Jacques Sagot, pianista y escritor.
“En el primer tiempo hubieron muchos errores de defensa, idiay, así es como dentran los goles, por eso debemos tratar de que no haigan más descuidos en la zaga del equipo”. Esto fue dicho por un técnico de la selección nacional de fútbol de Costa Rica, en una breve entrevista durante la pausa de un partido decisivo para alguna eliminatoria. ¡Tres errores como el Aconcagua en una sola frase! Se dirá: la ignorancia no es imbecilidad. No, a menos de que el ignorante se niegue a solucionarla y se solace en ella como un cerdo en el estiércol.
Seamos francos: nadie espera que un técnico de fútbol se exprese como Cervantes o utilice sonetos petrarquistas o quevedianos con rimas cruzadas, asonancias, aliteraciones, anáforas, anadiplosis, quiasmos, metáforas, hipérbatons, catacresis y sinécdoques en el momento de dar declaraciones, pero creo que todos tenemos derecho de que sus intervenciones no nos suman en el sonrojo. Ese técnico es un embajador mediokriense de facto, lo quiera o no: viajará por el mundo con su equipo, y ofrecerá conferencias de prensa que serán transmitidas hasta el último resquicio del planeta.
La Federación de Fútbol de Costa Rica debería hacerlo tomar clases de español 101: bien que mal, va a representarnos en todo el orbe. La otra posibilidad es que comience a estudiar seriamente el Paco y Lola, ustedes saben: “Mamá amasa la masa”, “Mi mamá me mima”, “Papá ama a Mamá”. Pero vayan despacio: no abrumen al pobre hombre con un exceso de información: todos sabemos que este es un libro insondablemente complejo.
Este es uno de mis más preciados dijes. Es cosa que cuesta creer, pero juro por mis manos que sucedió. Había yo escrito en la sección de deportes del periódico La Nación una columna en memoria del gran futbolista brasileño Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira y Oliveira, estrella del Corinthians de São Paulo, del Flamengo de Río de Janeiro y de la excelsa Selección verdeamarela en los mundiales de España 1982 y México 1986. En él encomiaba sus pases “de taquito”, que eran su trademark estilístico. Para mi estupor, recibí al día siguiente un mensaje de un periodista indignado, que me reconvenía: “Señor Sagot: me extraña su nivel de ignorancia. No se tiene ninguna evidencia de que en Atenas, en el siglo IV antes de Cristo, se jugara el fútbol. Menos aún de que Sócrates lo practicara, de que hubiese un equipo llamado Corinthians, y por último, es imposible saber si a Sócrates le gustaba pasar el balón “de taquito”. Es improbable, puesto que calzaba sandalias y vestía una larga túnica, como todos los ciudadanos atenienses de su época”. Guardé respetuoso silencio, y no contesté la misiva. Pero de inmediato supe que aquella respuesta era atesorable.
Otro reportero noticioso: “La femenina tuvo una seria lesión en su extremidad inferior izquierda”. ¿“La femenina”? ¿No sería más simple decir “la mujer”? Y “la extremidad inferior izquierda” ¿no es, traducida al lenguaje simple y llano, “la pierna izquierda”? ¿Qué insospechado matiz semántico aporta la perífrasis “la extremidad inferior izquierda” al directo y perfectamente correcto “la pierna izquierda”? De nuevo, todo esto obedece a un afán de “elegancia”, de “distinción”. Hélas, uno no es Oscar Wilde por el mero hecho de quererlo. Y siendo así las cosas, mejor es no complicar la alocución con construcciones ñoñas y superfluas.
Y otro más: “Hoy, en el aeropuerto Juan Santamaría, una unidad canina descubrió paquetes de cocaína en las valijas de un turista colombiano recién arribado al país”. “Unidad canina”: léase, un hombre con un perro. Pero claro, “unidad canina” suena más exciting, más próximo a James Bond, a espectacular operativo policial en el estilo de SWAT. ¡Ah, nuestros reporteros! A veces solo resta decir: “Padre, Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Oído en otro conspicuo noticiero internacional. Una reportera de deportes, llevando el lenguaje inclusivo hasta una verdadera reductio ad absurdum dijo esto (sí, amigos y amigas, lo crean o no): “El equipo y la equipa de baloncesto tuvieron buenos desempeños en los Juegos Centroamericanos”. ¿“La equipa”? ¿Por qué no hablar también de la “baloncesta”, de “buenas desempeñas”, de “Juegas Centroamericanas?” No, no, no… ya esto es aberrante. Una teratología lingüística, un engendro idiomático. Espero que las feministas y los feministos no sigan por esta senda y este sendo, porque muchos y muchas televidentes y televidentas no estaremos dispuestos y dispuestas a soportarlos ni a soportarlas.
Otro técnico de fútbol, personaje folclórico harto popular en Mediokria. “En el primer tiempo el rival salió, veá, a amerrentarnos. Yo ya tenía a mi equipo alvertío. Por eso lojotros reaccionamos y les empujamos un gol. Ya Puntarenas de ese ataúl no se levanta”.
Y ahora, como bis, a petición del público que quiere más frases memorables. Esta afirmación oída en un popular noticiero televisivo nacional. “La masculina sufrió heridas incompatibles con la vida en su extremidad inferior derecha”. Así que ahora tenemos “masculinas”…. ¿En qué lugar del espectro LBGTQI+ deben ser ubicadas? Pero además, sus heridas fueron “incompatibles con la vida”. Así pues, ¿una espinilla sería una lesión compatible con la vida, una afección bondadosa, filantrópica, empática? ¿Y un cáncer sería siempre el villano de la película: una dolencia “incompatible con la vida”? ¿Por qué no decir simplemente “mortal”? ¡No es una palabra obscena, soez, ofensiva para nadie!
Y por último, señores y señoras, entrénense para no conjugar verbos en la segunda persona del plural con “N” al final: córrasen, tóquesen, muévasen, cómasen, tómesen… Es un maicerismo insufrible, un uso aberrante, depravado del idioma, el Arco de Triunfo de la polada universal.
Para ser decente, el periodismo debe se docente (lo mismo digo de la política). Un periodista es un pedagogo, un profesor, una figura de autoridad. Su palabra, su cultura (o falta de ella) tienen un impacto profundo en nuestra sociedad. Con el tiempo he llegado a coleccionar sandeces de esta laya en cantidades que ya podrían constituir una Antología Universal del Rebuzno. Me he limitado aquí a mencionar algunos ejemplos granados de un tonel sin fondo de estupideces, algo así como la barrica de las Danaides. Podría llenar cientos de páginas con enormidades de esta laya. Y lo haré. Se los prometo. Es muy importante que Costa Rica sepa el nivel de periodismo que la ha aquejado durante décadas (por lo menos medio siglo), y que a la altura del año 2024 está estrangulándola entre los tentáculos de la más chirriona ignorancia.