Federico Paredes, analista agroambiental, Revista Visión CR.
El silencio, entendido como la acción de no hablar o de contar con ausencia de ruido, está cobrando hoy por hoy más importancia en un mundo cada vez más ruidoso. Definitivamente el ruido es un compañero indeseable, porque se puede soportar por algún momento, pero luego se convierte en algo molesto y perturbador.
Ya existe una tendencia mundial para impulsar políticas y actitudes individuales de búsqueda de silencio; no es que se trate de estar mudos todo el tiempo, sino de propiciar o encontrar rincones pletóricos de silencio, de paz, de quietud auditiva.
En el ambiente del ecoturismo, los paisajes sonoros positivos son altamente buscados por los amantes de la naturaleza. Aquí entran en escena los parques nacionales y las reservas biológicas, toda vez que cuando uno está inmerso en esos escenarios silvestres se valora sobremanera el canto de las aves, el discurrir del agua en los arroyos o en las cascadas, el sonido del viento entre las ramas de los árboles, la caída de ramas o frutos provocada por los monos, o el impresionante romper de las olas en un acantilado.
Existen ciudades en Europa que ya han impulsado fuertes políticas públicas para reducir los ruidos ensordecedores en urbes como Lyon en Francia y Barcelona en España.
Los rangos internacionales de medición de ruido establecen que, para el día, el nivel debe ser de 55 decibeles y de 40 a 55 decibeles para la noche, sin embargo, en Costa Rica, el Ministerio de Salud ha determinado que el decibelaje diurno debe ser de 65 en el día y de 40 para la noche, pero estas medidas no alcanzan para cumplir con el artículo 50 de la Constitución Política de tener “un ambiente sano y ecológicamente equilibrado”, por lo tanto, habría que revisar esta normativa.
Como la antítesis del silencio es el ruido, es preciso recordar que éste es un potenciador de varios trastornos metabólicos tales como la hipertensión, la diabetes, interrupciones del sueño, estrés, irritabilidad, afectación de los procesos de aprendizaje e inclusive del rendimiento laboral. No podemos (ni debemos), dar por sentado que es normal que debamos coexistir con fuentes de ruido.
El esfuerzo por mejorar en esta dirección es de orden colectivo: el Estado, los ciudadanos, la empresa privada, las organizaciones de base, los municipios, la academia, la iglesia, los clubes de servicio y otros similares. Es un tema totalmente transversal y no de exclusividad de algún sector.
Veamos algunos ejemplos para poder ir mejorando en este aspecto. Las unidades de servicio público no deben ser escandalosas con equipos de sonido que resultan en incomodidad de los pasajeros, aunque muchos dirán que eso es parte de la cultura latina.
Otro problema que es muy frecuente es el de los escapes de las motocicletas y de ciertos automóviles que invaden las carreteras con un ensordecedor ruido; probablemente los conductores de los autos ruidosos creerán que están en Le Mans o en Indianápolis y por su parte, los motociclistas (aventurados por definición) harán sentir su presencia en las calles, con su alto decibelaje.
Muchas de las tiendas de nuestras ciudades acostumbran “atraer clientes” con enormes y potentes equipos de sonido, colocados en la entrada del negocio, como para crear un alegre ambiente de compra, lo cierto es que logran muchas veces, el efecto contrario, porque los clientes no se pueden concentrar en ver las calidades de los productos que desean adquirir. Una cosa es la música de fondo en un restaurante o tienda, y muy otra, la música “repelente” de clientes.
Un caso interesante es el de Japón, que induce el respeto a los demás en muchas direcciones, incluyendo el no hablar en alto en los vagones del metro o del tren y no responder llamadas a los celulares para no molestar a los usuarios contiguos. Esto es parte de su cultura. A lo mejor esta actitud se hace eco de la famosa expresión de Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno, es la paz”.
Todos hemos conocido o vivido situaciones incómodas con vecinos ruidosos. La convivencia con vecinos que producen mucho ruido, con equipos de sonido, con gritos o con máquinas de diverso tipo ha llegado a extremos fatales cuando de los enfrentamientos verbales se pasa a la agresión física e inclusive a la muerte. Lamentable forma de resolver este tipo de problemas.
Algunas medidas de amortiguación en la arquitectura urbana apuntan a sembrar cortinas verdes con setos y enredaderas que no solo refrescan la vista, sino que reducen el impacto de los ruidos incómodos.
En ciudades de Estados Unidos que tienen residenciales muy cerca de autopistas, los vecinos o las urbanizadoras han establecido el colocar muros de tres o cuatro metros de alto, justamente para atajar las ondas sonoras de los miles de vehículos que transitan por esas vías.
El Programa Ambiental de Naciones Unidas ha publicado en su reporte “Fronteras” de 2022, las seis regiones del mundo que son más silenciosas y las seis más ruidosas, como un ejemplo de los extremos en este importante tema:
En África, Morogoro (Tanzania). Las más ruidosas: Argel (Argelia) e Ibadan (Nigeria).
En América del Norte, Toronto y Montreal (Canadá). La más ruidosa: New York (EUA).
En América Latina, Talca (Chile). Las más ruidosas: Bogotá (Colombia) y Puerto Vallarta (México).
En Europa, Lyon (Francia) y Barcelona (España). Las más ruidosas: Tirana (Albania), Londres (UK).
En Asia Occidental, Irbid (Jordania). Las más ruidosas: Ahvaz (Irán) y Amman (Jordania).
En Asia Meridional, Katmandú (Nepal). La más ruidosa: Islamabad (Bangladesh).
En Asia Oriental/ Pacífico, Melbourne (Australia), Yakarta (Indonesia). Las más ruidosas: Manila (Filipinas) y Ho Chi Min (Vietnam).
En resumen, es fundamental desarrollar una cultura más silenciosa, que se traduzca en campañas permanentes para la reducción del ruido, que se impulsen por parte de las entidades del Estado, de los municipios, de la empresa privada y de las mismas organizaciones de base. Además, es imperativo impulsar sitios y escenarios para el disfrute del silencio, tanto naturales como en espacios urbanos.
El cerebro, el corazón y alma de las personas apreciarán esos momentos de remanso y de sosiego.