- La conmemoración cristiana -que en Costa Rica se celebra los días 1 y 2 de noviembre de cada año- reviste especial importancia ante el acoso que sufren millones de personas en el mundo por defender sus creencias religiosas
Adriana Núñez, periodista Visión CR
“Yo soy una cristiana, yo no me puedo llamar pagana o de cualquier otra religión, porque yo soy un cristiana y así quiero ser siempre” (Palabras de Santa Perpetua, justo antes de morir)
“La historia de Perpetua narra los acontecimientos que tuvieron lugar en Cartago, África, en el año 202, cuando el emperador Severo emitió una ley anticristiana, prohibiendo a cualquier persona bautizarse y, por lo tanto, convertirse al cristianismo. En ese momento Perpetua tenía 20 años y era catecúmena, es decir, estaba estudiando para convertirse al cristianismo; además tenía un bebé. A Perpetua la arrestaron junto con otros cuatro catecúmenos, incluyendo a Felicidad, su esclava, que estaba a punto de dar a luz.
El día de la ejecución, los mártires dejaron su prisión y «con alegría como si estuvieran de camino al cielo» entraron en la arena, donde murieron ante una multitud enardecida. Perpetua y Felicidad fueron decapitadas; a los demás los echaron a las bestias salvajes. Hoy en día estas dos mujeres se mencionan en la Plegaria Eucarística 1”. (Fuente: Saints Kit)
Como la descrita, otras historias de valentía y fe originalmente motivaron la conmemoración del “Día de Todos los Santos”, una solemnidad cristiana que para las iglesias católicas latinas se lleva a cabo cada 1 de noviembre y el primer domingo de Pentecostés -que este 2024 cayó 19 de mayo- en el caso de la Iglesia ortodoxa y de las católicas de rito bizantino.
Actualmente es una ocasión en la que se celebra también una fiesta solemne por todos los difuntos que, según los clérigos, “habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios”.
Es por esa concepción particular que el día de “todos los santos” no se efectúa únicamente en honor a los beatos o a los personajes que han sido canonizados y que están en la lista de los mártires y santos reconocidos a los cuales la Iglesia les destina otro día especial del año; la importante festividad se extiende también en honor a todos los que no están canonizados pero viven ya en la presencia celestial. En nuestra nación la conmemoración de difuntos se realiza el 2 de noviembre.
Origen del festejo
Desde sus inicios, la Iglesia cristiana primitiva acostumbraba a celebrar el aniversario de la muerte de un mártir en el lugar donde había encontrado la muerte. Pero en esos tiempos, con frecuencia numerosos grupos de mártires morían el mismo día en diversos sitios, razón por la que buscaron la forma de realizar una celebración común.
Los libros de historia dan cuenta de que durante la persecución de Diocleciano iniciada en 303 y conocida como “la Gran Persecución” el número de mártires llegó a ser tan enorme, que no se podía separar un día para asignársela a cada uno y por ello la Iglesia decidió fijar una fecha en común para todos.
La persecución de Diocleciano fue la última y posiblemente la más sangrienta ejecutada por el Imperio romano contra los cristianos. En 303, bajo la forma de gobierno denominada “tetrarquía” formada por Augusto Diocleciano, Maximiano y los césares Galerio y Constancio, se emitió una serie de edictos que abolían los derechos legales de los cristianos y exigían a la vez que cumplieran con las prácticas religiosas tradicionales.
La aplicación de los edictos de manera brutal y salvaje -especialmente en las provincias orientales del Imperio Romano- cobró la vida de cientos de personas que se rehusaron a traicionar su fe en Cristo.
Siglos más tarde, el papa Bonifacio IV reinició formalmente lo que más tarde se conocería como el Día de Todos los Santos, que en ese momento se efectuó el 13 de mayo del año 609, cuando el pontífice dedicó el Panteón de Roma como iglesia, en honor a la Virgen María y a todos los mártires.
Más de cien años después, durante el mandato del papa Gregorio III (731-741) se estableció la fecha actual del 1 de noviembre mediante un acto en el que dedicó una capilla en la Basílica de San Pedro de Roma, en honor a “todos los santos”.
En el seno de la Iglesia católica, esta fecha se considera un día especial en el que se anima a los católicos para que asistan a misa a menos que estén impedidos por enfermedad u otra excusa adecuada, sobre todo si el festejo cae sábado o domingo.
Tanto en nuestro país como en otras naciones latinoamericanas, durante la tradicional “Fiesta de todos los santos” a la que se suma también la del “día de los santos difuntos” se ofician misas católicas y miles de personas visitan las tumbas de sus familiares fallecidos no solo para decorarlas con flores y velas sino también para recordarles y orar por sus almas.
Fieles a sus creencias hasta el último aliento
La palabra mártir proviene del griego y significa “testigo”. Describe a personas que dan testimonio de su fe, filosofía de vida, principios religiosos o pensamiento político aunque por ello sean perseguidos, acosados e incluso asesinados.
Miles de cristianos han sufrido persecución a lo largo de la historia. Tanto en la antigüedad como en años más recientes: el cristianismo en todas sus vertientes fue la religión más perseguida en el Siglo XX y por ello, muchísimos hombres y mujeres perdieron su vida con tal de defender sus ideales y su fe.
Desde el primer mártir cristiano, Esteban, persona de confianza de los apóstoles, cuyo nombre se encuentra por primera vez en el libro sagrado con ocasión del nombramiento de los primeros diáconos (Hechos, 6, 5) las cifras de personas asesinadas por defender sus creencias religiosas, alcanzan números inimaginables.
Según lo publicado por el Centro de Estudios Nuevas Religiones, que le lleva el pulso a la situación de los cristianos perseguidos en todo el mundo, en 2014 la cifra alcanzó los 105,000 muertos y en el año 2016, fueron asesinados unos 90.000. De estos últimos, según declaraciones brindadas a Radio Vaticana por el director del Centro, Massimo Introvigne, “el 70%, es decir, 63.000, fueron muertos en conflictos tribales en África y el otro 30%, 27.000, murieron en atentados terroristas, destrucción de villas cristianas o persecuciones del gobierno como en el caso de Corea del Norte”.
El acoso hacia quienes profesan principios religiosos firmes se ejecuta de diversas formas que van desde la burla, la discriminación, el arresto sin garantías, la mengua de derechos públicos, el encarcelamiento, el azotamiento y la tortura, hasta el asesinato. Y lamentablemente con menor o mayor intensidad se produce en casi todos los países del mundo.
No obstante, de conformidad con la Lista Mundial de la Persecución que realiza cada año la organización Puertas Abiertas, Corea del Norte, Afganistán, Somalia, Libia, Pakistán, Sudán, Eritrea, Yemen, Irán e India son los sitos donde existe un índice más elevado de hostigamiento contra los cristianos.