Un virólogo con alma conservacionista

Un virólogo con alma conservacionista

Federico Paredes, analista agroambiental, RVCR.

A mediados de la década de los 30, allá por Esparza, nacía Rodrigo Gámez Lobo, un niño que creció estimulado por sus padres, el educador y ex Ministro de Educación, Uladislao Gámez (conocido familiarmente como Don Lalo) y doña Consuelo Lobo, en tener un genuino amor por la naturaleza y sus recursos.

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Don Rodrigo siempre fue un profesional inquieto.

En 1954 ingresó a la Facultad de Agronomía de la Universidad de Costa Rica (UCR) donde se graduó como Ingeniero Agrónomo, luego de lo cual se marchó a Chicago (EUA), donde obtuvo su doctorado (Ph.D.) en virología por la Universidad de Illinois en 1967.

Don Rodrigo fue un profesional inquieto. Al regresar a Costa Rica, inició su labor en la UCR, donde con el tiempo asumió el cargo como primer Director de la Escuela de Fitotecnia de la Facultad de Agronomía y dentro de ese ámbito del Alma Mater se convirtió en el primer Vicerrector de Investigación en 1974, al tiempo que participó en la conformación del primer Consejo del Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) y de la Unidad de Microscopía Electrónica de esa casa de estudios superiores.

En la misma UCR,con esa motivación científica que siempre lo caracterizó, promovió la fundación de un Laboratorio de Virología, que posteriormente evolucionó al actual Centro de Investigaciones en Biología Celular y Molecular (CIBCM), del cual fue su primer Director en 1976.

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Don Rodrigo promovió la fundación de un Laboratorio de Virología, en la UCR.

Su participación fue clave en la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT), hoy desaparecido, precursor del MICITT, así como de la Universidad Estatal a Distancia (UNED).

En octubre de 1989, lideró la fundación del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) que por mucho fue una institución de orgullo nacional por sus aportes al conocimiento de la diversidad biológica de Costa Rica. Junto con su gran amigo, el Dr. Daniel Janzen de EUA, desarrollóun ambicioso proyecto para inventariar todos los recursos animales y vegetales del Parque Nacional Guanacaste.

En su momento, esta aventura si hubiese sido completada, hubiera sido comparada con la caminata del hombre en la Luna, por la envergadura del esfuerzo que implicaba.

Lastimosamente, por diversos problemas, muchos de ellos de orden económico, algunos problemas de salud o inclusive de celo profesional, el Dr. Gámez Lobo tuvo que conducir en 2015, las conversaciones con el Gobierno de Costa Rica para traspasarle todas las colecciones de insectos, artrópodos y plantas, entre otros, por no contar con la capacidad de seguir con sus objetivos, pero con el deseo de que se continuara con esta importante misión. El museo, la granja, todas las instalaciones ubicadas en Santo Domingo de Heredia pasaron a la administración del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC). Se despedía así don Rodrigo desu proyecto estrella, que aportó tanto al conocimiento biológico.

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Sus grandes contribuciones en la comunidad científica fueron ampliamente reconocidas con múltiples distinciones, una de ellas fue el Galardón en Ciencias Internacionales Dr. Bernardo Houssay(1983), el Premio Sir Peter Scott al Mérito en Conservación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, 1992), otro fue el Premio “Canto a Todas las Criaturas” del Centro San Francisco de Asís de Estudios Ambientales en Italia en 1991, así como el Premio Príncipe de Asturias de Ciencia y Tecnología (1995) y el Premio del Museo Tecnológico en 2003. En nuestro país se le honró con el Premio Nacional de Cultura (MAGON) en el 2011.

Este científico, del cual tuve el privilegio de ser su alumno en el curso de Fitopatología (Virología de plantas), transformó la manera en que se investiga y gestiona la riqueza biológica de Costa Rica, promoviendo el conocimiento científico como eje central a la hora de tomar decisiones sobre el futuro de la conservación y el desarrollo sostenible.

Su labor como virólogo de plantas lo condujo a descubrir el virus del rayado del maíz que afecta tanto a este cultivo como al del frijol, lo cual le valió por parte de la OEA el Galardón Dr. Bernardo Houssay, antes mencionado, básicamente por considerarse a esos dos cultivos como fundamentales en la dieta de los pueblos latinoamericanos.

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Virus del Rayado de la Hoja del Maíz.

Más allá de su invaluable aporte a la ciencia, fue un apasionado lector, educador y divulgador, convencido de que el conocimiento debería beneficiar a toda la sociedad; de hecho, fue él quien acuñó el término bioalfabetización, dentro del quehacer del INBio, para diseminar la cultura de una conservación dinámica y responsable.

Su trabajo marcó la ruta para que distintas generaciones de investigadores, ecologistas guardaparques y ciudadanos comprometidos con la defensa del patrimonio natural del país, supieran valorar el tesoro biológico que esta nación encierra.

Sin lugar a duda se puede afirmar que su impronta sigue viva en cada área protegida, en cada especie clasificada y catalogada, y en cada iniciativa conservacionista que ha surgido en Costa Rica, desde entonces.

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Don Rodrigo, en el ocaso de su vida, tuvo la oportunidad de participar en la celebración del 50 Aniversario de la Vicerrectoría de Investigación que se realizó en el año 2024, donde asistió a una de las actividades conmemorativas, junto con otros vicerrectores y destacados académicos pensionados de la Universidad de Costa Rica.

Ciertamente perdimos a un prohombre, a un ilustre científico, a un humanista visionario de esos de los cuales no hay muchos.

Formó parte de esa legión de personas que, como el Ing. Jorge Manuel Dengo, le dio forma a este país en varios sectores vitales del desarrollo nacional, derrochando humildad, sapiencia y un humanismo envidiable.

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