Circunloquio [*]
(Devolverle a EE.UU. su Grandeza)
Esta frase fue el eslogan central que utilizó Donald Trump durante sus campañas presidenciales y se convirtió en un símbolo ampliamente reconocido de su movimiento político.
Suele abreviarse con el acrónimo MAGA.
Yayo Vicente, RVCR.
Aunque Donald Trump popularizó «Make America Great Again«, no fue el primero en usarla. Ronald Reagan la usó en su campaña presidencial de 1980, apelando a una recuperación del orgullo nacional y del poder económico. Trump retomó esta idea en un momento de descontento social, económico y político, adaptándola a las preocupaciones del momento como la inmigración, la globalización y la pérdida de empleos industriales.
«Make America Great Again» es deliberadamente ambigua. Es una llamada emocional al país idealizado del pasado, sin especificar cuándo fue «grande», lo que permite que distintos grupos proyecten su propia visión sobre esa «grandeza». Significa recuperar el control frente a las amenazas percibidas: inmigración ilegal, tratados comerciales desventajosos, pérdida de identidad cultural y políticas progresistas.
«Make America Great Again» es también un llamado disruptivo que sugiere que las élites políticas (de ambos partidos) fallaron en preservar esa grandeza y que es necesario un cambio radical. «Make America Great Again» no es solo un lema, es una narrativa condensada que apela a emociones profundas —nostalgia, orgullo, miedo al cambio y al reto— y un lema estratégico para el fenómeno político de trumpista. Su eficacia radica en su simplicidad, ambigüedad y capacidad de crear identidad. Es tanto una promesa como una crítica, una propuesta y una consigna.
Independencia de EE.UU.
El nuevo país nace con influencia francesa y una clara impronta del Imperio Británico.
Para Francia la independencia de las colonias del Imperio Británico en América era la oportunidad para debilitar a su principal rival. Francia había perdido gran parte de su imperio colonial en la Guerra de los Siete Años (1756–1763), especialmente India y Canadá y buscaba venganza y restauración de su prestigio. La visita de Benjamin Franklin a París, fue vista por la corte francesa, como un ángel bajado del cielo. Sin el decidido apoyo francés, sería difícil imaginar la independencia de las colonias.
La separación de las trece colonias del dominio del Imperio Británico se consolidó con la Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776, cuando las colonias proclamaron su soberanía. El reconocimiento formal de la independencia se dio con el Tratado de París en 1783. Este evento no solo estableció una nueva nación, también sentó las bases para la democracia en EE.UU. y además tuvo un impacto global al acercar a Francia con España, en contra de Gran Bretaña.
La influencia de los pensadores franceses del siglo XVIII en la construcción ideológica y filosófica de los Estados Unidos fue profunda y estructural, especialmente a través de tres reconocidos intelectuales: Montesquieu (división del poder en ejecutivo, legislativo y judicial), Rousseau (el poder político legítimo proviene del pueblo soberano, no de reyes) y Voltaire (defensa de la libertad de expresión, de religión y de prensa). Irónicamente, ayudaron a fomentar un experimento republicano en el extranjero, mientras en su casa seguía gobernando una monarquía absoluta.
América para los americanos
Del Imperio Británico, la nueva nación hereda su insaciable expansionismo y la estrategia de dividir a sus adversarios para debilitarlos. Aunque la frase exacta “América para los americanos” no aparece en el texto original del discurso de James Monroe, al Parlamento el 2 de diciembre de 1823, se convirtió en el resumen político y popular de la “Doctrina Monroe”, especialmente en Hispano América.
Originalmente, la frase significaba un rechazo a nuevas colonizaciones europeas en el continente americano y la protección de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas que se habían independizado de España y Portugal.
