William Hayden, economista y escritor.
Políticamente estamos cayendo en el desencanto, en la abulia, ya no creemos en las ideologías, en los partidos políticos tradicionales ni en los emergentes, y menos en los líderes carismáticos, que peyorativamente consideramos padrinos y ayatolas. Y hay varias causas para este sentimiento.

La corrupción generalizada
Casi todos los funcionarios públicos y principalmente los elegidos a cargos temporales, como Sancho Panza cuando le ofrecieron la ínsula para gobernar, creen que el cargo es para enriquecerse, buscan el becerro de oro. A su manera tienen una visión distorsionada del Juramento Constitucional del artículo N°194 de nuestra Carta Magna.
Para ellos dicho juramento es: “Juráis a Dios y prometéis a la Patria, observar y defender la Constitución y las leyes de la República y cumplir fielmente con el deber de enriquecerse”. Por ello consideramos, con ligeras excepciones, que todos los partidos y sus lideres son corruptos y llegan al poder a enriquecerse.
En los últimos años hemos estado gobernados por el Partido Liberación Nacional (PLN), el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y el Partido Acción Ciudadana (PAC), este último un apéndice del PLN con las mismas mañas, pero diferentes personas.

Algunos casos de ingrato recuerdo: Quiebras bancarias (Banco Anglo, Banco Crédito Agrícola de Cartago), Préstamo finlandés, Alcatel, Ruta 27, Ruta San Ramón, Ruta San Carlos, la Trocha, Cementazo, Caso Pancho Villa, Caso Tureski, Caso la Cochinilla, Caso Azteca, Caso Diamante, sobornos van y sobornos vienen. Millones de dólares.
El pueblo observa y ve asqueado que esos políticos no son sancionados y siguen tan campantes como el güisque Johnny Walker y por ello deja de creer en políticos y en partidos. Pero a su manera se saca el clavo, se abstiene de votar en las elecciones, es un grito de protesta, una especie de revolución silenciosa está cansado de votar por los mismos que siguen haciendo lo mismo, y ese abstencionismo (41%) castiga también a la democracia permitiendo que partidos sin trayectoria y sus lideres lleguen al poder, para seguir haciendo, con otras banderas y otros personajes los mismos actos de corrupción, es como un juego perverso de: “quítate que voy”.

Esto nos sucedió en las elecciones del 2022. En la segunda ronda el pueblo castigó al PLN, no quería a su candidato presidencial, José María Figueres a quien consideraba una de las máximas expresiones de la corrupción. Prefirió votar por un desconocido, expulsado por su patrono (Banco Mundial) por acosador sexual comprobado y que utilizó financiamientos paralelos y turbios en su campaña presidencial.
Poco importron esas credenciales, era mejor fumigar a Figueres y al PLN. Chaves, sin partido político usando uno de alquiler fue electo presidente, para acabar con el PLN y terminar con la corrupción, pero diáy, en estos tres años de ejercicio nos ha resultado igual (la Ruta del arroz, caso Mandoca, alquileres de Ebais, otorgamientos de concesiones, explotaciones agrícolas). Salió güero. Parece una maldición.
Casi nadie escapa a la corrupción porque el poder es la llave para el enriquecimiento propio o de sus allegados y pagar favores y financiamientos en las campañas.

Falta de creencia en los partidos políticos
Los partidos están consolidados en la Constitución Política (artículo 98), a pesar de que ya están en desuso y nadie cree en ellos, pero ahí estarán mientras no se reforme la Constitución. Ahora en los comicios ya nadie vota por partidos sino por personas, por lideres carismáticos, populistas, antisistema, personas que piensen como el pueblo, que sientan lo que siente el pueblo, deslenguados, provocadores, falto de valores, falsos que potencien las mentiras y rebajen las verdades, que inducen a los electores a no pensar sino a vibrar con sus arengas, exacerben el que se aprovechan de sus desilusiones e incertidumbres, suministrar dosis de rencor, odio y revanchismo y a despotricar contra el sistema, ofrecer promesas irrealizables.

¡Qué importa! -dicen los electores- votar por estos nuevos mesías y sus cantos de sirena, mientras no sean los mismos de siempre. Personajes que se creen la voz del pueblo, o ellos son el pueblo.
Así llegó Chaves a la presidencia con un voto en la primera ronda del 16.65% y con un abstencionismo del 41.0 %, el más alto en la historia del país.
Chaves ganó las elecciones en la segunda vuelta porque se iba a comer la bronca de acabar con el PLN. Ahora nos está conduciendo a un populismo autoritario, que puede devenir en tiranía, con la venia de ticos básicos que todo se lo creen y les importa un pepino la democracia costarricense.
Pongamos las barbas en remojo para la campaña que se avecina. Serán los mismos partidos de siempre con sus viejos y/o renovados líderes, surgirán líderes populistas deslenguados, conseguirá el chavismo con partidos pitufos obtener 40 diputados y reformar la Constitución para establecer la paradoja democrática: una dictadura constitucional. El mal comienza a fructificar y a poner en marcha la maquinaria del oprobio. Cuidado.
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