Roberto Víquez Salazar: heredero del ADN del arte

Roberto Víquez Salazar: heredero del ADN del arte

«El arte es, sobre todo, un estado del alma»

(Marc Chagall pintor francés/ruso, 1887-1985)

“Entiendo que un artista es alguien que, entre el silencio de los demás, utiliza su voz para decir algo, y que tiene la obligación de que esto no sea algo inútil sino algo que dé un servicio a los hombres”

(Joan Miró, escultor y pintor español, 1893-1983)

Adriana Núñez, periodista Visión CR

Durante toda mi vida, he tenido la fortuna de mantener cerca a gente muy especial, cuya presencia valoro tremendamente. Entre ellos destaca Roberto Antonio Víquez Salazar, a quien conocí siendo apenas una adolescente. Segundo entre cinco hermanos, vivía con su familia en un cálido hogar familiar que se ubicaba en La Granja, barrio cercano al mío, y por ello, fue fácil su integración al grupo de amigos y vecinos -muchos de ellos alumnos del cercano Colegio Calasanz- que por las tardes se reunía cerca de mi casa, a tocar la guitarra, jugar voleibol o simplemente a conversar y reír.

Roberto Víquez, guitarrista, dibujante y escritor

Hijo de Fernando Víquez Valverde -de grata memoria- hombre gentil, propietario de una agencia de viajes y de la gran dama y escritora María Teresa “Copí” Salazar Castro, Roberto nació en San José, el 10 de noviembre de 1955. Espigado y elegante, se distinguía entre el bullicio juvenil, por su porte de caballero inglés y una soñadora y nostálgica mirada, características que no les eran ajenas a varias de las muchachas del barrio.

Desde esas épocas felices, nos hemos mantenido en contacto y compartido algunas aficiones, entre ellas la música, que nos llevó a ambos a investigar a profundidad, a mediados de los años ochenta, la vida y obra de Jorge Debravo, de quien -con permiso de su hijo Raimundo- tomamos algunos poemas para convertirlos en melodías y en un espectáculo pionero que trascendió las fronteras costarricenses.

Y es que el arte es, en el caso de Roberto, una herencia de sangre que se ha extendido desde su ancestro, el arquitecto y pintor José Francisco “Chisco” Salazar, pasando por su madre Copí, hasta llegar a él convertida en música, literatura, dibujo y una profunda creatividad. De ahí su sensibilidad no solo ante las maravillas de la naturaleza y del alma humana, sino también manifiestas en su lealtad y solidaridad con los allegados. Por ello, cuenta con nexos de amistad duraderos e inalterables.

De semblante sereno pero lleno de pasión interior, en el campo sentimental, tuvo algunas relaciones importantes pero no definitivas, hasta que en el firmamento apareció la bella Elaine, quien como un faro de luz alumbró su corazón, lo motivó a dejar Montes de Oca y a trasladarse a Escazú, comunidad en la que juntos residen desde hace alrededor de 15 años y en la cual Roberto. se ha integrado como artista y colaborador de la comisión de cultura local.

Chisco Salazar, ilustre costarricense y ancestro de Roberto Víquez

Talento innato

Desde muy niño, mostró una gran aptitud para el dibujo. Llenaba de trazos las paredes de su casa hasta que los rigores escolares, ocuparon su mente con materias que demandaban tiempo y atención.

Estando ya en secundaria, en el barrio Fuentes, en Lourdes, se integró al grupo creado por el amigo Federico Malavassi -en el cual yo cantaba- para tocar en la misa dominical de 7 de la noche, en la capilla del “Cala”.

Víquez había aprendido los primeros acordes gracias a su entrañable compañero Rafael “Rafa” Solórzano (q.D.g.) y a Roberto Estrada, con quienes además, como él mismo recalca, “compartía largas tertulias y repasaba inolvidables boleros”, los mismos que luego incorporaban en preciosas “serenatas” junto a las ventanas de las “chicas” del barrio. “Me espero, no voy a marcharme, no voy a alejarme sin antes decir…” (Tres regalos, letra de Luis Cisneros Alvear)

Fue precisamente durante esas sencillas actividades donde descubrió su facilidad para la guitarra, por lo que posteriormente, desarrolló la técnica de la escuela clásica y más tarde, la de la flamenca, que lo cautivó para siempre. Al escucharlo tocar, como dijese alguna vez Nellie Bennett, reconocida investigadora y guionista australiana, “fui transportada a un mundo donde todo el mundo es hermoso, porque la belleza está en todo, en lo glorioso y lo feo; porque el flamenco celebra la vida”

Víquez Salazar es autor de dos novelas, publicadas en años recientes

Y es que además de contar con talento innato, las grandes destrezas alcanzadas por Víquez Salazar se produjeron no solo mediante estudios en el conservatorio, sino también gracias al apoyo de maestros privados tales como Francisco Bracamonte, gran intérprete salvadoreño que residía en nuestro país y había sido discípulo del paraguayo Agustín Barrios, conocido como “Mangoré” e incluso del español Andrés Segovia.

Otras vetas artísticas

Sin terminar los estudios universitarios, Roberto Víquez comenzó a trabajar como creativo en publicidad, espacio en el cual interactuó con magníficos tutores y donde sus múltiples habilidades se intensificaron. Allí surgió también la veta literaria.

“No obstante, mi tío abuelo, Chisco Salazar, fue quizás el personaje que más ha influido en mi vocación artística” señala Roberto, quien en los últimos años, no sólo ha producido ocho obras para guitarra, entre las que figura «El canto de las aguas» canon para dos guitarras; además, ha publicado dos libros, “Alerta Roja en la isla del Coco” y “Neblina al morir el sol”, y recientemente, ha retomado el dibujo, dándole preferencia a los retratos, “aunque también me gusta captar un paisaje y fauna silvestre” nos dice.

Geisha, dibujo a lápiz de la serie japonesa de Roberto Víquez Salazar

Tanto es así, que el año pasado realizó una exposición en el Hotel Corobicí y actualmente, tiene pendiente una invitación de la municipalidad de San José, para mostrar sus obras en la sede del Consejo Municipal en el barrio La Soledad.

Polifacético y en constante producción, Roberto Víquez Salazar ha actuado en América del Sur y en algunos de los mejores escenarios de nuestro país. A nivel nacional, continúa presentándose en diversas locaciones públicas y privadas. Es además profesor de guitarra y cuenta con alumnos de diferentes edades.

A través de estas letras, con humildad y afecto, quiero agradecerle al amigo su insustituible presencia en mi vida y compartir con los lectores, no solo la riqueza artística que posee, sino también sus enormes cualidades como ser humano, algo que a veces escasea en este atropellado mundo material.

Si alguna persona o institución desea contactar al amigo Roberto Víquez Salazar, en razón de las clases de guitarra que imparte, para adquirir uno de sus libros y dibujos o con el fin de invitarlo a tocar la guitarra en algún evento especial, sea privado o público, pueden hacerlo enviando un mensaje con sus datos al WhatsApp 8637-2033.

 

 

 

 

 

 

Visitado 235 veces, 12 visita(s) hoy

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *