En el interior, que es aún más sencillo que el Templo de Ramsés II, también se la representa en numerosas ocasiones al mismo tamaño que Ramsés II: en ellas, Nefertari aparece acompañada de Hathor y otras divinidades femeninas, como Nut. Por dentro, este segundo templo tiene una sala hipóstila, con columnas cuyos capiteles adoptan forma de Hathor con orejas de vaca. Además, cuenta con su propio santuario y otras estancias complementarias, como pequeños almacenes.

Abu Simbel y otros templos salvados de las aguas / fotoAleph

 

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