Transitar el duelo por la pérdida de una mascota no es nada fácil

Transitar el duelo por la pérdida de una mascota no es nada fácil

  • Mi corazón tiene varios compartimientos; muchos de ellos están repletos de recuerdos de las mascotas que endulzaron nuestra existencia, con las cuales vivo eternamente agradecida.
  • Los animales domésticos son realmente un miembro más de las familias. ¡Es tanto lo que nos dan! Merecen amor, protección, calidad de vida y respeto.

Adriana Núñez, periodista Visión CR

La muerte de una mascota suele ser un golpe muy duro. Quien no ha amado y cuidado de un animal doméstico, quizás de primera entrada no lo comprenda igual que aquellas personas, que sí han experimentado su dolorosa pérdida. A lo largo de las décadas, mis hijos y yo hemos enfrentado ese penoso vacío en numerosas ocasiones. Y es que el vínculo que se forma entre personas y animales es muy estrecho, lleno de ternura.

Sabemos de antemano que la vida de los perros y gatos que nos acompañaron y de los que actualmente iluminan nuestros días con su presencia amorosa, alegre y leal, se reduce a períodos que oscilan entre los 10 y 18 años, dependiendo de su raza o cuando se trata de los “callejeritos”, de las condiciones en que nacieron y se desarrollaron durante sus primeros años.

En el caso de otros animales tales como los caballos, el promedio de vida se sitúa entre los 25 y 30 años. Mientras que animalitos pequeños como los hámsteres o cuilos, en excelentes condiciones pueden sobrevivir de 5 a 7 años. Entre otros animales de compañía que la ley permite también se encuentran canarios y periquitos, los cuales generalmente viven entre 10 y 12 años.

No obstante, aunque cuidemos con esmero a nuestras mascotas, a veces ocurren situaciones fuera de nuestro control: enfermedades graves, debilidades genéticas y otras circunstancias que pueden -como sucede con los humanos- acortar su tiempo o simplemente llevárselos de forma repentina. Y están también los accidentes, atropellos y los problemas que personas dañinas e intolerantes pueden ocasionar…

Ninguno de esos escenarios es agradable pues el vacío que dejan a lo interno del hogar y especialmente del corazón del dueño, es realmente profundo. Sobre todo porque sabemos y ha sido plasmado en un famoso estudio publicado en la revista “Learning and Behavior” (Aprendizaje y comportamiento) que muchos animales, sobre todo los perros, tienen la capacidad de captar las emociones humanas y con su cariño desinteresado, contribuyen a paliar la angustia y a reforzar el sentido de seguridad y confianza en las personas allegadas.

Por ello hoy deseamos plantear algunas sugerencias para que el duelo por la muerte de uno de esos seres tan especiales, no llegue a convertirse en una verdadera tragedia y nos afecte no solo sicológica y emocionalmente, sino también en nuestra salud física, que irremediablemente se verá impactada por los trastornos de sueño, alimenticios, etc. que genera el sufrimiento.

Aunque cuando traemos a un animal doméstico al hogar, sabemos que su esperanza de vida es mucho menor que la nuestra, llegado el momento de decir adiós, la mayoría de nosotros no cuenta con la preparación para enfrentar una pérdida que trae consigo sentimientos de profunda tristeza. Incluso ante las difíciles circunstancias, ciertas personas de nuestro entorno, no comprenden cuán hondamente puede afectarnos esa separación, por lo que en ocasiones el dolor se mantiene en silencio, lo cual podría agravar la situación, especialmente la de los niños y niñas identificados plenamente con sus mascotas.

Teniendo en cuenta esos factores, hemos escrito estos párrafos en la esperanza de que compartiendo experiencias vividas, podamos contribuir a mitigar el profundo dolor por la muerte de nuestros animalitos amados.

Pasos importantes tras la pérdida

Con buenas intenciones pero erróneamente, algunos familiares o amigos de las personas que han perdido a su mascota, de inmediato les sugieren soluciones rápidas como “comprar u adoptar otra”.

Hace más de una década, preocupada por mi hijo menor, quien perdió a su amado perro, dos o tres meses después, con las mejores intenciones pero sin consultarle, compré otro y se lo obsequié, pensando que podría animarlo. Pero él no estaba listo aún para aceptarlo. Tuvieron que pasar algunos meses más para que se produjera un cambio en su actitud y pudiese desarrollar la enorme empatía que hoy siente por esa mascota. Pero al principio el animalito estuvo bajo mi cuidado pues de inmediato me di cuenta de la equivocación que había cometido.

En realidad eso que hice entonces no es aconsejable, pues no sólo no se trata de sustituir a la mascota fallecida abruptamente, sino que cuando se impone la presencia de una nueva, quizás la persona doliente no esté todavía en capacidad de interactuar de manera correcta con el animal recién llegado.

Por ello, siempre hay que esperar a que se procese el duelo y cada uno lo vive de manera distinta, aunque las etapas suelen ser las mismas e incluyen momentos de negación, culpa, enojo y finalmente una serena tristeza que con el paso de las semanas o meses, se transformará en un cúmulo de recuerdos enriquecedores sobre los momentos vividos.

¿Cuánto dura el duelo? Es la pregunta más frecuente, sobre todo de madres, padres y demás familiares de quienes han perdido a su mascota favorita.

En realidad no se puede responder con exactitud o definir tiempos precisos. Pero la mayoría de los expertos en el tema calculan que el proceso normal para interiorizar la pérdida, tarda alrededor de seis meses.

Ello no implica que la persona olvide a su mascota por completo. Lo único que indicará es que los recuerdos no serán tan dolorosos y que la tristeza no le impedirá continuar con la rutina diaria con normalidad.

‍Permitirle a los niños y jóvenes conversar con cierta frecuencia acerca de las proezas, comportamientos y momentos felices experimentados junto a sus mascotas, es la mejor forma de contribuir a transformar el dolor en memorias enriquecedoras. Incluso esperar unos 6 u 8 meses e incluso un año antes de traer otra mascota a la casa, permitirá que el miedo a sufrir otra pérdida se vaya diluyendo.

Superar la pérdida de un animal que nos brindó su amor y compañía, lleva tiempo y por ello, lo adecuado es no tomar decisiones precipitadas que puedan redundar en comparaciones indeseadas o que nos presionen con nuevas responsabilidades estando aún inmersos en un proceso de recuperación.

Muerte por vejez o repentinamente

Existen diferencias entre ambas situaciones, considerando que aún cuando ha sido por vejez, el duelo por la pérdida de un animal es muy duro. Pero es más fuerte aun cuando la muerte de una mascota ha sido repentina o en los casos en que es preciso recurrir a la eutanasia.

Conforme las mascotas naturalmente van envejeciendo, siempre es importante irnos preparando para enfrentar la despedida. No obstante, el momento final es realmente difícil. Mi cocker spaniel me acompañó por más de 18 años. Era ya un anciano y yo sabía que cada día podría ser el último.

Una tarde, estando en la oficina donde trabajaba, presentí que algo fuerte le estaba ocurriendo. Salí apresuradamente hacia mi casa adonde llegué 45 minutos después. Apenas abrí la puerta le escuché llamándome. Llegué a la terraza donde yacía acostado. Me senté junto a él en el suelo y lo acurruqué sobre mi regazo.

Mientras lo acariciaba, comencé a decirle lo mucho que había significado para mí su presencia y compañía. Durante casi media hora le estuve hablando suavemente, con inmensa gratitud. Se había quedado tranquilo, en silencio, escuchando mi voz. De repente tuvo un espasmo, su corazón latió entre mis brazos por última vez y entonces expiró. No pude contener el llanto ni tampoco alcancé a levantarme. Me quedé abrazándolo hasta que alguien -mucho rato después- se asomó.

Aunque pude despedirme y acompañarlo en sus últimos minutos, nada impidió que el dolor me removiera el alma. A pesar de que transité por el duelo mansamente pues el recuerdo de nuestras aventuras juntos ha sido siempre gratificante, aún hoy que han pasado varios años, se me humedecen los ojos al evocar esos momentos finales.

Por eso creo que el dolor que sienten aquellos que han perdido a sus animales de forma súbita e inesperada, posiblemente les pueda dejar en estado de shock, sobre todo porque muchos quizás se cuestionen si habrían podido hacer algo por evitarlo, si fallaron en cuidarlos o en detectar alguna anomalía. Hay que saber que esos pensamientos suelen aflorar durante el duelo y por ello, si es necesario, es preciso pedir consejo o ayuda sicológica para aprender a superarlos.

Y si es el veterinario quien plantea como último recurso la eutanasia para un animal enfermo que está sufriendo y sin posibilidades de salir adelante, como la decisión final siempre dependerá del dueño, es indispensable que éste reciba toda la información de manera clara y puntual y se disipen todas las dudas que tenga antes de proceder. Porque el peso de una determinación así, podría convertirse en un pesado fardo a lo largo del tiempo.

En el caso que sea, lo esencial es estar conscientes de que cada uno -ineludiblemente- deberá transitar por las diferentes etapas del duelo de la forma más sincera posible, alternando no solo entre los momentos de soledad que todos necesitamos sino también en espacios donde podamos comunicar los sentimientos y expresar el dolor que estamos experimentando. A los niños hay que darles un acompañamiento especial durante ese período para que se sientan acuerpados, nunca criticados ni presionados.

Recordemos que -al igual que ocurre con la muerte de un amigo o familiar- si un duelo tan grande como lo es el fallecimiento de una querida mascota, no se gestiona de forma adecuada, puede causar problemas tales como ansiedad, irritabilidad e incluso conducir a depresión.

Además, es vital que quienes tengan mascotas y las pierdan, no se sientan nunca avergonzados de expresar lo que sienten. Amar a quienes conviven con nosotros -humanos o animales- es una cualidad espiritual invaluable como también lo es, aceptar que tarde o temprano, todos trascenderemos a planos diferentes al terrenal.

Dedico estas líneas a Potito, Tomasina, Tuti-Fruti, Dunker, Feather, Camilo, Boli, Cassandra, Lobo, Jack,Vodka, Luna, Orión, Snoopy, Sirius, Akira, Roxy…  Cada uno dentro de sus propias características individuales, fueron una inmensa fuente de amor y de alegría para mis hijos y para mí.

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