Redacción Visión CR/ Agencias/DW
- Pese a que la información médica es privada, algunos se cuestionan si en el caso de figuras públicas que ostentan altos cargos en la sociedad, deben divulgarse sus padecimientos más relevantes pues de la debida atención y la calidad de vida que lleven, dependerán lógicamente algunas de sus reacciones y decisiones respecto a temas que atañen a las colectividades.
Un reportaje publicado recientemente por Zulfikar Abbany, periodista y editor senior de la cadena Deutsche Welle (DW) alemana, da cuenta sobre distintas enfermedades padecidas por algunos de los más importantes mandatarios estadounidense a lo largo de la historia.
El recuente se realiza en momentos en que amplios sectores de la prensa e innumerables analistas políticos, han cuestionado la capacidad mental del actual presidente, Joe Biden, no solo para tomar decisiones acertadas durante lo que resta de su período presidencial sino también para continuar con sus aspiraciones a ser reelecto en el cargo.
Según lo indican algunos medios, en febrero de 2024, la Casa Blanca publicó el último resumen médico oficial de Biden, en el que se afirmaba que tenía o estaba recibiendo tratamiento para lo siguiente: un carcinoma basocelular (extirpado), apnea obstructiva del sueño, reflujo gastroesofágico, y rigidez de la marcha ambulatoria.
No obstante, sus apariciones televisivas y personales, en medio de la feroz campaña política contra su adversario republicano, Donald Trump, han dejado boquiabiertos a muchos comentaristas debido a distintas señales que denotan poca concentración, duda, enojo y algunos balbuceos que no se entienden claramente, por lo que se especula que estaría sufriendo de alguna enfermedad mental degenerativa.
De ahí que como señala el periodista Abbany, resulta interesante ahondar en el tema pues “De Abraham Lincoln a Joe Biden: muchos presidentes de Estados Unidos no han gozado de una salud de hierro, e incluso algunas de sus enfermedades se han mantenido ocultas.”
Lógicamente, todos los seres humanos estamos expuestos a padecer enfermedades o contagios. No obstante, cuando se trata de figuras públicas de tan alto rango, la información cobra mucho más importancia no solo por los cargos que ostentan y las determinaciones que conllevan, de las cuales dependen millones de personas, sino también por la manera en que algunos de estos líderes políticos sobrellevan sus dolencias: unos en silencio y estoicamente; otros aferrados a la negación, aunque los signos hablen por sí solos.
¿Valentía, temor, vergüenza o secretismo para no debilitar su posición de poder? Los motivos -como las dolencias- se han mantenido en secreto la mayor parte del tiempo.
He aquí el recuento publicado por la DW:
Donald Trump (2017-2021)
En otoño de 2020, se alega que, mientras se presentaba a la reelección, Donald Trump esperó varios días antes de revelar públicamente que había dado positivo de COVID-19.
Su infección fue confirmada más tarde por su entonces jefe de gabinete, Mark Meadows. Se trataba de una infección por COVID combinada con hipoxia, una falta de oxígeno en la sangre.
John F. Kennedy (1962-1963)
A John F. Kennedy, quien fuera asesinado en Dallas en 1963, se le diagnosticó la enfermedad de Addison en la década de 1940, además de sufrir dolores crónicos de espalda, fruto de una herida de guerra. La cuestión es que esta enfermedad podría haberlo matado.
Kennedy negó activamente los rumores de que padecía esta enfermedad durante su campaña electoral en 1960, a pesar de los síntomas visibles, incluida la decoloración de la piel.
La enfermedad de Addison -una forma grave de deficiencia hormonal- se produce cuando las glándulas suprarrenales no generan suficiente cantidad de ciertas hormonas, entre ellas el cortisol, conocido como la hormona del estrés, la cual es esencial para la vida. Si no se trata, la enfermedad de Addison es mortal.
Dwight Eisenhower (1953-1961)
El primer mandato de Eisenhower fue duro para él: tuvo un infarto en 1955 y una operación de obstrucción intestinal menos de un año después. El secretario de prensa reveló que Eisenhower había sufrido un episodio cardíaco, pero redujo su gravedad describiéndolo como una trombosis coronaria «leve».
Más tarde, desarrolló un aneurisma ventricular, una debilidad del corazón que puede producirse tras un ataque cardíaco. También eso se mantuvo en secreto.
Tras dejar el cargo, Eisenhower sufrió múltiples infartos de miocardio, un derrame cerebral, y murió de hipertensión y cardiopatía.
(En la foto, Dwight Eisenhower )
Franklin D. Roosevelt (1933-1945)
Afectado por la polio una década antes de su carrera presidencial, Franklin Roosevelt no pudo mantenerlo en secreto, al menos no del todo. Utilizaba aparatos ortopédicos y muletas para poder estar de pie en el podio durante los discursos. Pero la imagen en su silla de ruedas casera y con un perro en su regazo es legendaria.
Sin embargo, Roosevelt sí ocultó una cardiopatía hipertensiva, una insuficiencia cardiaca y una bronquitis aguda.
Woodrow Wilson (1913-1921)
Se dice que un derrame cerebral en 1919 dejó a Woodrow Wilson no sólo impedido físicamente -quedó parcialmente paralizado-, sino también afectado emocionalmente para el resto de su vida. De hecho, Wilson sufrió varias apoplejías, que negó públicamente. La primera, en 1896, dejó como secuela una debilidad en la mano derecha. Una segunda le afectó la vista.
Es posible que también padeciera dislexia, considerada una discapacidad en la época, así como trastornos psicosomáticos que carecían de explicación médica.
Theodore Roosevelt (1901-1909)
Theodore Roosevelt recibió un disparo durante una reunión masiva, pero siguió hablando en público durante 84 minutos antes de darse cuenta de que debía buscar ayuda médica. O subestimó la gravedad del disparo, o decidió mantenerlo en secreto.
Se cree que la bala fue desviada por el discurso de 50 páginas de «Teddy» Roosevelt y la funda metálica de sus gafas antes de perforarle el lado derecho del pecho. El proyectil quedó alojado entre la cuarta y la quinta costilla.
Grover Cleveland (1885-1889 y 1893-1897)
Cuando Grover Cleveland desarrolló una lesión cancerosa en la boca, decidió operarse a bordo de un yate en secreto. El anestesista era un dentista que también le extrajo dos dientes durante la operación. Eso permitió a la Casa Blanca afirmar más tarde que Cleveland se había sometido a una intervención dental de urgencia, nada más.
Pero la operación le afectó al habla y le provocó cierta pérdida de audición. Más tarde se dijo que había sufrido una depresión y que había muerto de una enfermedad gastrointestinal complicada por una cardiopatía, lo cual también fue un secreto hasta el final.
Abraham Lincoln (1861-1865)
Se especuló con que Abraham Lincoln padecía el síndrome de Marfan, una enfermedad genética que afecta los ojos, la sangre, el esqueleto y que, de afectar al corazón, puede ser mortal.
Las especulaciones nunca se confirmaron. Lo que sí se aseguraba es que Lincoln sufría depresión. Abraham Lincoln fue asesinado a tiros el 15 de abril de 1865.