Con el tiempo, se reinterpretó la “Doctrina Monroe” para justificar la hegemonía de EE.UU. en el hemisferio occidental, para convertirla en “América para los estadounidenses” y justificar las intervenciones militares (Cuba, Haití, Nicaragua, Panamá) y la política del Gran Garrote (“Big Stick”) bajo Theodore Roosevelt. Se le sumó la “Doctrina del Destino Manifiesto”, con la que los EE. UU. se dio licencia para expandirse.
Los aliados fueron los victoriosos contra la Alemania Nazi, con la ayuda de Rusia y Estados Unidos. La participación de EE.UU., con equipo, suministros y tropas durante la II Guerra y luego con el Plan Marshall, una estrategia económica y política fundamental de posguerra que reconfiguró a Europa y consolidó el liderazgo global de Estados Unidos. El Plan del secretario de Estado de EE. UU., George C. Marshall, fue una de las estrategias geopolíticas más exitosas del siglo XX. No solo se reactivó Europa, también frenó la expansión del comunismo, consolidó el liderazgo económico y político de Estados Unidos, garantizó una zona de influencia capitalista-democrática en Europa occidental y creó una dependencia estructural de Europa hacia EE. UU.
Asia ni sumaba ni restaba, fue mucho después que ocurre el fenómeno de «los tigres y el león asiático», una metáfora que compara dos fenómenos económicos distintos pero conectados: los Tigres Asiáticos ( Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), pioneros del milagro económico asiático, y China, que emerge como una superpotencia económica de escala global.
Comercio internacional
El comercio, es una guerra entre dos aspiradoras, la más grande gana el juego y al mismo tiempo lo termina. EE.UU. durante décadas tuvo la “aspiradora” más poderosa. El capital del mundo entero fluía hacia los Estados Unidos, al mismo tiempo allá se creó el mayor mercado del planeta. Cualquier empresa mundial tenía que conquistar el mercado de Estados Unidos, sus gustos y exigencias. Fue así hasta que aparecieron otras “aspiradoras”, más grandes, más eficientes y modernas.
Devolverle a EE.UU. su grandeza
Pitágoras nos enseñó que el recorrido por los catetos es más largo que el atajo de la hipotenusa. Existen dos maneras para devolverle a Estados Unidos la supremacía:
- Volviendo a superar a los demás
- Estropear la capacidad productiva de sus competidores y cerrar sus fronteras.
Superar a los demás, requiere tiempo y estrategia a largo plazo, posiblemente con intervención estatal. Más infraestructura, más energía, mejor comunicación interna, trenes más rápidos, mejores comunicaciones, mejores puertos de contenedores, más investigación, mejores tasas sanitarias, mejor educación, en fin, hacer lo que no están haciendo.
La apuesta de Donald Trump para MAGA, es a contrapelo de una política comercial de siglo y medio, es el camino corto, populista, el que parece más sencillo. Los consumidores estadounidenses acostumbrados a tener a su disposición lo mejor del mundo (con excepción de los puros cubanos), con la vía escogida, la de encerrarse, cambiará esa realidad. Los americanos comenzarán a ver en otros países, bienes y servicios mejores y novedosos. Al mismo tiempo la competencia podrá aprovechar esa pausa y sacar y ampliar la ventaja.
Quitarles la ayuda a universidades, desarrolladores de tecnología, países pobres, organismos internacionales, será en detrimento del prestigio y de aceptar ser menos importantes en las decisiones del mundo. La administración Trump, tampoco está proponiendo un plan visionario como fue en su momento el Plan Marshall, se aleja de sus aliados naturales y de su hegemónica posición en el mundo occidental.
Un mundo multilateral nos espera y las decisiones políticas del presidente Trump lo está facilitando. Sin perder de vista nuestro condicionamiento geopolítico y la importancia de Estados Unidos para nuestra economía (inversión extranjera directa 71%, exportaciones 49% y turistas 59%), a Costa Rica le urge una doctrina en las relaciones internacionales que nos mantenga a salvo.
[*] CIRCUNLOQUIO. Viene del latín circumloquium. El Diccionario de Real Academia Española lo define como: “Rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más brevemente”.
