Óscar Aguilar Bulgarelli, historiador y político.
Desde hace días he venido analizando al presidente de CR, esa persona que antes de noviembre del 2019 era un completo extraño en CR, un absoluto desconocido, y tres años después era candidato a la Presidencia de la República…, hoy presidente.
Durante esa campaña electoral se reveló la razón de su salida del Banco Mundial, la cual no fue muy decorosa pues había sido acusado de varios casos de acoso sexual. Hay una realidad innegable, si una persona no es acosador, nunca será acusado de serlo, y por el contrario, el que acosa posiblemente en algún momento será acusado por serlo.
Esa noticia le dio la vuelta al mundo y fue titular de los medios de comunicación más grandes e «importantes» del planeta, y eso -por supuesto- que tiene afectaciones importantes en la psique y en el corazón de cualquier persona.
Ya como presidente, todas -absolutamente todas- sus actuaciones tienen un tinte de «venganza», desde su constante pleito contra los medios locales, como cuando se exhibe y pavonea en los foros y escenarios internacionales, algo que posiblemente no todos notan, pero que es sumamente visible…, desde su lenguaje corporal, sus ademanes, sus gestos, la tonalidad de la voz, y su lenguaje -más soez que criollo-, la petulancia e incluso, su actitud dictatorial incluso contra sus colaboradores que él mismo escogió y a los que cambia con una facilidad nunca antes vista.
Un ególatra envestido con poder, al que pareciera lo único que le importa es hacer gala de ese poder y de si mismo como dueño del poder…, ego que le alimentan algunos personajes con un muy escaso poder de discernimiento (y posiblemente de educación) mayoritariamente adultos mayores, que lo han endiosado y que son su diario alimento para sentirse grande, poderoso e importante, como diciéndole al mundo: «aquí estoy, me quisieron destruir pero los vencí, véanme…, soy el presidente de Costa Rica, el más popular de las últimas décadas…, me adoran, por eso estoy legitimado para hacer lo que me da la gana». Prestemos mucha atención, porque un saco y una corbata no cambian el interior de una persona y mucho menos de un posible sociópata. Por si no lo tienen claro, los síntomas del trastorno de personalidad antisocial o sociopatía incluyen repetidamente lo siguiente:
-Ignorar qué está bien y qué está mal.
-Decir mentiras para aprovecharse de los demás.
-Ser insensible o no respetar a otras personas.
-Usar el encanto o el ingenio para manipular a otros para beneficio o placer personal.
-Tener un sentido de superioridad y ser extremadamente obstinado.
-Tener problemas con la ley, incluidas conductas delictivas.
-Ser hostil, agresivo, violento o amenazante con los demás.
-No sentir culpa por herir a otros.
-Hacer cosas peligrosas sin tener en cuenta la seguridad propia ni la ajena.
-Ser irresponsable y no cumplir con las obligaciones laborales o financieras. Evidentemente, nuestro presidente tiene todos los rasgos de lo que comúnmente se le atribuyen a un «sociópata* y por último, los sociópatas no son personas altruistas…, a éstas personas no les mueve ni ayudar a los demás, ni que el mundo sea un lugar mejor, por lo tanto si realizan alguna buena obra, existirá siempre un motivo oculto».
Parte de la Red de Cuido