Federico Paredes, analista agroambiental, Revista Visión CR.
África es un continente rico por su diversidad biológica, sus ecosistemas, las diferentes etnias, los paisajes costeros, sus extensas llanuras, diversos lagos, tórridas selvas, desiertos, sus picos nevados y sus enormes recursos mineros, entre tantas otras características.
Este continente se puede subdividir en dos grandes bloques: el África subsahariana, llamada también África negra y el África del Norte o África árabe. De los más de 50 Estados que conforman esta parte del Globo terrestre, 3 países del África meridional o del Sur, están sufriendo con severidad, los embates del cambio climático; estos son Namibia, Botsuana y Zimbabue.
Haciendo acopio de la riqueza faunística, sobre todo de los grandes mamíferos, esta triada de naciones desea echar mano de la carne que les pueden suministrar elefantes, cebras, rinocerontes, búfalos, impalas y ñus azules. Todos animales herbívoros.
Según datos aportados por National Geographic, en el caso de Namibia, la idea es sacrificar 83 elefantes, 30 hipopótamos, 60 búfalos, 50 impalas, 300 cebras y 100 ñus azules. Digamos que los estudios técnicos han determinado que esta cacería está acorde con el control poblacional de estas especies y por lo tanto se pueden aprovechar así.
Este panorama ocurre cuando se sabe que hay varias organizaciones conservacionistas trabajando por preservar especies de la megafauna que son objeto de la cacería furtiva -como elefantes y rinocerontes por su marfil- o bien, por la pérdida de su hábitat natural.
Los gobiernos de estos países ven este recurso faunístico como una especie de “tabla de salvación”, y pretenden establecer por decreto, la autorización para cazar y procesar estos mamíferos, con la idea de distribuir su carne entre comunidades pobres y deficitarias en alimentos.
A cualquier amante de la vida silvestre se “le paran los pelos” al escuchar sobre la implementación de estas medidas, pero a la vez y como derecho de respuesta, los respectivos gobiernos señalan que exterminar cientos de estos animales les ayuda a controlar sus poblaciones, haciendo uso de lo que técnicamente se conoce como cacería controlada.
Los extremos de la crisis climática llegan a afectar las reservas de agua dulce y ello conduce a una virtual deflagración climática en ciertas partes del mundo, como la que estamos mencionando.
Por supuesto, éste se convierte en un problema multifactorial en el que entra en juego la necesidad de que los países tengan y consoliden sus políticas nacionales alimentarias y agrarias. Sin estas políticas públicas, se cae fácilmente en esta desesperación por ver de qué manera se les suministra proteína fresca a los habitantes.
Algunos dirán que el Programa Mundial de Alimentos (PMA), puede hacer generosas entregas de diversos tipos de alimentos, y probablemente lo hagan, pero de lo que se trata no es de usar analgésicos para el dolor de cabeza, sino de encontrar y desarrollar vías sostenibles para producir los alimentos que la gente necesita.
Granjas acuícolas con tilapias y otros peces de agua dulce, raíces y tubérculos de ciclo corto (yuca, ñame, ñampí, malanga, tiquisque), diversos tipos de leguminosas (frijol negro, rojo, blanco o pinto, guandú o gandul) y algunas variedades de hortalizas, con un buen control de plagas y enfermedades, suelo orgánico y riego controlado, pueden ayudar a que se dé esta sostenibilidad agrícola.
Claramente el tema del suministro de agua es el más complicado. Zimbabue y Zambia comparten un lago en común, el Kariba.
Namibia y Sudáfrica tienen el río Orange como frontera común; para estos dos casos habría que determinar si se pueden hacer tomas o extracciones controladas de este recurso hídrico para hacer abrevaderos o el riego controlado que hemos mencionado. Entra en escena un concepto que se está siendo desarrollado en la actualidad y que es “la cosecha de agua”, sobre todo de las lluvias.
No descartemos las especies menores como los cerdos, las cabras, las ovejas o las mismas aves para carne y huevos, que suelen ser un gran complemento en esta situación agroalimentaria. No hay recetas fáciles ni baratas, pero es urgente que estos países, con la ayuda de la FAO, el WWF y el mismo PNUMA, entre otras organizaciones internacionales, ayuden a desarrollar planes nacionales agrarios y alimentarios con la idea de permitir que las comunidades organizadas, puedan encontrar la vía de salida para esta agobiante situación.
No se debería sacrificar el recurso silvestre de las especies mencionadas al principio, toda vez que estas tiene su propia dinámica de control poblacional dentro de la cadena trófica.
El gran peligro es que estas “medidas urgentes” se vuelvan costumbre en más países y las especies pasen a engrosar las listas rojas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza,(UICN).
Suficiente tenemos ya con la letal cacería de ballenas por parte de Japón o la pesca exagerada de atún y otras especies marinas por barcos de bandera China en los diferentes océanos del mundo. Y ni mencionemos las masacres de cetáceos en las islas danesas de Feroe que, aunque legales, son totalmente inmorales.
Muy buen artículo. ¿Sin embargo..qeu se puede hacer para no practicar la «caza controlada», si el gobierno de Namibia tiene razón?
Ciertamente es un tema muy controversial Carlos Manuel, y lo que debe hacer es un gran esfuerzo para lograr un punto de equilibrio entre las poblaciones hambrientas y la protección de especies animales muchas de ellas en peligro de extinción. Lo cierto es que los países en general deben y tienen que hacer un gran esfuerzo para asegurar sus políticas agrícolas y alimentarias, así como un constante acceso al recurso hídrico todo el año. No es fácil pero las circunstancias así lo demandan.