Los jóvenes, quienes representan cerca de un 38% del padrón electoral, deben tomar conciencia de que la paz y libertad que han gozado en Costa Rica no es obra de la casualidad.
Ellos deben saber y reconocer que la estabilidad política privilegiada en que han vivido costó en muchas ocasiones sangre y vidas de costarricenses desde los primeros años de experiencia independiente.
Si se preocupan por revisar la historia patria, confirmarán que hubo tiempos amargos y hasta crueles en el país, hasta desembocar, en 1949, en una forma de vida política que garantiza respeto para los derechos fundamentales de las personas.
Ese sistema político forjado por generaciones y generaciones de costarricenses es el que estará en juego en los comicios del 1⁰ de febrero del 2026.
Desde los años 20 del siglo antepasado, hubo una decisión inquebrantable de ciudadanos ilustres de enrumbar el país hacia la paz y la libertad para hacer posible un progreso digno.
Y siempre hubo gente inclinada hacia la concectración del poder para manejar los destinos de la gente a su antojo, como ocurre hoy con Rodrigo Chaves.
Apenas en 1848, Costa Rica tuvo su primera dictadura con Braulio Carrillo; menos de una década despues (1846), José María Alfaro intentó hacerse gato bravo con el mandato otorgado y Tomás Guardia anduvo por caminos torcidos desde 1870.
Todos ellos alegaron, como alega Chaves hoy, que era necesario «poner las cosas en orden», lo que suele significar poner las cosas bajo su estricto control. Incluso quien fue defendido por el pueblo para que no le arrebataran el triunfo en las urnas en 1889, José Joaquín Rodríguez, suspendió después las garantías individuales y encarceló a opositores y periodistas. A él corresponde el triste crédito de ser el primero en irrespetar una orden judicial para liberar a un reportero. El hombre resultó ser proclive a la dictadura.
Después llegaría Federico Tinoco, en 1917, tras tumbar de la presidencia a Alfredo González Flores. Entre las víctimas mortales de Tinoco estuvo mi colega Rogelio Fernández Güell. Y una vez más, los costarricenses demostraron que no toleran sátrapas.
No faltaron otros intentos por romper el orden constitucional por gente cabeza caliente y matona, como los surgidos en Grecia, en 1930; San Ramón, en1931, y el llamado «Bellavistazo» (toma del cuartel Bella Vista), en 1932, las tres revueltas durante el gobierno de don Cleto González Víquez.
Jóvenes, la libertad que ustedes han gozado y gozan no cayó del cielo. Muy por el contrario, fue forjada en no pocos pasajes de la historia patria con sangre, muerte y destierro de costarricenses. Por eso, deben saber valorarla cuando un advenedizo en la política, con aires de mesías, pide «tripulación completa» al electorado dizque para «poner las cosas en orden».
Hay mucho por corregir en Costa Rica, pero esos ajustes deben tener como base la educación, la cultura y el cultivo de valores, con total respeto a las leyes y los derechos humanos. El futuro de la democracia en Costa Rica está en sus manos.
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