Luis Paulino Vargas, economista y académico.
Me refiero a la situación vivida, en el fin de semana pasado, durante la asamblea de ese partidito taxi recién creado por algunos miembros de la feligresía chavista. Si no me equivoco, Soberano Vacilón es el nombre del supracitado partido-taxi.
La cosa es que el señor tesorero, recién designado, se levanta y le dirige unas palabras al culto y distinguido público presente. Procura que su discurso tenga la solemnidad que tan señala ocasión demanda, y, con ese fin, se empeña en hacer ver que su presencia en tan descollante evento no es fruto de la casualidad ni mera ocurrencia personal. Jamás de los jamases.

Su presencia en tan histórica reunión es fruto de un designio superior. Como quien dice el hombre viene ungido por las Dos Deidades Supremas del chavismo. Porque, bueno es que lo tengamos claro, en el chavismo no hay una Santísima Trinidad. En su lugar poseen una Santísima Binaridad.
Y así, henchido de orgullo por la Sagrada Misión que le fue encomendada, el ilustre señor empieza a explicar: «si yo estoy aquí es porque Las Dos Supremas Personas me lo ordenaron». Y, enseguida, la catástrofe: «don Rodrigo explícitamente me lo solicitó…».
¡Qué semerenda torta!
De ahí en adelante fue el pandemonium. La presidenta del partido -una señora de muy turbios antecedentes, ganados, con grandes merecimientos, durante su estadía en tierras mexicanas- hizo una especie de danza sagrada y algunas como gesticulaciones mágicas alrededor del susodicho caballero, con el fin hacerle ver la estrepitosa metida de escarpines, y, entonces, el pobre doncito entra en caída libre y se precipita en barrena o, mejor digamos, se pone en versión «abejón de mayo», pegando de pared en pared, presa de la más mortal ofuscación.
«Tierra trágame» era la frase que, como fogonazos incandescentes, reberberaba en su escasamente amueblada cabecita.

Lo demás es llover sobre mojado: un chaparrón de pretextos, justificaciones y eufemismos. El ridículo total, la desfachatez y la hipocresía en todo su esplendor.
Como para confirmar, una vez más, la corrupción del chavismo y su gusto obsesivo por la mentira. Y, de paso, aporta nuevos elementos para confirmar que Rodrigo Chaves irrespeta las leyes y la Constitución.
O sea, nueva evidencia, brindada por los propios chavistas, que aconsejan levantarle la inmunidad para que sea juzgado.
Como debe ser y es lo correcto que sea.